Month: Enero 2022

Lágrimas justificadas

«Perdón», dijo Carolina, disculpándose por llorar. Después de la muerte de su esposo, se dedicó a cuidar a sus hijos adolescentes. Cuando la iglesia ofreció llevarlos de excursión un fin de semana para entretenerlos y que ella descansara, lloró de gratitud, disculpándose una y otra vez por sus lágrimas.

Oraciones sin respuesta

¿Ya llegamos? / Todavía no. / ¿Ya llegamos? / Todavía no. Este fue el juego de ida y vuelta que mantuvimos en el primer viaje de 16 horas de regreso a casa cuando nuestros hijos eran pequeños. Los dos más grandes no dejaban de jugarlo, y si yo hubiese tenido un dólar por cada vez que preguntaban, la pila sería enorme. Estaban obsesionados con esa pregunta, pero yo (el conductor) no dejaba de preguntarme lo mismo: ¿Ya llegamos? Y la respuesta era: Todavía no, pero pronto.

Perfecto como Jesús

«Perfeccionismo es una de las palabras más aterradoras que conozco», escribe Kathleen Norris, reflexionando en el contraste entre el perfeccionismo actual y la «perfección» que se describe en el libro de Mateo. Actualmente, se define como «una aflicción psicológica grave que intimida mucho a la gente para tomar riesgos necesarios». Pero la palabra que se usa en Mateo significa maduro, completo o pleno. Norris concluye: «Ser perfecto […] es hacer lugar para desarrollar [y experimentar] una madurez suficiente para brindarnos a los demás».

En Dios ponemos nuestra confianza

Faltaban seis semanas para que el bebé naciera, pero el médico diagnosticó que Julia padecía colestasis, un problema hepático común en el embarazo. Angustiada, la llevaron al hospital, donde la trataron y dijeron que ¡inducirían el parto en 24 horas! En otra área del hospital, estaban ubicando respiradores y otros equipos para casos de COVID-19. Por esta razón, la enviaron a su casa. Julia decidió confiar en Dios y sus planes, y pocos días después, dio a luz a un bebé saludable.

No guardar rencor

En un evento publicitario en 2011, dos exjugadores de 73 años de edad de la Liga de Fútbol Canadiense empezaron a darse trompadas en el escenario. En un partido controversial por el campeonato en 1963, habían tenido una pelea y habían quedado «con la sangre en el ojo». Cuando uno de ellos sacó al otro del escenario de un puñetazo, la multitud exclamó que «lo dejara»; es decir, que «hiciera las paces».

Felicidad verdadera

En el siglo x, Abd al-Rahman III gobernaba Córdoba, España. Después de 50 años de reinado exitoso («amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados»), evaluó más profundamente su vida. «Riquezas, honores, poder y placer han estado a mi disposición», dijo de sus privilegios. Pero cuando contó sus días de felicidad verdadera durante ese tiempo, sumaron solo catorce. ¡Qué aleccionador!

Dios amoroso

En cada ocasión, el profesor terminaba su clase en línea en una de dos maneras. Decía: «Hasta la próxima» o «buen fin de semana». Algunos estudiantes respondían: «Gracias, igualmente». Pero un día, uno contestó: «Lo quiero mucho». Sorprendido, respondió: «¡Yo también!». Esa tarde, los compañeros acordaron crear una «cadena te quiero» para mostrar su aprecio al profesor que tenía que dar clase a una pantalla en su computadora; no en persona, como habría preferido. Días después, cuando terminó de enseñar, el profesor dijo: «Hasta la próxima»; y uno tras otro los alumnos respondieron: «Lo quiero mucho». Así siguieron durante meses. El profesor dijo que eso había creado un vínculo poderoso con sus alumnos y que ahora los siente como «familia».

La rueda del alfarero

En 1952, para prevenir que personas descuidadas rompieran artículos en una tienda, el dueño de un local en Miami Beach colocó un cartel que decía: «Lo rompes, lo pagas». Esta frase pegadiza era una advertencia para los clientes. Ahora, también se puede ver en muchas boutiques.

Esto es gracia

Los miserables comienza con el convicto bajo libertad condicional Jean Valjean robándole artículos de plata a un sacerdote. Lo atrapan y espera ser regresado a las minas, pero el sacerdote sorprende a todos cuando declara que él se los había dado. Cuando la policía se va, mira al ladrón y le dice: «Ya no perteneces al mal sino al bien».

Esconderse de Dios

Cerré los ojos y empecé a contar en voz alta. Mis compañeros de tercer grado salieron corriendo a buscar un lugar para esconderse. Después de revisar cada gabinete, baúl y armario durante lo que me parecieron horas, no podía encontrarlos. Me sentí ridícula cuando una saltó finalmente de detrás de un helecho que colgaba del techo. La planta solo le tapaba la cabeza… ¡el resto del cuerpo había estado a la vista todo el tiempo!