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Tratar de salvarnos

Hace muchos años, la ciudad de Nueva York lanzó una campaña publicitaria —«Mantenerse seguro. Quedarse quieto»— para enseñarle a la gente a permanecer calmada y segura al quedar atrapada en un ascensor. Los expertos informaban que algunas personas habían muerto al tratar de abrir forzadamente la puerta o intentar salir por otros medios. Lo mejor es simplemente usar el botón de alarma y esperar que llegue la ayuda.

Desiertos florecientes

Hace un siglo, un bosque frondoso cubría alrededor del 40 % de Etiopía, pero hoy apenas un 4 %. Esta poda para cultivos, sin proteger los árboles, ha generado una crisis ecológica. La vasta mayoría de superficies verdes que quedan están protegidas por iglesias. Durante siglos, las iglesias Tewahido Ortodoxas Etíopes han nutrido esos oasis en medio del desierto árido. Imágenes aéreas muestran islas verdes rodeadas de arena marrón. Los líderes de las iglesias insisten en que cuidar los árboles es parte de obedecer a Dios como mayordomos de su creación.

Ojos para ver

Analía estaba preocupada por su parienta Sandra, que durante años había luchado con el alcoholismo y problemas de salud mental. Cuando fue a su apartamento, la puerta estaba cerrada y parecía no haber nadie. Mientras, junto con otros, planeaba su búsqueda, oró: «Dios, ayúdame a ver lo que no estoy viendo». Antes de salir del apartamento, vio que una cortina se movía, y en ese momento, supo que Sandra estaba viva. Aunque se requirió asistencia de emergencia, Analía se alegró de esa oración respondida.

Personalidad y dones dados por Dios

Hace décadas, fui a un retiro universitario donde todos hablaban de un test de personalidad. «¡Yo soy ISTJ!», dijo uno. «Yo, ENFP», dijo otro. Estaba desconcertado… y dije en chiste: «Yo soy ABCXYZ».

Obediencia por amor

Durante nuestra boda, nuestro pastor me dijo: «¿Prometes amar, honrar y obedecer a tu esposo hasta que la muerte los separe?». Mirando a mi esposo, susurré: «¿Obedecer?». Habíamos construido nuestra relación sobre el amor y el respeto; no la obediencia ciega, como parecían sugerir los votos. Mi suegro filmó ese momento sorpresivo en que procesé la palabra obedecer y dije: «Sí».

Lágrimas de gozo

Una mañana, al salir de su casa, Daniel encontró a unos amigos que lo esperaban con globos. Uno le entregó un sobre y dijo: «Enviamos tus poesías a un certamen». Adentro, una tarjeta decía: «Primer premio», y enseguida todos lloraron de alegría. Sus amigos habían hecho algo hermoso, que confirmaba su talento para escribir.

El triunfo de la fe

Un examen médico de rutina para el pequeño Calvin, de cuatro años de edad, reveló unas manchas inesperadas en su cuerpo. Durante la visita, le aplicaron inyecciones y cubrieron el lugar con una venda adhesiva. En casa, cuando llegó el momento de quitársela, lloriqueaba con miedo. Para consolarlo, su padre dijo: «Calvin, sabes que nunca haría nada para lastimarte». Quería que su hijo confiara en él más de lo que temía que le quitara la venda.

La oración importa

«Oración por una resonancia magnética cerebral». «Que mis hijos vuelvan a la iglesia». «Consuelo para David, que perdió a su esposa». Estos son algunos de los pedidos de oración que recibe nuestro equipo especial que luego envía notas manuscritas a cada persona. Las peticiones son abrumadoras, y nuestros esfuerzos pueden parecer pequeños e invisibles. Eso cambió cuando recibí una conmovedora tarjeta de agradecimiento de David, el desconsolado esposo, con una copia del obituario de su esposa. Volví a darme cuenta de que la oración importa.

Un Creador confiable

El «monstruo» de Frankenstein, de Mary Shelley, es uno de los personajes literarios más conocidos y que cautiva nuestra imaginación. Pero los lectores minuciosos de la novela saben que puede argumentarse claramente que Víctor Frankenstein, el delirante científico que creó la criatura, es el verdadero monstruo. Después de crear una criatura inteligente, le niega toda guía, compañía y esperanza de felicidad, lo que garantiza que la criatura entrará en desesperación e ira. Al confrontar a Víctor, se lamenta: «Tú, mi creador, quisieras destruirme, y lo llamarías triunfar».

La autoridad de Jesús

Después de que Jesús liberara a mi hijo Geoff de años de drogadicción, seguía preocupándome. Habíamos atravesado muchas cosas juntos y, a veces, mi foco seguía en su pasado difícil en lugar del futuro que Dios tenía para él. Los padres de adictos suelen preocuparse por las recaídas. Un día, en una reunión familiar, llamé a Geoff aparte y le dije: «Recuerda que tenemos un adversario y que es poderoso». «Lo sé, papá —respondió—. Tiene poder, pero no tiene autoridad».