Momentos embarazosos
Las luces titilantes de la policía me hicieron prestar atención a una mujer que había sido detenida por una infracción de tránsito. Mientras el oficial, con la libreta de multas en la mano, volvía a su auto, pude ver claramente a la conductora avergonzada y sentada impotente detrás del volante. Trataba de taparse la cara para que la gente que pasaba no la viera, con la esperanza de que no supieran quién era. Su proceder me recordó cuán embarazoso puede resultar cuando nuestras decisiones y sus consecuencias ponen de manifiesto cómo somos.
Diarios de tragedias
Yves Congar tenía solo diez años cuando empezó la Segunda Guerra Mundial y la ciudad francesa donde vivía fue invadida por el ejército alemán. Su madre lo animó a llevar un diario, el cual se convirtió en una narración clara de una ocupación militar, con detalles coloridos. Registró una tragedia desde la perspectiva de un niño. Lo que había presenciado tuvo un impacto tan profundo en su vida que se sintió llamado a comunicarles a otros la esperanza que hay en Cristo.
Palabras paternales
Jim Davidson estaba escalando el Monte Rainier, cuando cayó por un puente de nieve en una grieta oscura y helada de un glaciar. Mientras estaba allí herido y ensangrentado, reflexionó sobre su niñez y recordó que su padre solía recordarle que podía lograr grandes cosas si se esforzaba en medio de la adversidad. Esas palabras lo ayudaron a soportar durante las cinco horas siguientes en que trepó por la pared de esa cueva oscura de hielo, con muy pocos elementos y bajo circunstancias extremadamente difíciles, hasta llegar a un lugar seguro.
La roca
En un viaje que hicimos con mi esposo, visitamos Plymouth Rock, un símbolo icónico de los Estados Unidos. La tradición sostiene que es el lugar donde los peregrinos, que llegaron a Norteamérica en el Mayflower en 1620, posaron por primera vez sus pies. Si bien nos encantó descubrir su significado, nos sorprendió y decepcionó que la piedra fuera tan pequeña. Nos enteramos de que por la erosión y la gente que se llevaba pedacitos, ahora solo mantiene un tercio de su tamaño original.
La bendición de dar
No tenía sentido que una viuda donara sus últimas monedas a una institución corrupta de Jerusalén, donde los escribas que dependían de esas ofrendas «[devoraban] las casas de las viudas» (Marcos 12:40). Pero en la acción de esa mujer, Jesús vio una muestra conmovedora de la actitud correcta hacia el dinero (vv. 41-44).
Dos victorias
El rey David se enfrentaba a un enemigo conocido. Años antes, había derrotado a Goliat, el principal guerrero filisteo, matándolo de un piedrazo (1 Samuel 17). Ahora era monarca de Israel, ¡y los filisteos aparecieron otra vez! Oyeron que él era el rey y decidieron atacar (2 Samuel 5:17).
Tiempo para todo
En la década de 1960, la banda The Byrds popularizó la canción Turn! Turn! Turn! [¡Gira! ¡Gira! ¡Gira!]. Subió a la cima de las 100 canciones más destacadas en Estados Unidos y se hizo popular en el mundo entero. La gente parecía cautivada con la letra. No obstante, lo interesante era que, excepto por la última línea, esas palabras eran del libro del Antiguo Testamento llamado Eclesiastés.
Por buena conducta
En el ministerio para niños en mi iglesia, damos tarjetas a aquellos que notamos que se portan bien. Los pequeños las juntan y reciben premios por las buenas decisiones que han tomado. De este modo, tratamos de reafirmar la buena conducta en lugar de concentrarnos en el mal comportamiento.
Saltar la pared
El sargento Richard Kirkland fue un soldado confederado durante la Guerra Civil en los Estados Unidos (1861-1865). Cuando el fracaso del ejército de la Unión durante la Batalla de Fredericksburg dejó abandonados a los soldados en tierra de nadie, Kirkland consiguió permiso para socorrerlos. Con varias cantimploras, saltó la pared de piedra y se inclinó para ayudar al primer soldado. Corriendo gran riesgo, el «Ángel de Marye’s Heights» extendió la misericordia de Cristo a soldados enemigos.
Quedarse quieto
Eric Liddell, conmemorado en la película Carrozas de Fuego, ganó una medalla de oro en las Olimpíadas de 1924, antes de ir a China como misionero. Años después, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, envió a su familia a Canadá para protegerla, pero él se quedó. Poco después, él y otro misionero extranjero fueron detenidos en un campo de concentración japonés. Tras varios meses de cautiverio, Liddell desarrolló lo que los médicos temían que fuera un tumor cerebral.