Categoría  |  Nuestro Pan Diario

He visto la fidelidad de Dios

A lo largo de sus históricos 70 años como gobernante británica, la reina Isabel ii solo respaldó una biografía sobre su vida con un prólogo personal: The Servant Queen and the King She Serves [La reina sierva y el Rey al que sirve]. Lanzado para celebrar sus 90 años de edad, el libro relata cómo su fe la guio mientras servía a su país, y su gratitud a todos por orar por ella y a Dios por su amor inalterable. Concluye diciendo: «Ciertamente he visto su fidelidad».

La Palabra de Dios que transforma

Cuando Kristin quiso comprar un libro especial para Xio-Hu, su esposo chino, lo único que pudo encontrar en su idioma fue una Biblia. Aunque ninguno creía en Cristo, esperaba que igualmente apreciara el regalo. Al verla por primera vez, él se enojó, pero finalmente la abrió. Mientras leía, las verdades de sus páginas lo persuadieron. Molesta ante este imprevisto, Kristin empezó a leer las Escrituras para refutar a Xio-Hu. La sorpresa fue suya cuando ella también creyó en Jesús al ser convencida por lo que leía.

El ciclo del gran amor de Dios

A los 30 años de edad, siendo una creyente nueva en Jesús, me surgieron muchas preguntas después de entregarle mi vida. Cuando empecé a leer las Escrituras, los cuestionamientos aumentaron. Le pregunté a una amiga: «¿Cómo puedo obedecer todos los mandamientos de Dios? ¡Si incluso esta mañana le hablé mal a mi esposo!».

Abatido

La soberbia precede y, a menudo, lleva a la humillación… algo que descubrió un hombre en Noruega. Sin siquiera vestir ropa para correr, este arrogante desafió a Karsten Warholm —récord mundial de 400 metros con vallas— a correr. Warholm, que entrenaba en un gimnasio público, complació al retador y lo aplastó. En la llegada, el dos veces campeón mundial sonrió cuando el hombre insistió en que ¡había tenido una mala salida y quería correr de nuevo!

Ángeles sobre los muros

Cuando Wallace y Mary Brown se mudaron a una zona pobre de Birmingham, Inglaterra, para pastorear una iglesia, no sabían que una pandilla había convertido el lugar en su guarida. Les arrojaron piedras por las ventanas, incendiaron las cercas y amenazaron a sus hijos. El acoso continuó durante meses, y la policía no podía detenerlos.

Someterse a Dios

Tras nacer en una granja, Judson Van DeVenter aprendió a pintar, estudió y se convirtió en maestro de arte. Pero Dios tenía un plan distinto para él. Sus amigos de la iglesia lo instaron a dedicarse a evangelizar. Judson también sintió que Dios lo llamaba, pero le costaba dejar su amor por el arte. Luchó con Dios, pero «por fin» —escribió—, «la hora del cambio llegó a mi vida, y le entregué todo».

Brindar dignidad

La joven amiga de Marga apareció en la iglesia con una ropa chocante, pero nadie tendría que haberse sorprendido, porque era prostituta. Incómoda, se movía en su asiento, estirando su falda demasiado corta y tapándose el pecho con sus brazos.

Reconfigurado por la gratitud

Después de que le diagnosticaran un tumor cerebral, Christina Costa notó que gran parte del lenguaje sobre cómo enfrentar el cáncer se centraba en luchar. Sintió que esa metáfora la agotaba y dijo que «no quería pasar un año en guerra contra [su] cuerpo». Lo que le resultó más útil fue la práctica diaria de dar gracias por los profesionales que la atendían y por las muestras de recuperación de su salud. Experimentó personalmente que, aunque las luchas sean difíciles, la gratitud nos ayuda a resistir y a «configurar nuestro cerebro para desarrollar resiliencia».

Dotado de amor

Cuando se casó, Gwndolyn Stulgis llevó el vestido de bodas de sus sueños. Y luego lo regaló… a una desconocida. Creía que un vestido merecía más que estar guardado en un armario, acumulando polvo. Otras novias coincidieron. Ahora, muchísimas mujeres se han unido a su red social para donar y recibir vestidos de boda. Como dijo una donante: «Espero que este vestido pase de novia en novia y que, al final de su vida, quede hecho girones por todas las bodas realizadas con él».

Amistad profunda en Cristo

En la capilla de Christ´s College, en Cambridge, Inglaterra, hay un monumento dedicado a dos médicos del siglo xvii, John Finch y Thomas Baines. Conocidos como los «amigos inseparables», colaboraron en investigaciones y viajaron juntos en viajes diplomáticos. Cuando Baines murió, en 1680, Finch recordó su «ininterrumpido matrimonio de almas» durante 36 años. Su amistad estuvo marcada por el afecto, la lealtad y el compromiso.