Superar las pruebas
Anne creció en la pobreza y el dolor. Cuando tenía cinco años, una enfermedad la dejó parcialmente ciega e incapaz de leer y escribir. Tiempo después, su madre murió de tuberculosis, y su padre abusivo abandonó a los hijos que habían sobrevivido. Anne y su hermano Jimmie fueron a parar a un albergue para indigentes. Pocos meses después, Jimmie falleció.
Apóyate en Dios
Mientras estábamos en un parque acuático con amigos, intentamos abrirnos paso por una pista de obstáculos flotantes. Las plataformas flexibles y resbalosas hacían que caminar fuera casi imposible. Después de tambalearnos un poco, siempre terminábamos en el agua. Cuando completamos la pista, mi amiga se apoyó en una de las «torres» a recuperar el aliento. Casi de inmediato, esta cedió bajo su peso, lanzándola al agua.
Dios es más que suficiente
Elena tenía un presupuesto ajustado, así que se alegró cuando recibió un bono de Navidad. Habría sido suficiente, pero cuando depositó el dinero, el cajero dijo que, como regalo de Navidad, el banco le descontaba una cuota de su pago por la hipoteca. ¡Qué gran sorpresa!
Dios no se olvidará de ti
En mi infancia, coleccionaba estampillas. Cuando mi angkong («abuelo» en el dialecto fuzhou) se enteró de mi pasatiempo, empezó a guardar estampillas del correo que recibía en su oficina todos los días. Siempre que visitaba a mis abuelos, Angkong me daba un sobre lleno de estampillas. «Aunque esté ocupado —me dijo una vez—, no me olvidaré de ti».
Ser la iglesia
Durante la pandemia del COVID-19, David y Carla buscaron una iglesia a la cual asistir. «Es un momento difícil para encontrar una iglesia», me escribió Carla. Entonces, me di cuenta de que yo también anhelaba reencontrarme con la familia de mi iglesia. «Es un momento difícil para ser la iglesia», respondí. En esa época, nuestra iglesia había dado un giro: se ofrecían alimentos en los vecindarios aledaños, nos reuníamos en línea y se telefoneaba a los miembros de la congregación para ofrecer apoyo y oración. Mi esposo y yo participábamos, pero también nos preguntábamos qué más podíamos hacer para «ser la iglesia» en nuestro mundo cambiado.
El amor de Dios y el prejuicio
«No eres lo que esperaba. Pensé que te detestaría, pero en realidad, no es así». Las palabras del joven parecían duras, pero eran un intento de amabilidad. Yo estaba estudiando en su país, una tierra que décadas antes había estado en guerra con la mía. En medio de un debate grupal en clase juntos, observé que estaba un poco distante. Cuando le pregunté si lo había ofendido, me respondió: «Para nada… y esto es lo raro. A mi abuelo lo mataron en esa guerra, y yo detestaba a tu pueblo y a tu país por eso. Pero ahora veo cuánto tenemos en común, y me sorprende. No veo por qué no podemos ser amigos».
Dar como Cristo
Cuando el escritor O. Henry escribió su amada historia navideña «El regalo de los reyes magos», estaba luchando por recuperarse de ciertos problemas personales. Aun así, escribió una historia inspiradora que destaca un rasgo hermoso: el sacrificio. En ella, una esposa pobre vende en Nochebuena su larga cabellera para regalarle a su esposo una cadena de oro para su reloj de bolsillo. Sin embargo, después descubre que su esposo vendió su reloj para comprarle un juego de cepillos para el cabello.
San Nicolás
La persona que conocemos como San Nicolás nació aproximadamente en 270 d.C. en una familia griega adinerada. Trágicamente, sus padres murieron cuando era niño, y vivió con su tío que le enseñó a seguir a Dios. Cuando Nicolás era joven, cuenta la leyenda que se enteró de que había tres hermanas que no tenían dote para casarse, y pronto quedarían indigentes. Como quería seguir la enseñanza de Jesús de dar a los necesitados, tomó su herencia y le dio a cada hermana una bolsa de monedas de oro. Después, regaló el resto de su dinero, alimentando a los pobres y ocupándose de los demás. En siglos posteriores, Nicolás fue la inspiración para el personaje que conocemos como Papá Noel.
El compromiso más reconfortante de Dios
Hace unos años, nuestra familia visitó Four Corners, el único lugar de Estados Unidos donde se encuentran cuatro estados en un mismo punto. Mi esposo se paró en la sección marcada como Arizona. Nuestro hijo mayor, A. J., saltó a Utah. Nuestro hijo menor, Xavier, se quedó en Colorado, mientras yo me deslizaba a Nuevo México. Estábamos juntos y separados, y nuestra risa se escuchaba en cuatro estados. Ahora que nuestros hijos adultos se han ido de casa, tengo una apreciación más profunda de la promesa de Dios de estar cerca de todos sus hijos dondequiera que vayan.
La luz de Dios y las sombras
Cuando a Eliana le diagnosticaron un cáncer avanzado, ella y su esposo, Carlos, supieron que no pasaría demasiado tiempo hasta que fuera a estar con Jesús. Ambos atesoraban la promesa del Salmo 23 de que Dios estaría con ellos mientras atravesaban el valle más profundo y difícil de sus 54 años juntos. Se apoyaron en la esperanza de que Eliana estaba lista para encontrarse con Jesús, ya que había puesto su fe en Él décadas antes.