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Articles by Anne Cetas

Comunidad en Cristo

En el sur de las Bahamas hay un pequeño trozo de tierra llamado Isla Ragged. En 2016, cuando menos de 80 personas vivían ahí, había tres denominaciones religiosas, pero todos se reunían en el mismo lugar para adorar y tener comunión cada semana. Con tan pocos habitantes, el sentido de comunidad era especialmente vital para ellos.

La aventura

«El cristianismo no es para mí. Es aburrido. Uno de los valores a los que me aferro es la aventura. Para mí, esto es vida», me dijo una joven. Me entristeció que todavía no hubiera descubierto el gozo y la emoción de seguir a Jesús; una aventura como ninguna. Con entusiasmo, le hablé sobre Jesús y cómo se encuentra en Él la verdadera vida.

¿Qué podría ser mejor?

Edu oyó del amor de Jesús por él a los veintitantos años. Comenzó a asistir a una iglesia donde conoció a alguien que lo ayudó a conocer mejor a Cristo. Poco después, su mentor le asignó enseñar a un pequeño grupo de chicos. Con los años, Dios puso en su corazón ayudar a jóvenes en situación de riesgo en su ciudad, visitar a ancianos y mostrar hospitalidad a otros; todo para la honra de Dios. Ahora, con casi 60 años, explica cuán agradecido está de que le enseñaran temprano a servir: «Mi corazón rebosa por compartir la esperanza que hallé en Jesús. ¿Qué podría ser mejor que servirle?».

Libertad en el camino

En el Beep Baseball [Béisbol con pitido], los jugadores ciegos escuchan una pelota y una base que emiten sonidos, para saber qué hacer y adónde ir. El bateador con los ojos cubiertos (con varios niveles de ceguera) y el lanzador vidente están en el mismo equipo. Cuando el bateador golpea la pelota, sale corriendo hacia la base. El bateador queda afuera si un jugador de campo «calla» la pelota antes de que el bateador llegue a la base. De lo contrario, anota una carrera. Un jugador señaló que la mejor parte es sentir «una gran libertad al correr» porque sabe que hay un camino y una dirección claros.

¿Quién merece la alabanza?

Desde la escalera en espiral hasta el inmenso baño, desde los pisos de madera hasta las afelpadas alfombras, desde el enorme lavadero hasta la oficina bien organizada, el agente inmobiliario le mostró la potencial casa a la joven pareja. Por donde miraran, elogiaban su belleza: «Ha escogido el mejor lugar para nosotros. ¡Esta casa es asombrosa!». Pero el agente dijo algo que consideraron inusual, aunque real: «Le transmitiré sus elogios al constructor. El que construyó la casa merece la alabanza; no la casa en sí ni el que la muestra».

En busca de la sanidad interior

Carson cazaba, pescaba, andaba en motocicletas todo terreno y patinaba. Le encantaba estar al aire libre. Sin embargo, tuvo un accidente y quedó paralizado del pecho para abajo. Mientras estaba profundamente deprimido, unos amigos lo convencieron de volver a ir a cazar. Durante un rato, se olvidó de su lesión y disfrutó de la belleza que lo rodeaba. Esa experiencia le trajo sanidad interior e inspiró un nuevo propósito para su vida: brindarle la misma experiencia a otros como él a través de una organización sin fines de lucro, Hunt 2 Heal. Dice que su accidente terminó siendo «una bendición. […] Ahora puedo retribuir, algo que siempre quise hacer. Estoy feliz». Lo entusiasma ayudar a aquellos que tienen discapacidades severas de movilidad.

El desafío de servir

Aunque tenía solo trece años, DeAvion aceptó un desafío de servir a otros. Él y su mamá habían oído una historia de un hombre que invitaba a chicos a cortar el césped gratis en 50 lugares durante las vacaciones de verano. La idea era ayudar a personas mayores, madres solteras y discapacitados; a todo el que necesitara ayuda. El objetivo del fundador era enseñar la importancia de la ética laboral y la retribución a la comunidad. A pesar del calor y las otras actividades que podían atraer a un joven, DeAvion decidió asumir el desafío y ayudar.

¿Totalmente solo?

La familia de Susy parecía desmoronarse. Su esposo se había ido de repente, y ella y sus hijos estaban confundidos y enojados. Le pidió que fueran juntos a la terapia de pareja, pero él se negó porque decía que los problemas eran de ella. Se llenó de pánico y desesperación al darse cuenta de que él tal vez no volviera nunca. ¿Podría cuidar de ella y de sus hijos sola?

Somos extranjeros

Todo parecía drásticamente distinto en su nuevo país, y se preguntaban cómo se adaptarían alguna vez. Personas de una iglesia cercana se les acercaron a ayudarlos. Patri llevó a la pareja a un mercado local para mostrarles qué había disponible y cómo comprar. Mientras caminaban, sus ojos se abrieron grandes y sonrieron al ver su fruta favorita de su tierra natal: la granada. Compraron una para cada hijo y le regalaron una a Patri, agradecidos. Esa fruta y los nuevos amigos brindaron un gran consuelo en medio de una tierra extraña.

Inclinarse

Una joven mamá iba detrás de su hija, la cual pedaleaba lo más rápido que podía en su pequeña bicicleta. Pero, al tomar más velocidad de la deseada, la pequeña se cayó, y llorando, decía que le dolía el tobillo. Su mamá se arrodilló, se inclinó y le besó el tobillo «para que se fuera el dolor». ¡Y funcionó! La niña se levantó de un salto, subió de nuevo a la bicicleta y siguió pedaleando. ¡¿No te gustaría que todos nuestros dolores se fueran así de fácil?!