Pasar tiempo con Dios
El río de la vida es la obra maestra de Norman Maclean sobre dos muchachos que crecieron en Montana con su padre, un pastor presbiteriano. Los domingos por la mañana, Norman y su hermano Pablo iban a la iglesia, donde escuchaban predicar a su padre. A la tardecita, había otra reunión y el padre volvía a predicar. Pero entre ambos servicios, caminaban juntos por las colinas y arroyos, «mientras él se relajaba entre las reuniones». Era un alejamiento intencional de parte de su padre «para restaurar su alma y volver a estar rebosante para el sermón de la noche».
Más grande que nuestros problemas
¿Cómo imaginas los dinosaurios? ¿Con dientes grandes, piel escamosa y colas largas? La artista Karen Carr recrea en grandes murales estos animales extintos. Uno mide más de 6 metros de alto por 18 de largo. Debido a su tamaño, se necesitó a un grupo de expertos para armarlo en el Museo de Historia Natural en Oklahoma, Estados Unidos.
La vida de paz
En Perth, Australia, hay un lugar llamado Shalom House [Casa de paz], donde hombres que luchan contra las adicciones pueden encontrar ayuda. Allí conocen a miembros del personal quienes les presentan la shalom [paz, en hebreo] de Dios. Vidas aplastadas bajo el peso de las drogas, el alcohol, el juego y otras conductas destructivas están siendo transformadas por el amor de Dios.
El camino de la fe
En 2017, en la etapa clasificatoria entre Estados Unidos y Trinidad y Tobago para la Copa del Mundo, los Socca Warriors asombraron a todos cuando derrotaron a la selección nacional estadounidense —ubicada 56 lugares más arriba en el ranking— con un inesperado 2 a 1, eliminándola de la Copa de 2018.
La silla de Jesús
Cuando Marge conoció a Tami en un estudio bíblico, notó que tenían poco en común. Pero igual comenzaron una amistad, y aprendió una valiosa lección de su nueva amiga. Tami nunca había estado en un estudio bíblico y le costaba entender un asunto del que hablaban las otras mujeres del grupo: que Dios se comunicaba con ellas; algo que ella nunca había experimentado.
Nuestro Padre nos cuida
¡Paf! Levanté la vista y estiré la oreja hacia el lugar del ruido. Al ver una mancha en el vidrio de la ventana, miré hacia fuera y descubrí que un pájaro había caído al piso. Me rompió el corazón, y tuve deseos de ayudar a ese ser frágil y cubierto de plumas que aún vivía.
El poder de Dios
Los médicos de Rebeca y Ricardo les dijeron que no podían tener hijos. Pero Dios tenía otros planes; y diez años después, ella quedó embarazada. El embarazo anduvo bien, y cuando empezaron las contracciones, la emocionada pareja fue rápidamente al hospital. El trabajo de parto se hizo más largo e intenso, hasta que finalmente, la doctora decidió hacerle una cesárea. Temerosa, Rebeca lloraba por su bebé y por ella, pero su doctora le aseguró: «Voy a hacer todo lo que pueda, pero vamos a orar a Dios porque Él puede hacer más que yo». Oraron juntas, y poco después, nació Bernardo, un saludable bebé.
El reino de Dios
Mi madre se ha dedicado a muchas cosas durante su vida, pero una que ha mantenido constantemente es su deseo de ver que se les hable de Jesús a los niños. Las pocas veces que vi que mostraba públicamente su disgusto fue cuando alguien intentó recortar el presupuesto para el ministerio entre los niños, para usarlo en lo que consideraban gastos más serios. «Me tomé un verano cuando estaba embarazada de tu hermano, pero después nunca falté», me dijo. Apliqué una poco de matemática familiar y me di cuenta de que mi mamá había estado trabajando con los niños de la iglesia durante 55 años.
Él conoce tu nombre
Después de dejar nuestra iglesia por tres años, mi esposo y yo volvimos a la comunión con la congregación. Pero ¿cómo nos tratarían? ¿Nos recibirían bien? ¿Nos amarían? ¿Nos perdonarían por habernos ido? Tuvimos la respuesta un soleado domingo por la mañana. Al atravesar las grandes puertas de la iglesia, no dejábamos de oír nuestros nombres. «¡Pat! ¡Dan! ¡Qué maravilloso verlos!». Como escribió la autora de libros para niños, Kate DiCamillo: «Lector, nada es más dulce en este triste mundo que escuchar que alguien que te ama te llame por tu nombre».
Maravilla invisible
En el ocaso de su vida, los pensamientos de la Sra. Goodrich aparecían y se perdían junto con los recuerdos de una vida intensa y llena de gracia. Sentada al lado de una ventana que daba a la gran bahía Traverse, en Michigan, tomó su libreta. En palabras que poco después no reconocería que eran suyas, escribió: «Aquí estoy en mi sillón favorito, y mi corazón flota. La olas golpeadas por el sol allí abajo en el agua se mueven constantemente… no sé hasta dónde. ¡Pero te doy gracias, querido Padre en las alturas, por tus bendiciones innumerables y tu amor eterno! Siempre me asombra pensar cómo puede ser que esté tan enamorada de Alguien a quien no puedo ver».