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Articles by Winn Collier

Errar en lo básico

Durante años, McDonald´s dominó la comida rápida con su hamburguesa Cuarto de libra. En la década de 1980, una cadena rival maquinó una idea para destronar a la empresa de los arcos dorados. A&W ofreció la hamburguesa Tercio de libra —más grande— y la vendía al mismo precio. Pero no funcionó. Finalmente, la retiraron del menú. Las investigaciones revelaron que los consumidores malinterpretaron la matemática y pensaron que era más pequeña. Una gran idea fracasó por errar en lo básico.

Confianza feliz

Una mujer rescató a Rudy de un refugio de animales y el perro se volvió su compañero. Durante diez años, durmió tranquilamente junto a la cama de Linda, pero luego, empezó a saltar a su lado y lamerle la cara. Linda lo regañaba, pero todas las noches, Rudy hacía lo mismo. «Poco después, saltaba sobre mi falda y me lamía la cara cada vez que me sentaba», dijo ella.

Usar lo que Dios provee

La Municipalidad de Brisbane, en Australia, fue un proyecto deslumbrante en 1920. Las escaleras blancas eran de mármol de la misma cantera que usó Miguel Ángel para su escultura de David. La torre imitaba la de la basílica de San Marcos en Venecia, y su cúpula era la más grande del hemisferio sur. Los constructores querían adornar el pináculo con un enorme Ángel de la Paz, pero hubo un problema: no quedaba dinero. El fontanero Fred Johnson salió al rescate: fabricó la esfera que corona la torre desde hace casi 100 años con una cisterna de inodoro, un viejo poste de luz y trozos de chatarra.

Es mejor juntos

Søren Solkær pasó años fotografiando estorninos y su impactante espectáculo: las murmuraciones, donde cientos de miles de estas aves se mueven con fluidez por el cielo. Observar esta maravilla es como sentarse bajo una ola ondulante y orquestada o una pincelada oscura con un caleidoscopio de formas. En Dinamarca, a esta experiencia asombrosa la llaman Sol negro (como el libro de Solkær). Lo más notorio es cómo los estorninos siguen instintivamente a sus compañeros más próximos, volando tan cerca que, si uno aleteara mal, sería calamitoso. Sin embargo, usan murmuraciones para protegerse entre sí. Cuando aparece un halcón, estrechan la formación y se mueven de forma colectiva, haciendo retroceder al predador que los atraparía fácilmente si estuvieran solos.

De fragmentos a belleza

Mi esposa, Miska, tiene un collar y unos aretes de Etiopía. Su sencilla elegancia revela una genuina labor artística. Sin embargo, lo más asombroso de esos adornos es su historia. Tras décadas de un conflicto feroz y una guerra civil, la geografía de ese país está inundada de fragmentos de cascarones y cartuchos de artillería. Como un acto de esperanza, los etíopes rastrean la tierra incendiada para limpiarla y los artesanos tallan joyas con esos restos.

Absorber el mal

El desastre nuclear en Fukushima, en 2011, causado por un terremoto, liberó enormes cantidades de toxinas y obligó a evacuar a más 150.000 residentes. Uno de ellos dijo: «Es como si una nieve invisible cayera sin parar sobre Fukushima, cubriendo la zona». La elevada radiación se manifestó en las cosechas, la carne y «focos» a cientos de kilómetros de la planta. Para combatir la contaminación, los habitantes empezaron a plantar girasoles, que se sabe que absorben la radiación. Plantaron más de 200.000 semillas, y ahora Fukushima está repleta de girasoles.

San Nicolás

La persona que conocemos como San Nicolás nació aproximadamente en 270 d.C. en una familia griega adinerada. Trágicamente, sus padres murieron cuando era niño, y vivió con su tío que le enseñó a seguir a Dios. Cuando Nicolás era joven, cuenta la leyenda que se enteró de que había tres hermanas que no tenían dote para casarse, y pronto quedarían indigentes. Como quería seguir la enseñanza de Jesús de dar a los necesitados, tomó su herencia y le dio a cada hermana una bolsa de monedas de oro. Después, regaló el resto de su dinero, alimentando a los pobres y ocupándose de los demás. En siglos posteriores, Nicolás fue la inspiración para el personaje que conocemos como Papá Noel.

Conocer la voz del pastor

Cuando era un niño y vivía en una granja en Tennessee, pasaba unas tardes maravillosas con mi mejor amigo. Caminábamos por el bosque, montábamos ponis, íbamos a rodeos y nos metíamos en los establos para ver cómo domaban caballos. Pero cuando oía el silbido de mi papá —ese sonido claro que atravesaba el viento y todo otro ruido—, dejaba de inmediato lo que estaba haciendo y volvía a casa. La señal era inconfundible; sabía que mi padre me estaba llamando. Décadas después, todavía puedo reconocer ese silbido.

De cabeza al peligro

En 1892, un enfermo de cólera transmitió accidentalmente la enfermedad a través del río Elba, en Hamburgo, de donde se suministraba agua a toda Alemania. En pocas semanas, 10.000 personas murieron. Ocho años antes, el microbiólogo Robert Koch había descubierto que el cólera se transmitía por el agua. Su revelación incentivó a funcionaros de ciudades grandes de Europa a invertir en sistemas de filtrado para proteger el agua. Pero las autoridades de Hamburgo no habían hecho nada, alegando los altos costos y lo discutible de la ciencia.

La sabiduría que necesitamos

En su extraordinario libro La gran gripe, John M. Barry relata la historia de la epidemia de gripe de 1918. Allí revela cómo los funcionarios de salud, en lugar de ser sorprendidos con la guardia baja, previeron un brote masivo. Temían que la Primera Guerra Mundial, con cientos de miles de soldados hacinados en las trincheras y cruzando las fronteras, desatara nuevos virus. Pero saber esto no sirvió para detener la devastación. Líderes poderosos se lanzaron a la violencia. Y los epidemiólogos estiman que cincuenta millones de personas murieron por la epidemia, sumadas a las más de veinte millones muertas por la matanza en la guerra.