Lectura bíblica para hoy: Juan 20:19–29

—Pon tu dedo aquí y mira mis manos; mete tu mano en la herida de mi costado. Ya no seas incrédulo. ¡Cree! -Juan 20:27

Como yo, puede que sepas exactamente cuándo recibiste ciertas heridas que te dejaron cicatrices. Una pequeña cicatriz en la muñeca es el resultado de que un compañero de la banda del instituto me arrollara con sus prisas. Otra en el codo es de cuando un conductor confundió el acelerador con los frenos y chocó contra nuestra furgoneta. Y una tercera proviene de una operación.

Quizás también tengas cicatrices mentales y emocionales del dolor de la enfermedad, la pérdida o la muerte. La maravillosa y sanadora noticia es que, como afirma la canción «The Only Scars in Heaven» («Las únicas cicatrices en el cielo»), de Casting Crowns, las únicas cicatrices en el cielo pertenecerán a Jesús.

En ese lugar, no estaremos rotos ni heridos. Tenemos la esperanza de una vida sin dudas, miedos, angustia mental ni dolor físico. Estaremos con Jesús, hechos nuevos (APOCALIPSIS 21:4).

Después de la muerte y resurrección de Jesús, se apareció a sus discípulos y les mostró las cicatrices de sus manos y costado (JUAN 20:20). Tomás no estaba allí, así que dudó de la noticia (v. 25).

Jesús regresó y le dijo que tocara sus cicatrices y que ya no fuera incrédulo (v. 27). Disipadas sus dudas, Tomás respondió: «… ¡Mi Señor y mi Dios!». (v. 28).

Jesús murió para quitarnos nuestros pecados. Sus cicatrices lo identifican como el Cordero que fue inmolado por nosotros (APOCALIPSIS 5:6).

Podemos creer y regocijarnos y llenarnos de esperanza, porque un día Él nos sostendrá en sus manos marcadas por los clavos.

Alyson Kieda

¿Qué herida emocional o mental arrastras todavía? ¿Cómo has experimentado la curación a través de Jesús?

Querido Jesús, gracias por haber sido marcado por mí. Ayúdame a regocijarme en ti.