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Seguir a Dios

Hace unos años, en mi día libre durante una visita a París, tuve tiempo para recorrer sola la afamada ciudad, antes de encontrarme con una amiga para almorzar cerca de la torre Eiffel. Todo iba bien hasta que mi teléfono se quedó sin batería. No tenía mapa, así que no sabía adónde iba, pero esta chica de ciudad no entró en pánico. Solo seguí caminando hacia el río Sena y mantuve la mirada en la torre. Mi plan funcionó hasta que me acerqué al destino que, de alguna manera, desapareció detrás de los edificios circundantes.

El Hijo de Dios

Hace poco, mi hermano Scott consiguió los registros del servicio militar de nuestro papá, de la Segunda Guerra Mundial. Mientras los revisaba, no vi nada destacado ni sorprendente; nada sobre quién era Papá. Eran solo hechos. Datos. Fue interesante, pero también decepcionante, porque no salí sintiendo que había descubierto algo nuevo sobre él.

Un conocimiento tan glorioso

El teólogo medieval Tomás de Aquino soportó mucho al dedicar su vida a buscar a Dios. Su familia lo encarceló para intentar disuadirlo de unirse a la orden dominicana, un grupo monacal dedicado a la vida sencilla, el estudio y la predicación. Tras pasar su vida estudiando las Escrituras y la creación, y escribiendo casi cien volúmenes, Aquino tuvo una experiencia tan intensa con Dios que escribió: «Ya no puedo escribir más, puesto que Dios me ha dado un conocimiento tan glorioso que todo lo que contienen mis obras es como paja». Murió apenas tres meses después.

Extender ante Dios

Brian había estado con el cardiólogo más de una hora. Su amigo, en la sala de espera, oraba por sabiduría y sanidad para su amigo enfermo. Cuando finalmente salió, le mostró la pila de papeles que le habían dado. Mientras los extendían sobre la mesa, consideraban diversas opciones para tratar su estado delicado. Hablaron de la necesidad de orar y pedir sabiduría a Dios para los pasos siguientes. Y luego, Brian dijo: «Sea lo que sea que pase, estoy en las manos de Dios».

Una mano ayudadora

A principios del siglo xx, las leyes restringían que los negros y los inmigrantes en Estados Unidos rentaran o compraran propiedades en Coronado, California. Un negro llamado Gus Thompson (nacido en esclavitud) había comprado anteriormente a esa ley un terreno y construido una casa de huéspedes. En 1939, la rentó a una familia asiática, y finalmente les vendió la propiedad. Cerca de 85 años después, tras la venta del lugar, algunos miembros de esa familia están donando sus ganancias para ayudar a alumnos universitarios negros. Y están trabajando para ponerle el nombre de Gus y su esposa, Emma, a un centro en la Universidad Estatal de San Diego.

Sin remordimientos

Nadie mencionó las cosas que solemos perseguir en nuestra vida. Esto fue lo que descubrió la enfermera de cuidados paliativos Bronnie Ware sentada junto a los moribundos. Les preguntaba a propósito: «¿Harías algo diferente si pudieras volver a hacerlo?». Surgían temas comunes, y ella hizo una lista de los cinco remordimientos más destacados: (1) desearía haber tenido el valor de vivir una vida fiel a mí mismo; (2) no haber trabajado tanto; (3) haber tenido el valor de expresar mis sentimientos; (4) haber permanecido en contacto con mis amigos; (5) haberme permitido ser más feliz.

Una mamá mira atrás

«En realidad, no me gustaba el Día de la Madre —dijo Donna, mamá de tres niños—. Me recordaba todas las insuficiencias y fracasos que sentí y siento como madre».

Vivir con fe plena

Miles de personas en todo el mundo oraban por el hijo de tres años de Sethie, que había estado hospitalizado durante meses. Cuando los médicos dijeron que Shiloh «no tenía actividad cerebral significativa», Sethie me llamó y dijo: «A veces, tengo miedo de no estar viviendo con fe plena. Sé que Dios puede sanar a Shiloh y permitirle volver a casa con nosotros. También tengo paz si lo sana llevándolo al cielo». Asegurándole que Dios entiende como nadie, dije: «Te has rendido a Dios. ¡Eso es fe plena!». A los pocos días, Dios llevó a su precioso hijo al cielo. Aunque luchaba con el dolor de perderlo, Sethie dio gracias a Dios y a los que oraron. Dijo: «Estoy convencida de que Dios sigue siendo bueno y sigue siendo Dios».

La mayor sorpresa de amor

En la película de drama fantástico y deportes El campo de los sueños, el personaje, Ray Kinsella, tiene un encuentro con su padre fallecido, pero cuando este era joven y deportista. Al verlo por primera vez, Ray le comenta a su esposa Annie: «Solo lo vi años después, desgastado por la vida. Míralo… ¿qué le digo?». La escena genera una pregunta: ¿Cómo sería ver a un ser amado —pero ahora ya muerto— nuevamente vital y fuerte?

Profundamente arraigados en Dios

El amado pastor Andrew Murray (1828-1917) compartió cómo, en su nativa Sudáfrica, varias enfermedades afectaban los naranjos. Para el ojo inexperto, todo podía parecer normal, pero un arborista especializado podía detectar la alteración que anunciaba la muerte lenta de la planta. La única manera de salvar el árbol era remover el tronco y las ramas de la raíz e injertarlos en uno nuevo. Así, el árbol podía crecer bien y producir fruto.