Estoa de marea
Me resulta fascinante pensar en la fuerza de atracción de la luna sobre nuestros grandes océanos, lo cual genera las mareas altas y bajas. Cuando estas mareas cambian, hay un breve período llamado «estoa de marea», en que el agua no sube ni baja. Según los científicos, en ese momento, el agua está «calma»; una pausa de quietud antes de que vuelva a producirse el avance repentino del flujo de agua.
Contenido, no extinguido
En junio de 2012, un incendio en el cañón Waldo destruyó 346 casas en Colorado Springs, Estados Unidos, y quemó más de 70 km2 (18.000 acres) de bosques. Se declaró que el fuego estaba totalmente controlado cuando se construyeron líneas perimetrales en toda el área. Se lo redujo a una zona definida hasta que pudo extinguirse por completo. Un bombero advirtió a los residentes sobre la posibilidad de seguir viendo humo porque, aunque el fuego estaba contenido, «no está controlado ni apagado».
Ancla de la esperanza
Frank, Ted y yo pescábamos percas en el lago Rice, en Ontario, Canadá. Estábamos en un bote tipo pontón, y los peces picaban mucho. Ocupados poniendo carnada y atrapando peces, poco a poco nos dimos cuenta de que ya no picaban tanto. Después entendimos por qué: el bote se había movido. Un viento fuerte lo había arrastrado. El ancla no podía sostenernos y se arrastraba por el fondo del lago. La levantamos, volvimos al lugar lleno de peces y volvimos a anclar. Nos alejamos otra vez. Después de un tercer intento, regresamos a la costa. No podíamos conseguir que el ancla se afirmara.
El gozo de la decepción
Mientras estudiaba en el instituto bíblico, me presenté para formar parte de los equipos de música itinerantes de la institución. Me entusiasmaba la idea de participar en ese ministerio, pero quedé frustrado cuando no me aceptaron. Ante mi decepción, solamente pude confiar en que los propósitos de Dios eran más grandes que los míos.
Mirar hacia abajo
Después de una cirugía menor de ojos, la enfermera me dijo: «No mire hacia abajo durante las próximas dos semanas. No cocine ni limpie». ¡La última parte de las instrucciones era más fácil de cumplir que la primera! Las incisiones necesitaban cerrarse, y ella no quería que les aplicara ninguna presión innecesaria al mirar hacia abajo.
Esperanza bienaventurada
Han ido y venido muchísimas predicciones sobre el fin del mundo. Estas cosas perturban y suelen llenar de miedo a la gente. No obstante, la Biblia habla de un tiempo llamado «día del Señor», cuando Él realmente volverá. Sin lugar a dudas, sucederá, pero solamente Dios sabe cuándo.
«Yo… eehh… perdón»
Los noticieros son rápidos para informar todos los detalles de los errores de los famosos y sus confesiones subsiguientes. Quizá se trate de un deportista arrestado por conducir ebrio o de un político descubierto en una inmoralidad. Solamente Dios conoce el corazón, pero cuando escuchamos un entrecortado «yo… eehh… perdón», tal vez nos preguntamos si esa persona está realmente arrepentida o si solo lamenta haber sido descubierta.
El poder de la compasión
Francis Schaeffer, escritor y apologeta cristiano, tenía dificultades para deletrear las palabras correctamente debido a su dislexia. En la universidad donde asistió, los errores de ortografía bajaban sus calificaciones en todos los trabajos escritos que debía presentar. Durante su primer año de estudios, un profesor le dijo: «Esta es la mejor monografía de filosofía que he leído en toda mi vida, pero es la peor escrita. ¿Qué voy a hacer? No puedo aprobarte».
Pertenencia
Mi papá tenía muchísimas historias sobre su pueblo natal. Puedes imaginarte qué emoción sentíamos cuando, en mi infancia, íbamos con toda la familia allí cada verano. Pescábamos junto al río San José y visitábamos la granja de su niñez, donde todas aquellas historias habían cobrado vida. Aunque ese lugar nunca había sido realmente el mío, siempre que lo visito —ahora con mis propios hijos, ya crecidos, y con mis nietos— me envuelve un nostálgico sentimiento de pertenencia.
Reflejos en las ventanas
Durante nuestras vacaciones en Alaska, vi gran parte del panorama a través de las ventanillas de vehículos en movimiento. Estaba agradecida por los vidrios que me permitían ver la belleza y mantenerme seca y abrigada. Pero las ventanillas también representaban un desafío: cuando llovía, las gotas por fuera obstaculizaban la visión, y cuando cambiaba la temperatura, se empañaban por dentro.