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Articles by Katara Patton

Aprender los unos de los otros

Antes de que Zoom fuera una herramienta de comunicación accesible, una amiga me pidió que me conectara con ella por video para hablar sobre un proyecto. Por el tono de mis mensajes, se dio cuenta de que estaba desconcertada, así que sugirió que buscara a un joven que me ayudara a configurar una videollamada.

Dar gracias a Dios

Mi amiga salió apurada de su estresante trabajo en el hospital, preguntándose qué prepararía para la cena antes de que regresara su esposo de un trabajo también exigente. Había hecho pollo el domingo, y el lunes comieron las sobras. Después, volvieron a comer pollo —esta vez, al horno— el martes. Encontró dos trozos de pescado en el congelador, pero sabía que no era lo que prefería su esposo. Como no encontró otra cosa, decidió que el pescado estaría bien.

Belleza en lugar de tierra

Una tarde, noté hileras de tierra en un lote vacío cerca de mi casa. En cada una, asomaban pequeños brotes. A la mañana siguiente, me detuve cuando vi un área con hermosos tulipanes rojos.

Arrancar la maleza de la preocupación

Después de enterrar unas semillas en el jardín de mi casa, esperé para ver los resultados. Había leído que brotarían entre diez y catorce días, así que las revisaba con frecuencia al regarlas. Pronto, vi que unas hojas verdes se abrían paso por el suelo. Pero se me pinchó el globo de inmediato cuando mi esposo me dijo que eran malezas. Me instó a que las sacara enseguida, para que no ahogaran las plantas que intentaba cultivar.

Valentía en Cristo

En los albores del siglo xix, Mary McDowell vivía totalmente ajena a los brutales mataderos de Chicago. Aunque su casa estaba a solo unos 35 kilómetros, sabía poco de las terribles condiciones de trabajo que llevaron a los empleados a hacer huelga. Cuando se enteró de lo que enfrentaban junto con sus familias, se mudó a vivir entre ellos y abogar por mejores condiciones. Se ocupó de sus necesidades, incluso enseñando en una escuela en el fondo de una pequeña tienda.

Motivado a orar

Una vez, una colega y amiga me dijo que su vida de oración había mejorado por causa de nuestro gerente. Quedé impresionada, pensando que nuestro complicado líder le había dado algunas pautas espirituales que influyeron en su manera de orar. Pero me equivoqué… en cierto modo. Me explicó: «Cada vez que lo veo venir, empiezo a orar». Su tiempo de oración había mejorado porque oraba más antes de conversar con él. Sabía que necesitaba la ayuda de Dios cuando trataba con el gerente, y clamaba más a Él por eso.

Pronto para oír

Sentí palpitaciones cuando iba a abrir mi boca para refutar las acusaciones de una querida amiga. Lo que yo había publicado en línea no tenía nada que ver con ella, como ella había supuesto. Pero antes de contestar, susurré una oración. Entonces, me calmé y escuché el dolor que reflejaban sus palabras. Era claro que había algo profundo y que estaba muy dolida. Mi necesidad de defenderme desapareció al decidir ayudarla a enfrentar su dolor.

La sabiduría de Dios salva vidas

Una cartera se preocupó al ver que se acumulaba el correo de una de sus clientes. Sabía que la anciana vivía sola y que buscaba su correo del buzón todos los días. Esta empleada del correo decidió hablar con uno de los vecinos. El vecino alertó a otro que tenía una llave de la casa de la mujer y, juntos, entraron y la encontraron en el suelo. Se había caído hacía cuatro días y no podía levantarse ni pedir ayuda. La sabiduría, el interés y la decisión de actuar de la cartera probablemente le salvaron la vida.

Ver por fe

Durante mi caminata matinal, el sol golpea las aguas del lago Míchigan en un ángulo perfecto que produce una vista espectacular. Le pedí a mi amiga que se detuviera y me esperara mientras tomaba una foto. Por la posición del sol, no podía ver la imagen en la pantalla antes de captarla. Pero como lo había hecho antes, sabía que sería una foto maravillosa. Le dije a mi amiga: «No podemos verla ahora, pero las fotos como esta siempre salen bien».

Una elección

Unas semanas después de la muerte de una querida amiga, hablé con su mamá. No sabía si preguntarle cómo estaba porque pensé que era una pregunta inapropiada; estaría desconsolada. Pero dejé de lado mi reserva y simplemente le pregunté cómo lo iba sobrellevando. Su respuesta: «Mira, decidí tener gozo».