Un futuro con perdón
En 1994, cuando Sudáfrica pasó del apartheid a la democracia, enfrentó la difícil cuestión de cómo tratar los crímenes cometidos durante la segregación racial. Los líderes del país no podían ignorar el pasado, pero imponer castigos duros a los culpables podría profundizar las heridas de la nación. Desmond Tutu, el primer arzobispo anglicano negro de Sudáfrica, explicó en su libro Sin perdón no hay futuro: «Cualquier iniciativa que promoviese la retribución podría haber dejado una Sudáfrica repleta de justicia y cenizas». Al establecer la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, la nueva democracia escogió el difícil sendero de seguir la verdad, la justicia y la misericordia. Solo así, el país podría comenzar a sanarse.
Vestirse de audacia
Andrés vive en un país cerrado al evangelio. Cuando le pregunté cómo mantiene en secreto su fe, dijo que no lo hace. Lleva un broche que publicita su iglesia, y cada vez que lo arrestan, les dice a los policías que «ellos también necesitan a Jesús». Es valiente porque sabe quién está de su lado.
Sin aliento
Cerca de casa, hay un negocio de decoración que tiene un timbre verde grande en una de sus secciones. Si no hay ningún asistente, presionas un botón que enciende un cronómetro, y si no te atienden antes de un minuto, obtienes un descuento en la compra.
Una corriente poderosa
Entre las numerosas piezas y artefactos que se exhiben en el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, en Washington D.C., sobre la verdad de la esclavitud y sus consecuencias, agradecí descubrir la Sala de la Reflexión. Este tranquilo salón tiene paredes translúcidas de vidrios color bronce, con una fuente a la que parece caerle lluvia del techo.
Libre al fin
Veinte años pasaron antes de que el periodista John McCarthy —rehén por cinco años durante la guerra civil libanesa— conociera a quien había negociado su liberación: Giandomenico Picco. McCarthy dijo simplemente: «¡Gracias por mi libertad!». Sus emotivas palabras significaban muchísimo, porque Picco había arriesgado su propia vida durante las peligrosas negociaciones para conseguir su libertad y la de otros.
El problema interior
Hace años, un pájaro carpintero comenzó a picar el costado de nuestra casa. Pensamos que el problema era solo externo, pero un día, mi hijo y yo subimos al altillo, y un pájaro pasó volando frente a nuestros rostros sorprendidos. El problema era peor de lo sospechado: estaba dentro de nuestra casa.
Efecto dominó
El pequeño instituto bíblico en el norte de Ghana no llamaba la atención: un edificio de ladrillos huecos con techo de chapa y un puñado de estudiantes. Pero Bob Hayes dedicó su vida a ellos. Les dio tareas de liderazgo y los alentó a predicar y enseñar. Bob murió hace unos años, pero decenas de iglesias fervientes, algunas escuelas y otros dos institutos bíblicos se han extendido por aquel país; todo iniciado por graduados de esa humilde escuela.
Consagración total
Dos hombres dejaron sus carreras para ir adonde Dios los había llamado. James O. Fraser decidió no ser concertista de piano en Inglaterra, para servir al pueblo lisu en China; mientras que Judson Van DeVenter prefirió convertirse en evangelista en lugar de obtener un título en artes. Tiempo después, escribió el himno Consagrarme todo entero.
Los lugares más profundos
Víctor Hugo (1802-1885), poeta y novelista durante las revueltas sociales y políticas del siglo xix en Francia, tal vez sea más famoso por su obra clásica Los miserables. Más de un siglo después, una adaptación musical de su novela se convirtió en una de las producciones más populares de nuestra era. Esto no debería sorprendernos. Una vez, dijo: «La música expresa lo que no se puede decir y aquello sobre lo que es imposible guardar silencio».
Correr a contar
La maratón actual se basa en la historia de un mensajero griego, Filípides. Según la leyenda, en 490 a.C., corrió unos 40 kilómetros desde Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria griega sobre su tremendo enemigo: los invasores persas. Hoy la gente corre maratones por la satisfacción personal de alcanzar un logro deportivo, pero Filípides tenía un propósito más importante detrás de su esfuerzo: ¡cada paso de su carrera era motivado por la simple alegría de entregar una buena noticia a sus compatriotas!