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Jesús, nuestro todo

Con el gesto final del referí, la luchadora Kennedy Blades se convirtió en atleta olímpica 2024. Ella unió las palmas de sus manos, y levantándolas junto con sus ojos al cielo, alabó a Dios. Un periodista le preguntó sobre su avance en los últimos tres años, y esta atleta de élite ni siquiera mencionó su entrenamiento físico, sino dijo: «Me he vuelto supercercana a Jesús». Tras reconocer a Cristo como su rey, alentó a otros a creer en Él. Y agregó: «Él es la razón principal de que pueda llevar a cabo semejante cosa». En otras entrevistas, declaró fielmente que Jesús es todo para ella y la causa de todo lo bueno en su vida.

De gloria en gloria

Al vivir en un pueblo costero, a Valeria le encantaba el clima cálido, la fotografía de vida salvaje y estar en el agua. Y por sobre todo, ver el amanecer en el océano. Todas las mañanas, se levantaba antes del amanecer para observar el panorama. Calculaba que, a pesar del clima nuboso o los viajes, llegaba a ver más de 300 amaneceres frente al mar por año. Nunca se cansaba. A sus ojos, el amanecer contenía una gloria que no quería perderse de ver.

Amar mediante la oración

«No sé dónde estaría hoy si mi mamá no hubiese orado por mí. Creo que ni siquiera estaría vivo», comentó mi amigo Rahim, un exadicto que había estado preso por distribución de drogas. Un día, mientras tomábamos café, compartió sobre el cambio que habían producido en su vida las oraciones de su madre. «Aunque la había dxecepcionado terriblemente, seguía amándome con sus oraciones. Estaba metido en muchos problemas, pero si ella no hubiese orado por mí, sé que habría sido peor».

¿Insomnio?

Mi amigo me confesó que no estaba durmiendo bien. Su insomnio se relacionaba con una difícil situación familiar que lo mantenía levantado de noche. Justo ese día, yo estaba preparado para hablar del Salmo 3 en mi clase de la escuela dominical.

Las oraciones de una abuela

Durante una reunión familiar hace años, mi madre compartió unas palabras que había escrito. Honró a su abuela, una mujer que yo no había conocido pero de la que había oído hablar a menudo. Ella recordaba cómo Mama Susan se levantaba «antes del amanecer» y oraba por su familia. Qué recuerdo especial impactó la vida de mi madre; uno al que me aferro todavía hoy, aunque nunca conocí a mi bisabuela.

Interrupción inesperada

Manuel llegaba tarde a la iglesia y estaba atascado en un semáforo en rojo. Mientras esperaba impaciente, su hija vio a una mujer varada que trataba de reparar un neumático. «Papá, tú eres bueno cambiando neumáticos —dijo—. ¿La vas a ayudar?». Manuel ahora iba a llegar muy tarde, pero sabía que eso era una asignación divina. Se detuvo para ayudar, e incluso invitó a la conductora a la iglesia.

Cazar las pequeñas zorras

«Son las zorras pequeñas las que destruyen la viña», solía decir mi abuela. Luego, mi mamá repetía lo mismo. Y ahora yo se lo digo a mis hijos. ¿Pero qué significa cuidarse de las «zorras pequeñas»?

Cristo, nuestra prioridad

«¿Podemos invitarlo a ser el orador principal en nuestra conferencia nacional de liderazgo de iglesias?», decía la invitación de la renombrada organización. Después de leerla, José respondió: «Por favor, permítanme orar primero». Más tarde, cuando rechazó el ofrecimiento, le dijo a un amigo: «Sabía que Dios me estaba llamando a un trabajo editorial en un proyecto misionero, y ese compromiso me quitaría tiempo y energía. Dije que no para poder hacer lo que Dios quiere que haga».

Reconocimiento a quien le corresponde

Cientos de invitados llenaban el salón dorado para celebrar el 50.° aniversario de una organización sin fines de lucro y honrar a quienes lo habían hecho posible; especialmente a los que habían participado durante décadas. Un miembro fundador compartió agradecido cómo, aunque hubo miles de horas de voluntariado, millones de dólares de donaciones y un gran esfuerzo humano, no habrían triunfado sin Dios, porque Él había provisto todo.

El Dios que rescata

Bajo los escarpados arrecifes de Brora, en Escocia, una oveja necesitaba que la rescataran. Atrapada en un valle rodeado de rocas empinadas por un lado y el vasto mar por el otro, había estado sola durante dos años. A pesar de varios intentos de rescatarla, nadie pudo, hasta que un granjero llamado Cammy Wilson y tres amigos lo lograron mediante una riesgosa misión de rescate. Usando un cabestrante y mucha valentía, descendieron casi 250 metros para sacarla de su aprieto.