Categoría  |  Nuestro Pan Diario

Pertenencia

La actriz Sally Field sintió por fin lo que todos anhelamos. Cuando ganó un segundo Oscar en 1985, exclamó al recibirlo: «Lo que más he deseado es tener el respeto de ustedes. La primera vez, no lo sentí. Pero esta vez, sí. Y no puedo negar la realidad de que les agrado; en este momento, les agrado».

Servir a Jesús

A comienzos del siglo xix, Elizabeth Fry se horrorizó ante las condiciones en una cárcel de mujeres en Londres. Estas y sus hijos estaban hacinados, durmiendo en fríos pisos de piedra. Aunque no se les daban camas, un grifo desbordaba de ginebra. Durante años, visitó la cárcel e impulsó cambios proveyendo ropa, abriendo una escuela y enseñando la Biblia. Pero muchos consideraron que su mayor influencia fue su presencia amorosa y su claro mensaje de esperanza.

Atrapado en chocolate

Dos obreros de una fábrica de golosinas cayeron en una cuba de chocolate. Quizá suene cómico (¡y encantador para los amantes del chocolate!), pero los hombres estaban hundidos en la pasta y no podían salir. Finalmente, los bomberos tuvieron que hacer un agujero al costado de la cuba para liberarlos.

Nuestra armadura en Cristo

El nuevo amigo del pastor Bailey le contó su historia de abusos y adicción. Aunque era creyente en Jesús, debido a su exposición al abuso sexual y la pornografía a una edad temprana, lo invadía un problema mayor que él. Y en su desesperación, buscó ayuda.

Luchando con Dios

Un viejo amigo me envió una nota después de la muerte de mi esposo: «[Alan] fue […] alguien que luchaba con Dios. Un verdadero Jacob y una razón poderosa de que yo sea creyente hoy». Nunca había pensado en comparar las luchas de Alan con las de Jacob, pero era apropiado. Toda su vida había luchado consigo mismo y con Dios para obtener respuestas. Lo amaba, pero no siempre podía internalizar la realidad de que Él lo amaba, lo perdonaba y escuchaba sus oraciones. Aun así, su vida tuvo sus bendiciones e influyó positivamente en otros.

Llamar a nuestro Padre celestial

Minutos después de que el presidente estadounidense Harry Truman anunció que la Segunda Guerra Mundial había terminado, un teléfono sonó en una casita de madera en Grandview, Missouri. Para atender la llamada, una mujer de 92 años se disculpó ante su invitada, que la oyó decir: «Hola… Sí, estoy bien. Sí, escuché en la radio… Ahora, ven a verme si puedes… Adiós». La anciana volvió y dijo: «Era [mi hijo] Harry. Sabía que llamaría. Siempre me llama cuando algo ha sucedido».

Regalo transformador de Dios

Saludé a nuestro grupo de jóvenes mientras repartíamos Biblias con mi esposo. Dije: «Dios usará estos preciosos regalos para transformar sus vidas». Esa tarde, algunos se comprometieron a leer juntos el Evangelio de Juan. Seguimos invitándolos a leer las Escrituras en casa, mientras les enseñábamos durante nuestras reuniones semanales. Más de una década después, vi a una de las alumnas, que dijo: «Todavía uso la Biblia que me regalaron». Su vida llena de fe era evidente.

Un campamento nacional

Acampamos bajo las estrellas del cielo infinito de África Occidental. No hacía falta una tienda en la temporada seca, pero el fuego era crucial. «Nunca dejes que se apague el fuego», decía papá, mientras acomodaba las maderas con un palo. El fuego mantiene las bestias alejadas. Las criaturas de Dios son maravillosas, pero no quieres que un leopardo o una serpiente merodeen por tu campamento.

Servicio a discreción

Andrew Card era jefe de gabinete del presidente estadounidense George W. Bush. En una entrevista sobre su papel en la Casa Blanca, explicó: «En la oficina de cada miembro del gabinete se encuentra enmarcada una declaración de propósito: “Servimos a discreción del presidente”. Pero esto no significa que servimos a su antojo o para resultarle agradables, sino para decirle lo que necesita saber para hacer su trabajo»: gobernar el país.

¿Qué a ti?

«¿Por qué me das un pirulí de fresas cuando ella tiene uno de uva?», preguntó mi sobrina de seis años. Mis sobrinos me enseñaron desde temprano que los niños suelen comparar lo que se les da con lo que reciben otros. Esto significa que, como la tía consentidora, ¡es mejor que piense bien las cosas!