El secreto del contentamiento
Cuando Joni Eareckson Tada volvió a su casa después de un accidente al zambullirse en el agua, que la dejó cuadripléjica, su vida cambió por completo. Las puertas eran demasiado pequeñas para su silla de ruedas y los lavatorios demasiado altos. Tenían que darle de comer, hasta que ella decidió reaprender cómo hacerlo. La primera vez que levantó con su férula braquial la cuchara especial, se sintió humillada al volcar el puré de manzana en su ropa. Pero siguió intentando, y expresa: «Mi secreto fue aprender a apoyarme en Jesús y decir: “Oh, Dios, ¡ayúdame con esto!”». Hoy maneja muy bien la cuchara.
La pasión de tu vida
Hace años, mi esposa y yo bajábamos con unos amigos por un sendero angosto que rodeaba una colina, con una profunda caída de un lado y una ladera imposible de escalar del otro. Cuando llegamos a una curva, vi un oso enorme paseando, moviendo la cabeza de un lado a otro y resoplando tranquilamente. Como estábamos contra el viento, no había detectado que estábamos ahí.
La protección de Dios
Agujas, leche, ascensores, nacimientos y abejas en batidoras son solo algunas de las muchas fobias del Sr. Adrian Monk, el detective que da nombre al programa de televisión Monk. Pero cuando él y Harold Krenshaw, su eterno rival, quedan encerrados en el maletero de un auto, Monk logra superar uno de los miedos de su lista: la claustrofobia.
Legado de bondad
Marta fue asistente de una maestra en una escuela primaria durante más de 35 años. Cada año, ahorraba dinero para comprar abrigos, bufandas y guantes para los alumnos necesitados. Después de perder su lucha contra la leucemia, tuvimos un servicio de recordación. En lugar de flores, la gente donó cientos de abrigos nuevos para los estudiantes que ella amó y sirvió. Muchos compartieron historias de las innumerables formas en que Marta los había alentado con palabras amables y acciones bondadosas. Sus compañeros docentes la honraron con una campaña anual de abrigos durante tres años después de su paso a la eternidad. Su legado de bondad continúa inspirando a otros a servir con generosidad a los necesitados.
Él nos oye
El presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt solía saludar a gente en largas filas en la Casa Blanca. La historia dice que se quejaba de que nadie prestaba atención a lo que decía. Entonces, decidió hacer un experimento. A todos los que pasaban para darle la mano, les decía: «Esta mañana asesiné a mi abuela». Los invitados respondían con frases como: «¡Maravilloso! Siga con su buen trabajo. Dios lo bendiga». Solo al llegar al final de la fila y saludar al embajador de Bolivia, este escuchó lo que dijo, a lo que respondió perplejo: «Estoy seguro de que se lo merecía».
Hijos de Dios
Una vez, hablé en una conferencia secular para padres sin hijos. Desconsolados por su infertilidad, a muchos los desesperaba su futuro. Al haber atravesado ese mismo sendero, traté de alentarlos, diciendo: «Ustedes tienen una identidad significativa sin llegar a ser padres. Sé que han sido hechos de forma maravillosa y que hay un nuevo propósito que deben descubrir».
Compartir tu fe
Cuando la escritora Becky Pippert vivía en Irlanda, anhelaba compartir la buena noticia de Jesús con Heather, quien había sido su manicura dos años. Pero Heather parecía no tener ningún interés. Como se sentía incapaz de iniciar una conversación, Becky oraba antes de ir a atenderse.
¡Imagínalo!
En un programa de televisión sobre renovar casas, los televidentes suelen escuchar que la conductora dice: «¡Imagínalo!». Luego, ella muestra cómo quedaría con las cosas viejas restauradas, y las paredes y los pisos remodelados. En un episodio, la dueña de la casa estaba tan eufórica después de la renovación que brotaron tres veces de sus labios las palabras: «¡¡¡Qué hermoso!!!».
Dios está allí
Aubrey le llevó a su padre anciano un saco forrado con lana, pero él murió antes de poder usarlo. Entonces, ella puso una nota de aliento y 20 dólares en el bolsillo, y lo donó a una organización de caridad.
Él peleará por ti
El caballo herido se llamaba Drummer Boy, uno de los 112 que llevaron a los soldados durante la afamada Carga de la brigada ligera. El animal mostró tal valentía que su comandante, el Teniente Coronel de Salis, decidió que merecía una medalla tal como sus hombres. Aunque su acción contra las fuerzas enemigas fracasó, el valor de la caballería, al igual que el de sus caballos, se celebra hasta hoy como uno de los momentos más grandiosos del ejército británico.