La mayor sorpresa de amor
En la película de drama fantástico y deportes El campo de los sueños, el personaje, Ray Kinsella, tiene un encuentro con su padre fallecido, pero cuando este era joven y deportista. Al verlo por primera vez, Ray le comenta a su esposa Annie: «Solo lo vi años después, desgastado por la vida. Míralo… ¿qué le digo?». La escena genera una pregunta: ¿Cómo sería ver a un ser amado —pero ahora ya muerto— nuevamente vital y fuerte?
Profundamente arraigados en Dios
El amado pastor Andrew Murray (1828-1917) compartió cómo, en su nativa Sudáfrica, varias enfermedades afectaban los naranjos. Para el ojo inexperto, todo podía parecer normal, pero un arborista especializado podía detectar la alteración que anunciaba la muerte lenta de la planta. La única manera de salvar el árbol era remover el tronco y las ramas de la raíz e injertarlos en uno nuevo. Así, el árbol podía crecer bien y producir fruto.
Amar a los demás en Jesús
En las escuelas secundarias hay un nuevo deporte sumamente alentador, parecido a otros que usan los aficionados que alientan, con árbitros y un marcador. Pero tiene un giro vital: cada equipo de cinco jugadores tiene dos con capacidades normales y tres con alguna forma de discapacidad. La actividad es conmovedora, ya que los jugadores se ayudan y alientan unos a otros, sin importar a qué equipo pertenezcan. La idea es incentivar a alumnos que, de otro modo, no experimentarían la alegría de los deportes competitivos.
Amar a los demás en Jesús
En las escuelas secundarias hay un nuevo deporte sumamente alentador, parecido a otros que usan los aficionados que alientan, con árbitros y un marcador. Pero tiene un giro vital: cada equipo de cinco jugadores tiene dos con capacidades normales y tres con alguna forma de discapacidad. La actividad es conmovedora, ya que los jugadores se ayudan y alientan unos a otros, sin importar a qué equipo pertenezcan. La idea es incentivar a alumnos que, de otro modo, no experimentarían la alegría de los deportes competitivos.
El honor de la humildad
Mi amiga Jenni, maestra de escuela primaria, solía llevar a sus alumnos a otras aulas para clases de música o arte. Cuando les pedía que formaran fila para ir, los alumnos de quinto grado competían por el lugar, intentando ubicarse primeros. Un día, Jenni los sorprendió haciendo que todos se dieran vuelta y los guio desde lo que había sido, solo segundos antes, el final de la fila. La sorpresa de ellos pudo oírse: «¿Quéeee?».
Dios del nuevo comienzo
«¡El mercader de la muerte está muerto!». Este era el título de un obituario que tal vez hizo que Alfred Nobel, el inventor de la dinamita, corrigiera el curso de su vida. Pero el periódico cometió un error: Alfred estaba bien vivo. El que había muerto era su hermano Ludvig. Cuando Alfred se dio cuenta de que sería recordado por un invento peligroso que se llevó muchas vidas, decidió donar la mayor parte de su abundante riqueza para establecer un premio para los que habían beneficiado a la humanidad. Se lo conoce como el Premio Nobel.
Gozo duradero
En 2014, los residentes de una aldea noruega pusieron una señal de tránsito que alentaba a las personas que cruzaban la calle a hacerlo de una manera cómica. La intención era generar momentos de humor, tanto para los «caminantes divertidos» como para los espectadores, a fin de iluminar sus días. Estos breves destellos de tonterías eran un aliento momentáneo para los espíritus decaídos.
La perspectiva de Dios
En 2018, el pastor Tan Flippin tuvo un accidente que lo llevó a un hospital con fracturas en la cadera. Cuando los médicos pidieron una tomografía computarizada para verificar si había algún traumatismo, descubrieron un tumor maligno en su cerebro. Esto llevó a descubrir otros tumores y a largos tratamientos, incluido un trasplante de médula. Flippin cree que Dios permitió el accidente para que le descubrieran el tumor cerebral.
Respuestas sazonadas
Alberto puso su tarjeta de débito sobre la cuenta del restaurante. La camarera la tomó, y tras una pausa preguntó: «Un momento, ¿quién este tipo que dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida?”. ¡Qué engreído!». Alberto se dio cuenta de que la camarera estaba reaccionando ante las palabras que el banco cristiano había impreso en la tarjeta: las palabras de Jesús en Juan 14:6. Sorprendido, le explicó quién era «este tipo» y sobre su sacrificio para llevarnos a Dios.
Escuchar la voz de Dios
A principios del siglo xx, la ciudad de Nueva York se había convertido en un lugar ruidoso. Con trenes elevados, autos, tranvías, gritos de vendedores de periódicos y gente apresurada: ¡la vida era ruidosa! Pero un día, en la esquina de Broadway y calle 34, Charles Kellogg le dijo a su amigo: —Escucha, oigo un grillo.