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Articles by Amy Boucher Pye

Servir a Jesús

A comienzos del siglo xix, Elizabeth Fry se horrorizó ante las condiciones en una cárcel de mujeres en Londres. Estas y sus hijos estaban hacinados, durmiendo en fríos pisos de piedra. Aunque no se les daban camas, un grifo desbordaba de ginebra. Durante años, visitó la cárcel e impulsó cambios proveyendo ropa, abriendo una escuela y enseñando la Biblia. Pero muchos consideraron que su mayor influencia fue su presencia amorosa y su claro mensaje de esperanza.

El humilde Jørn

Nadie creía que el agricultor Jørn sirviera de mucho. Sin embargo, a pesar de sus problemas de visión y otras limitaciones físicas, durante las numerosas noches que el dolor lo mantenía despierto, oraba fervientemente por sus vecinos en la aldea noruega. En oración, iba casa por casa, nombrando a cada persona; incluso a los niños que aún no conocía. A la gente le encantaba su espíritu afable, y buscaban su consejo y sabiduría. Si no podía ayudarlos de forma práctica, igualmente se sentían bendecidos cuando se iban, tras recibir su amor. Y cuando Jørn murió, su funeral fue el más grande de la comunidad, aunque no tenía familia allí. Sus oraciones dieron fruto más allá de lo que jamás imaginó.

Dar a conocer a Dios

Kathryn traduce la Biblia por amor a Dios y a las personas. Se regocija cuando las mujeres de la India entienden más profundamente las Escrituras al leerlas en su lengua nativa. Señala que, cuando lo hacen, «suelen empezar a festejar y aplaudir. Leen sobre Jesús y dicen: “¡Qué maravilloso!”».

Ojos para ver

Analía estaba preocupada por su parienta Sandra, que durante años había luchado con el alcoholismo y problemas de salud mental. Cuando fue a su apartamento, la puerta estaba cerrada y parecía no haber nadie. Mientras, junto con otros, planeaba su búsqueda, oró: «Dios, ayúdame a ver lo que no estoy viendo». Antes de salir del apartamento, vio que una cortina se movía, y en ese momento, supo que Sandra estaba viva. Aunque se requirió asistencia de emergencia, Analía se alegró de esa oración respondida.

Ojos para ver

Genevieve tenía que ser los «ojos» de sus tres hijos, todos con cataratas congénitas. Dondequiera que los llevaba, en su aldea de la República de Benín, en África Occidental, sujetaba a uno de su espalda y sostenía el brazo y la mano de los otros dos, previendo peligros. En una cultura que considera que la ceguera es provocada por la brujería, Genevieve, desesperada, clamó a Dios por ayuda.

¡Jesucristo ha resucitado hoy!

Antes de que Charles Simeon asistiera a la universidad en Cambridge, Inglaterra, le encantaban los caballos y la ropa, y gastaba sumas enormes en su atuendo todos los años. Pero como la universidad requería que asistiera regularmente a la reunión de la Cena del Señor, comenzó a explorar sus creencias. Después de leer libros escritos por creyentes en Jesús, experimentó una dramática conversión un Domingo de Pascua. Despertándose temprano el 4 de abril de 1779, exclamó: «¡Jesucristo ha resucitado hoy! ¡Aleluya! ¡Aleluya!». Su fe fue creciendo mientras se dedicaba al estudio de la Biblia, la oración y la asistencia a las reuniones en la capilla.

Un nuevo mandamiento a amar

El Reino Unido tiene una tradición que comenzó allá por el siglo xiii, en la que los miembros de la familia real entregan regalos a los necesitados el día antes al Viernes Santo, llamado Jueves de Maundy [Maundy Thursday]. La práctica surge del significado de la palabra maundy, del latín mandatum, «mandamiento». El mandamiento que se conmemora es el nuevo que Jesús les dio a sus amigos la noche antes de morir: «Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (Juan 13:34).

Ama a tus enemigos

Al ver que la Guerra Civil Estadounidense despertaba muchos sentimientos amargos, Abraham Lincoln consideró apropiado decir unas palabras amables sobre los habitantes del Sur del país. Ante la pregunta de cómo podía hacer eso, él replicó: «Señora, ¿no destruyo a mis enemigos cuando los hago mis amigos?». Un siglo después, reflexionando en esas palabras, Martin Luther King Jr. comentó: «Este es el poder del amor redentor».

La Palabra de Dios que transforma

Cuando Kristin quiso comprar un libro especial para Xio-Hu, su esposo chino, lo único que pudo encontrar en su idioma fue una Biblia. Aunque ninguno creía en Cristo, esperaba que igualmente apreciara el regalo. Al verla por primera vez, él se enojó, pero finalmente la abrió. Mientras leía, las verdades de sus páginas lo persuadieron. Molesta ante este imprevisto, Kristin empezó a leer las Escrituras para refutar a Xio-Hu. La sorpresa fue suya cuando ella también creyó en Jesús al ser convencida por lo que leía.

Obrero de Dios

En un campamento de refugiados en Medio Oriente, cuando Reza recibió una Biblia, supo de Jesús y creyó en Él. Su primera oración en el nombre de Cristo fue: «Úsame como tu obrero». Más tarde, tras salir de ahí, Dios respondió su oración cuando, inesperadamente, consiguió trabajo en una agencia de asistencia y regresó al campamento para servir a las personas que conocía y amaba. Organizó clubes de deportes, clases de idioma y orientación legal: «todo lo que pudiera dar esperanza a la gente». Él considera que estos programas son una manera de servir a los demás y compartir la sabiduría y el amor de Dios.