Salmo 46:6-7

 

Bramaron las naciones, titubearon los reinos; dio él su voz, se derritió la tierra. El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob.

 

En esta parte del salmo, vemos un marcado contraste entre la locura de la tierra y la constancia de nuestro Señor. Digamos que es nuestra experiencia cotidiana, ¿no? Una cosa es lo que sucede con «las naciones, […] los reinos; [… y] la tierra», y otra muy diferente y mucho mejor es la que ocurre con «el Señor de los ejércitos […] el Dios de Jacob». Esto significa que no podemos confiar en que nuestro mundo nos dé seguridad, consuelo o esperanza que permanezcan. Esto solo viene del Señor. Así que, lo primero que tenemos que hacer es dejar de buscar tranquilidad en las noticias. Tal vez obtengamos alguna buena noticia, pero nada consistente, profundo ni duradero como para sustentarnos.
Las naciones braman. En el Antiguo Testamento, la idea es que las naciones estaban alteradas, sacudidas o inquietas. Seamos sinceros, nuestro mundo está aterrado y confundido. Tan solo mira a tu alrededor. Los reinos se derrumban. Incluso los gobiernos o los reinos más estables pueden ser arrojados rápidamente a una espiral descendente. Dios deja oír su voz, y la tierra se sacude y se derrite. El salmista no nos dice cómo las acciones de Dios aterran a las naciones, pero de alguna manera, lo hacen. ¿Hace acaso el Señor algo directamente o tan solo permite que este mundo pecaminoso siga su curso? No lo sabemos. Pero el resultado final para nuestro mundo es el mismo: un miedo perturbador. El pánico en estos días es casi palpable.

Pero, como pueblo de Dios, no quedamos sin esperanza. El «Señor de los ejércitos» está con nosotros. Una vez más, esto podría traducirse: «el Señor de los poderes», o «el Señor que es el más fuerte de todos» está con nosotros. Es un término militar que sugiere que Dios está con nosotros como nuestro Dios guerrero. Lucha a nuestro favor. El «Dios de Jacob» (o Israel) es nuestro ayudador. Nuestro Dios ha sido el Dios de su pueblo desde el principio. El Dios de nuestro ancestro Jacob —cuyo nombre se le cambió a Israel— es nuestro ayudador, protector y torre fuerte.

¿Cómo está exactamente Dios con nosotros? En primer lugar, cuando la sensación de miedo nos ataque (y lo hará), tenemos el privilegio de hablar con el Señor al respecto. Podemos hablar con Él en cualquier momento y lugar, y decirle: «Señor, estoy asustado… tengo mucho miedo, pero confío en ti», o «Señor, todo esto es muy perturbador e inquietante; te pido que reemplaces mis preocupaciones con una confianza sólida en ti». En segundo lugar, el Espíritu Santo dentro de nosotros nos traerá consuelo y paz, a veces de maneras inesperadas y en el momento justo. Tercero, nos tenemos unos a otros. Tal vez estemos guardando una distancia social, pero somos parte de una familia que se preocupa por sus miembros. Y gracias a Dios, hoy en día estamos a una comunicación electrónica de distancia de la voz humana reconfortante de otro seguidor de Cristo. Dios está con nosotros: la oración, el Espíritu y la Iglesia.

Oración: Padre, nos conoces mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos. Nos amas y nos cuidas mejor que nadie. Puedes protegernos mejor de lo que nosotros podríamos hacerlo. Confesamos nuestros temores y preocupaciones, pero, más aun, confesamos nuestra confianza en ti, Aquel que pelea por nosotros, que siempre ha sido el Dios de su pueblo. Gracias por darnos el privilegio de la oración para poder derramar nuestros pensamientos ante ti, por darnos tu Espíritu consolador que nos tranquiliza constantemente, y por darnos unos a otros para amarnos y recibir amor. Amén.