Sin recuerdo de los pecados
Nunca vi el hielo. Pero lo sentí. La parte trasera de la camioneta que estaba conduciendo —de mi abuelo— derrapó. Un giro, dos, tres… y volé hacia un terraplén de 4,5 metros. Recuerdo haber pensado: Esto sería maravilloso si no estuviera por morirme. Al instante, la camioneta rodó por la profunda ladera hasta el fondo. Salí como pude de la cabina, sin un rasguño.
Una tarjeta y una oración
La mujer había quedado viuda y comenzó a preocuparse. Para cobrar un dinero vital de un seguro de vida, necesitaba información clave sobre el accidente que le había quitado la vida a su esposo. Habló con un oficial de policía que dijo que la ayudaría, pero ella perdió su tarjeta personal. Entonces, le rogó a Dios que la ayudara. Poco después, estando en su iglesia, pasó por al lado de una ventana y vio una tarjeta en el marco: la del policía. No tenía idea de cómo había llegado allí, pero sabía el porqué.
Aférrate a Jesús
Me sentí mareada mientras subía por las escaleras del edificio de oficinas. Sorprendida, me aferré al pasamano porque todo parecía dar vueltas. Con el corazón latiendo a mil y las piernas flojas, di gracias de que el pasamano era firme. Los exámenes médicos mostraron que tenía anemia. Aunque la causa no era grave y mi salud se recuperó, nunca olvidaré lo débil que me sentí ese día.
Botas de la suerte
Demasiado tarde… Tomás sintió el escalofriante «clic» debajo de sus botas de combate. Instintivamente, dio un salto. El mortal artefacto no detonó. Más tarde, el equipo antiexplosivos desenterró del lugar unos 36 kilos de explosivo. Tomás usó esas botas hasta que se rompieron. Las llama «mis botas de la suerte».
Amar mediante la oración
Durante años, Juan había sido una persona irritante en la iglesia. Tenía mal humor, era exigente y áspero, y se quejaba constantemente de no ser bien «servido», y de que el personal y los voluntarios no hacían su trabajo. Sinceramente, era difícil amarlo.
Victoria final de Jesús
Durante la Segunda Guerra Mundial, en unos campamentos militares en Europa, se arrojó con paracaídas un tipo inusual de suministro para los soldados que echaban de menos sus tierras: pianos verticales. Fabricados de forma especial, eran toscos y simples, pero brindaban horas de entretenimiento alentador para los soldados que se reunían a su alrededor para cantar canciones conocidas de sus países.
Conocer la voz del pastor
Cuando era un niño y vivía en una granja en Tennessee, pasaba unas tardes maravillosas con mi mejor amigo. Caminábamos por el bosque, montábamos ponis, íbamos a rodeos y nos metíamos en los establos para ver cómo domaban caballos. Pero cuando oía el silbido de mi papá —ese sonido claro que atravesaba el viento y todo otro ruido—, dejaba de inmediato lo que estaba haciendo y volvía a casa. La señal era inconfundible; sabía que mi padre me estaba llamando. Décadas después, todavía puedo reconocer ese silbido.
Destrucción destruida
«¡Las crías volarán mañana!». Mi esposa Cari estaba entusiasmada con el progreso de una familia de chochines en una cesta en el porche de casa. Los había observado todos los días, tomando fotos cuando la madre llevaba comida al nido.
Pizza persistente
A los doce años de edad, Ibrahim llegó a Italia desde África Occidental, sin saber ni una palabra de italiano, tartamudo e insultado por ser inmigrante. Nada de esto detuvo al esforzado y joven trabajador, quien años después, abrió una pizzería en Trento. Su pequeño negocio llegó a estar entre las mejores 50 pizzerías del mundo.
Bienvenido a casa
Después de que Sherman Smith reclutó a Deland McCullough para jugar fútbol americano para la Universidad de Miami, llegó a quererlo mucho y se convirtió en el padre que Deland nunca tuvo. Deland lo admiraba y quería llegar a ser como él. Décadas más tarde, buscó a su madre de nacimiento, y ella lo dejó sorprendido cuando le dijo que ¡el nombre de su padre era Sherman Smith! Sí, ese mismo. El entrenador se sorprendió al enterarse de que tenía un hijo, y Deland quedó atónito de que aquel al que consideraba como un padre fuera su padre de verdad.