Por Con Campbell
Es casi imposible hablar de algo másque el coronavirus y del caos que ha envuelto nuestro mundo. El hecho de que la Pascua esté a la vuelta de la esquina parece un pensamiento secundario. Pero tenemos que recordar el cuadro completo. Dudo que en 2000 años la gente siga hablando del coronavirus. Y, sin embargo, todavía estarán hablando de la resurrección de Jesús. Tal vez eso nos recuerde lo importante que es la Pascua, incluso en medio de la crisis actual.
En la Pascua, me encanta parar y pensar más profundamente en la derrota que Jesús le impuso a la muerte. Me recuerda que debo agradecer a Dios por la esperanza que tenemos de una nueva vida. Pero en esta Pascua, la resurrección de Jesús tiene algo importante que decir, mientras pensamos en el COVID-19. No fue sólo un gran milagro que afectó a una persona muerta. Es el “sí” de Dios a la renovación de la humanidad y el “sí” divino a la renovación de su creación. Las dos cosas están conectadas, y ambas dependen de la resurrección de Jesús. Mira Romanos 8:20–23:
Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo.
El destino de la creación quedó ligado al destino de la humanidad. Fue “sometida a vanidad” (v.20) debido a la rebelión de la humanidad contra Dios (Gén. 3:17–19). El mundo entero está fuera de control debido a ello. Del mismo modo, cuando la humanidad sea liberada de la muerte y llevada a la gloria, también lo hará toda la creación (v.21). Cuando nosotros seamos redimidos, el mundo también será redimido. Pero en este momento, mientras espera por nosotros, la creación está gimiendo como una mujer embarazada a punto de dar a luz (v.22).
Nosotros también “gemimos internamente” por nuestro sufrimiento mientras esperamos “la redención de nuestros cuerpos” (v.23). Esa redención, nuestra resurrección física de los muertos, está asegurada porque estamos conectados con Cristo, que ha sido resucitado como las primicias de lo que está por venir (1 Co 15,20–27). Su resurrección asegura nuestra resurrección. La derrota que Él impuso a la muerte se convierte en nuestra victoria.
El coronavirus existe porque nuestro mundo todavía está sujeto a la frustración. Todavía está fuera de control. Pero de la misma manera como esperamos una vida resucitada libre de sufrimiento, dolor y muerte, así la creación se renovará, libre de sufrimiento, dolor, muerte… y coronavirus. Tenemos esta esperanza gracias a la resurrección de Jesús de entre los muertos: el “Sí” de Dios a la humanidad y la creación. Apoderémonos de esa esperanza mientras reflexionamos, en este tiempo de Pascua, sobre la resurrección de Jesús.