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Las puertas abiertas de Dios

En mi nueva escuela, cerca de una ciudad grande, la consejera me miró y me ubicó en la clase de composición de menor nivel. Yo venía de una escuela de un barrio pobre, pero con calificaciones excelentes e incluso un premio del director por mis escritos. Sin embargo, la puerta a la «mejor» clase de redacción se me cerró cuando la consejera decidió que yo no era apta.

Los sabios propósitos de Dios

El Reino Unido rebosa de historia. Dondequiera que uno va, hay placas que honran a figuras históricas y sitios que conmemoran eventos importantes. Pero uno de esos carteles da muestra del gracioso sentido del humor británico: una placa desgastada en una posada en Sandwich, Inglaterra, dice: «En este lugar, el 5 de septiembre de 1782, no pasó nada».

Motivado a orar

Una vez, una colega y amiga me dijo que su vida de oración había mejorado por causa de nuestro gerente. Quedé impresionada, pensando que nuestro complicado líder le había dado algunas pautas espirituales que influyeron en su manera de orar. Pero me equivoqué… en cierto modo. Me explicó: «Cada vez que lo veo venir, empiezo a orar». Su tiempo de oración había mejorado porque oraba más antes de conversar con él. Sabía que necesitaba la ayuda de Dios cuando trataba con el gerente, y clamaba más a Él por eso.

En las manos amorosas de Dios

Después de otro problema de salud, le temía a lo desconocido e incontrolable. Un día, en un artículo de la revista Forbes, me enteré de que los científicos estudiaron el aumento de la «velocidad de rotación de la tierra» y afirmaron que el planeta «se tambaleaba» y «giraba más rápido»; que esto «podría requerir […] la reducción oficial de un segundo del tiempo global». Aunque un segundo no parece una gran pérdida, saber eso me afectó mucho. Aun la más mínima inestabilidad puede hacer que mi fe tambalee. Sin embargo, saber que Dios tiene el control me ayuda a confiar en Él por más aterradoras y tambaleantes que parezcan nuestras circunstancias.

Crecer en Jesús

De niña, veía a los adultos como sabios e infalibles. Siempre saben qué hacer —pensaba—. Cuando crezca, también sabré siempre qué hacer. Ese «cuando crezca» llegó hace mucho, y lo que me enseñó es que, muchas veces, aún no sé qué hacer. Enfermedades de familiares, problemas laborales o conflictos interpersonales han arrebatado toda ilusión de control y fortaleza personal, dejándome una sola opción: cerrar los ojos y susurrar: «Señor, ayúdame. No sé qué hacer».

Amar como Jesús

Todos lo amaban. Estas palabras se usaron para describir a Giuseppe Berardelli, de Casnigo, Italia. Giuseppe era un querido hombre que recorría el pueblo en una vieja motocicleta y siempre saludaba diciendo: «paz y bondad». Trabajó incansablemente por el bien de los demás. Pero en los últimos años de su vida, su salud empeoró cuando contrajo coronavirus. La reacción de la comunidad fue comprarle un respirador. Sin embargo, cuando su condición se agravó, quiso que usaran el equipo para un paciente más joven que lo necesitaba. Oír esto no sorprendió a nadie, ya que era simplemente característico de un hombre que era amado y admirado por amar a otros.

Ventaja de la humildad

Como muchos maestros, Carolina dedica muchísimas horas para calificar tareas y comunicarse con alumnos y padres hasta altas horas de la noche. Para sentirse apoyada, busca la camaradería y ayuda de sus colegas. Su desafiante tarea se hace más fácil con la colaboración. Un estudio reciente sobre educadores descubrió que la colaboración se incrementa cuando los que trabajan muestran humildad. Cuando los colegas están dispuestos a admitir sus debilidades, los demás sienten la tranquilidad de compartir sus conocimientos y ayudar eficazmente a todo el grupo.

Motivado por el amor

Jim y Laneeda se pusieron de novios en la universidad. Se casaron y fueron felices por muchos años. Luego, Laneeda comenzó a actuar raro, se perdía y olvidaba los compromisos. A los 47 años, le diagnosticaron Alzheimer de aparición temprana. Después de cuidarla durante diez años, Jim pudo decir: «El Alzheimer me ha dado la oportunidad de amar y servir a mi esposa de maneras que eran inimaginables cuando dije: “Acepto”».

La sangre de Jesús

El color rojo no siempre se ve natural en cosas que fabricamos. ¿Cómo se pone el vibrante color de una manzana en una camiseta o un lápiz labial? En la antigüedad, el pigmento rojo se hacía de piedras rojas. En el siglo xv, los aztecas inventaron una manera de usar cochinillas para hacer tinte rojo. Hoy, estos mismos insectos nos proveen este color.

Ama a tus enemigos

Al ver que la Guerra Civil Estadounidense despertaba muchos sentimientos amargos, Abraham Lincoln consideró apropiado decir unas palabras amables sobre los habitantes del Sur del país. Ante la pregunta de cómo podía hacer eso, él replicó: «Señora, ¿no destruyo a mis enemigos cuando los hago mis amigos?». Un siglo después, reflexionando en esas palabras, Martin Luther King Jr. comentó: «Este es el poder del amor redentor».