Month: Julio 2016

Aprender la lección

María era viuda y enfrentaba graves problemas de salud. Entonces, su hija la invitó a mudarse al nuevo «apartamento de la abuela», conectado con su casa. Aunque eso implicaría alejarse de sus amigos creyentes y de su iglesia, María se regocijó por la provisión del Señor. Sin embargo, a los seis meses, ese gozo y contentamiento iniciales amenazaban con desaparecer cuando se sintió tentada a quejarse por dentro y a dudar de si ese había sido el plan perfecto de Dios.

El lenguaje del amor

Cuando mi abuela fue a México como misionera, le resultó difícil aprender español. Un día, fue al mercado, le mostró su lista de compras a la muchacha que la atendió y le dijo: «Está en dos lenguas», queriendo explicar que la había escrito en dos «idiomas». El carnicero oyó de lejos y supuso que ella quería comprar dos lenguas de vaca. Mi abuela no se dio cuenta hasta que llegó a su casa. ¡Nunca antes había cocinado lengua de vaca!

Todo lo que necesitamos y más

En medio de la campiña inglesa, G. K. Chesterton se puso de pie de un salto y empezó a reírse a carcajadas. Explotó tan de repente y con tanto ruido que las vacas no dejaban de mirarlo.

Nuestra tarea principal

Cuando una erudita británica convocó a las religiones del mundo a trabajar juntas para alcanzar la unidad en nuestro planeta, personas de todas partes lo celebraron. Señalando que las religiones más importantes compartían la Regla de oro, sugirió: «La tarea principal de nuestra época es construir una sociedad global donde personas de todas las creencias puedan vivir juntas en paz y armonía».

Recordatorios importantes

El antropólogo Anthony Graesch afirma que el exterior de un refrigerador revela qué es importante para las personas. Durante una investigación que realizó con sus colegas, determinó que allí se colocaban un promedio de 52 cosas: horarios escolares, fotos familiares, dibujos de los hijos e imanes. Graesch denomina al refrigerador «un depósito de recuerdos familiares».

Fortalecer el corazón

El mes pasado, el gimnasio del vecindario donde hice ejercicios físicos durante años cerró, y tuve que inscribirme en otro. El anterior era un lugar cálido y amigable, frecuentado por personas a quienes les gustaba interactuar socialmente mientras hacían ejercicio. Casi nunca sudábamos… En cambio, el nuevo es un establecimiento estricto, lleno de hombres y mujeres que están seriamente dedicados a desarrollar cuerpos musculosos. Cuando miro a estas personas que se esfuerzan tanto, las veo fornidas, pero me pregunto si la gracia está fortaleciendo sus corazones.

Ponerse al lado

L os 30 compañeros de quinto grado y sus padres miraban mientras Mi’Asya caminaba nerviosa hacia la plataforma para hablar en la ceremonia de graduación. Cuando el director acomodó el micrófono a la altura de la niña, ella se puso de espaldas a la audiencia. La multitud susurraba palabras de ánimo: «Vamos, querida, puedes hacerlo». Pero Mi’Asya no se movió. Entonces, una compañera pasó al frente y se paró junto a ella. Con el director de un lado y su amiga del otro, los tres leyeron juntos el discurso. ¡Qué hermoso ejemplo de respaldo!

Únete al clamor

En mi país, un grupo de mujeres se reúne todos los meses para orar por Ghana y otras naciones africanas. Cuando les preguntaron por qué oran con tanta constancia, su líder señaló: «Miren, escuchen y vean las noticias. Guerras, tragedias, enfermedades y violencia amenazan con ocultar el amor de Dios hacia la humanidad y sus bendiciones para con nosotros. Tenemos la certeza de que Él interviene en los asuntos de las naciones; por eso, lo alabamos por sus bendiciones y clamamos para que intervenga».

Esperar en Dios

Mientras iba en un autobús del aeropuerto, unos pasajeros le dijeron al conductor que se detuviera. Parecía que no llegaríamos a tiempo para el otro vuelo, y esto sacó de quicio a uno de los pasajeros. Explotó contra el chofer, insistiendo en que ignorara la orden o lo demandaría. Justo en ese momento, un empleado llegó a toda velocidad, con un maletín. Miró al hombre enojado y, con actitud triunfante, se lo mostró. Tras recuperar el aliento, dijo: «Olvidó su maletín. Escuché que tenía una reunión muy importante, y supuse que lo iba a necesitar».

Sentarse un rato

Cuando yo era niño, todos los meses salíamos en una excursión familiar para visitar a mis abuelos maternos. Cuando llegábamos a la puerta de la granja, la abuela siempre nos saludaba diciendo: «Pasen y siéntense un rato». Era su forma de decirnos que nos pusiéramos cómodos y charláramos para «ponernos al día».