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Dar con un corazón grande

En el club bíblico de una escuela donde mi esposa Sue colabora una vez por semana, les pidieron a los chicos que donaran dinero para ayudar a niños en Ucrania, arrasada por la guerra. Una semana después de que Sue le contara sobre el proyecto a nuestra nieta de once años, Maggie, llegó por correo un sobre de parte de ella. Contenía 3,45 dólares y una nota: «Esto es todo lo que tengo para los niños en Ucrania. Después enviaré más».

Dioses caseros

Los hombres del grupo de estudio bíblico rondaban los 80 años, así que me sorprendió saber que luchaban con la lujuria. Una batalla que había comenzado en su juventud y que continuaba. Cada día, prometían seguir a Jesús en esta área y pedían perdón por sus fracasos.

Gozo al dar

Cuando al hijo menor de Keri lo estaban volviendo a operar por algo relacionado con su distrofia muscular, ella quiso dejar de pensar en su situación familiar, haciendo algo por otra persona. Entonces, tomó los zapatos gastados pero en buenas condiciones de su hijo y los donó a un ministerio. Su donación incentivó a amigos, familiares e incluso vecinos a unirse a ella, ¡y poco después se donaron más de 200 pares!

Dar gracias a Dios

Mi amiga salió apurada de su estresante trabajo en el hospital, preguntándose qué prepararía para la cena antes de que regresara su esposo de un trabajo también exigente. Había hecho pollo el domingo, y el lunes comieron las sobras. Después, volvieron a comer pollo —esta vez, al horno— el martes. Encontró dos trozos de pescado en el congelador, pero sabía que no era lo que prefería su esposo. Como no encontró otra cosa, decidió que el pescado estaría bien.

Dios me ama y le gusto

Pareciera que los «me gusta» —esos pulgares hacia arriba en Facebook— siempre han estado con nosotros, pero este símbolo virtual de afirmación solo existe desde 2009.

Sediento y agradecido

Con dos amigos, estábamos cumpliendo una de las cosas que queríamos hacer antes de morir: recorrer el Cañón del Colorado. Al comenzar la caminata, dudamos de tener suficiente agua, y nos quedamos sin nada cuando todavía faltaba un trecho para llegar al borde del acantilado. Aparecieron jadeos, mezclados con oraciones. Entonces, doblamos en una curva y sucedió lo que seguimos considerando un milagro: divisamos tres botellas de agua en un hueco de una roca, con una nota: «Sabíamos que necesitarían esto. ¡Disfruten!». Nos miramos sin poder creerlo, susurramos un agradecimiento a Dios, bebimos un par de muy necesarios tragos y partimos hacia el último tramo. Nunca estuve tan sediento —y agradecido— en mi vida.

Limpiados por Cristo

Mi primer viaje misionero fue a la selva amazónica en Brasil para ayudar a construir una iglesia junto al río. Una tarde, visitamos una de las pocas casas de la zona que tenía filtro de agua. Cuando nuestro anfitrión vertió agua de pozo turbia en el aparato, a los pocos minutos se quitaron todas las impurezas y apareció el agua limpia y transparente. Allí, en la sala de aquel hombre, vi un reflejo de lo que significa ser limpiado por Cristo.

Dar y compartir generosamente

Cuando mi esposa Cari y yo terminamos la universidad, debíamos varios miles de dólares que teníamos que consolidar con un porcentaje de interés más bajo. Solicitamos un préstamo en el banco local, pero lo rechazaron porque no habíamos vivido ni trabajado en la ciudad mucho tiempo. Días después, le conté lo que había pasado a mi amigo Ming, que era anciano de nuestra iglesia. «Me gustaría mencionarle esto a mi esposa», dijo mientras salía.

De vacuidad a santidad

De niña, a mi hija le encantaba jugar con su queso suizo durante el almuerzo. Ponía el cuadrado amarillo sobre su cara, como una máscara, y decía: «Mira, mamá», mientras sus brillantes ojos verdes destellaban a través de dos agujeros vacíos del queso. Como mamá joven, esa máscara de queso suizo resumía lo que sentía sobre mis esfuerzos: sinceros, llenos de amor, pero tan imperfectos. Vacuidad, no santidad.

Misericordia con pizza

La invitación a cenar del líder de mi iglesia y su esposa me enterneció, pero también me puso nerviosa. Me había unido a un grupo de estudio bíblico universitario que enseñaba conceptos opuestos a enseñanzas de la Biblia. ¿Me darían un sermón sobre eso?