Dios de libertad
El presidente norteamericano Abraham Lincoln había emancipado a esclavos dos años y medio antes de que los Confederados se rindieran, pero el estado de Texas aún no había reconocido esa liberación. No obstante, el 19 de junio de 1865, Gordon Granger, general del ejército de la Unión, entró en Galveston, Texas, y exigió que se liberara a todos los esclavos. Imagina la sorpresa y la alegría cuando las cadenas cayeron y los esclavizados escucharon la declaración de libertad.
Amigo de los desamparados
Holly Cooke no tenía ni un solo amigo cuando se mudó a Londres. Los fines de semana se sentía miserable. La ciudad encabeza la lista de lugares donde la gente se siente deprimida: el 55 % de los londinenses se sienten solos, en comparación con los habitantes de Lisboa, Portugal, donde solo un 10 % sufre de soledad.
Fe generosa
Hace unos años, se invitó a nuestra iglesia a hospedar a refugiados que huían de su país tras un tumultuoso cambio en el liderazgo político. Familias enteras llegaron con apenas unas pocas cosas en una pequeña bolsa. Varios hogares se abrieron, incluidos algunos que tenían poco espacio.
Esperanza de sanidad
Una nueva razón de esperanza surgió para los que tienen parálisis por lesiones de la médula espinal. Investigadores alemanes han descubierto una manera de estimular el crecimiento de los nervios para reconectar los músculos con el cerebro. Este proceso ha permitido que ratones paralizados caminaran otra vez, y las pruebas continuarán para determinar si la terapia es segura y eficaz para los humanos.
Corazón servicial
Cuando mi «tío» Emory falleció, los reconocimientos fueron muchos y variados, pero todos conllevaban un tema: Emory mostraba su amor a Dios sirviendo a los demás. En ningún otro lado se evidenció más que en su servicio como médico militar durante la Segunda Guerra Mundial, donde fue a la batalla sin armas. Recibió honores por su valentía, pero más se lo recordó por su servicio compasivo, tanto durante como después de la guerra.
Dilemas y una fe más profunda
Un sábado por la mañana, durante un estudio bíblico, un padre estaba turbado porque su amada y descarriada hija había vuelto a la ciudad, pero estaba incómodo con ella en su casa por cómo se comportaba. Otra asistente no estaba bien porque una larga enfermedad y los años habían afectado su cuerpo, y numerosas visitas a varios médicos apenas la habían mejorado. Estaba desanimada. Por designio divino, el pasaje que estudiaron ese día fue Marcos 5. Y al terminar el estudio, la esperanza y el gozo eran palpables.
Esperando a Jesús
Mi amigo Pablo estaba esperando que llegara un técnico para reparar su refrigeradora, cuando vio un mensaje de la compañía de electrodomésticos en su teléfono. Decía: «Jesús está en camino y se espera que llegue aproximadamente a las 11:35». Poco después, Pablo se enteró de que el nombre del técnico era realmente Jesús.
Obra maestra creada por Dios
Aunque la neurociencia ha progresado mucho en entender cómo funciona el cerebro, los científicos admiten que apenas están en las primeras etapas. Conocen su arquitectura y algunos aspectos de su funcionamiento, y las áreas que responden al entorno, activan los sentidos, generan movimientos y contienen emociones. Pero aún no pueden explicar cómo todas esas interacciones contribuyen al comportamiento, la percepción y la memoria. La obra maestra increíblemente compleja creada por Dios —el ser humano— sigue siendo un misterio.
La tumba de Sebna
El poeta irlandés W. B. Yeats quería ser sepultado «Bajo Ben Bulben», un majestuoso monte con el que tituló una de sus últimas poesías. Su línea final, grabada en su lápida, dice: «Concede una fría mirada / A la vida, a la muerte. / ¡Jinete, pasa de largo!».
Cada momento cuenta
Cuando el Titanic golpeó un iceberg en abril de 1912, el pastor John Harper se aseguró de que su hija de seis años tuviera lugar en uno de los pocos botes salvavidas. Le dio su chaleco salvavidas a otro pasajero y les habló del evangelio a todos los que querían escuchar. Mientras el barco se hundía, nadaba de una persona a otra y decía: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo» (Hechos 16:31).