Cuando atravesamos una situación difícil, no somos capaces de pensar en las consecuencias de lo que hacemos. Sobre todo, cuando tomamos una decisión irreversible. ¡Nosotros creemos que estamos huyendo de todo y de todos, pero no es cierto! Déjame recordarte que quienes más te quieren son los que más van a sufrir, los que verdaderamente se desesperarán al ver que ya no estás. Aquellos que te aman de una manera incondicional son los que jamás van a poder comprender que hayas llegado a una situación extrema fruto de la desesperación, porque jamás podrán abrazarte otra vez. Y esa es la mayor crueldad para alguien que nos ama.

Si crees que le harás daño a aquellos que te hirieron, olvídalo. ¡Ni siquiera pensarán en lo que has hecho! Las personas malas e insensibles no tardan ni siquiera dos minutos en borrar de su mente y su corazón cualquier situación que les parezca ridícula. Jamás piensan en el sufrimiento de los demás. ¡No pienses en quitarte la vida por ellos! ¡Es lo más absurdo que puedes hacer! Sin embargo, sí le harías mucho daño a quienes te aman sinceramente, porque nunca tendrán la posibilidad de poder hablar contigo y saber como te sientes. Siempre se sentirán culpables de su amor por ti.

Déjame decirte algo antes de seguir adelante: Dios no es el único que siempre estará contigo. Hay muchas más personas de lo que crees, que no te abandonarán. Aunque aparentemente creas estar solo. Sé que hay gente cruel, pero Dios te llevará a conocer personas que merecen la pena, ¡aún cuando ahora pueda parecerte casi imposible!

Cuando la enfermedad nos ataca

Puede que en este momento la mayor dificultad de tu vida esté “dentro” de ti. A veces la enfermedad nos ataca de una manera despiadada y nos da la impresión de que no podemos seguir adelante. No es así: siempre hay una salida. No pienses en lo más fatal: nadie está predestinado a morir de una manera determinada. Aunque haya habido situaciones en tu propia familia en las que quizás no han sabido tomar buenas decisiones, tú no tienes que repetir la historia; aunque en tu entorno algunas personas tomaran decisiones desesperadas, no por eso tienes que seguir su ejemplo. ¡Tú eres diferente! ¡Sean cuales sean tus circunstancias, no te dejes arrastrar al vacío! ¡No te desesperes jamás! No sólo puedes darle la vuelta a la historia, también puedes ser un gran ejemplo para otras personas.

A veces creemos sufrir trastornos de personalidad y llegamos a la conclusión de que nuestra vida no tiene sentido ¡No es cierto! Sea cual sea la enfermedad que estás soportando, siempre hay una salida. Si necesitas ayuda de un médico o de un psiquiatra, no dudes en hacerlo. ¡Si es una persona creyente, mucho mejor! Podrá explicarte muchas cosas sobre la belleza de tu vida y la obra extraordinaria que Dios quiere hacer contigo. Además, esas luchas que, a veces crees tener dentro de ti, son absolutamente normales: encontrarás personas creyentes que comprenderán perfectamente lo que estás sintiendo.

¿Sabes?, a veces nos desesperamos cuando creemos que nuestra vida no tiene sentido. Algunos incluso van más allá y sienten que la única manera de acabar con todo es precisamente eso: quitarse la vida. Y NO ES CIERTO, por muy difícil que sea la situación, o por mucho que la gente no confíe en nosotros, nunca debemos abandonar o creer que la solución es no seguir viviendo. SIEMPRE hay una salida y de nosotros depende encontrarla o no.

Dios tiene preparado dentro de cada persona un lugar para vivir, para llenarnos de paz. La vida que Dios ofrece no está gobernada por las circunstancias o por lo que otros puedan decir o entender, ni siquiera por la manera en la que nosotros vemos nuestros problemas. Dios ofrece una vida que nace desde dentro; una vida que es abundante en toda su expresión; una vida que brota, que desborda, que llena de tranquilidad aún a pesar de lo que ocurra “allá afuera”. Una vida que es capaz de vencer las heridas más profundas de las profundidades del alma. Una vida inigualable, que merece la pena ser vivida. Una vida que no defrauda ni exige éxitos temporales. Una vida que amanece radiante aún cuando el sol parezca muy lejano

No te desesperes. No caigas en las redes del engaño y la traición. No destruyas tu vida: De tu interior pueden brotar ríos de agua viva. Dios lo ha prometido y lo cumplirá. Sólo tienes que mirar hacia Él, sólo tienes que desear de corazón que la Fuente se integre en tu propio ser. No lo olvides: tu vida merece la pena. Dios quiere cambiar en gloria lo que para ti ahora mismo puede parecer una pesadilla.

Hay muchas voces que no “debemos” escuchar

Déjame contarte algo que sucedió hace muchos años, cuando Jesús recorría Palestina. En un momento de su vida, un ciego supo que estaba pasando por dónde él estaba mendigando y comenzó a gritar para que Jesús se acercara. En aquel momento la vida de aquellos que eran ciegos no tenía ningún futuro, no es como en el día de hoy. Dependían únicamente de lo que otros les daban, porque no solo no podían trabajar, sino que vivían totalmente abandonados, y sólo podían ser acompañados por otros ciegos, siempre pendientes de lo que alguna persona pudiera darles para comer.

Como te decía, cuando nuestro amigo supo que Jesús pasaba por allí, le gritó. ¡No se conformó con su situación! ¡Luchó por su vida! Llamó al Hijo de Dios porque quería que le sanara… pero todos a su alrededor le decían que se callara, que no molestara. «Entonces gritó, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y los que iban delante lo reprendían para que se callara; pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Jesús se detuvo y ordenó que se lo trajeran; y cuando estuvo cerca, le preguntó: ¿Qué deseas que haga por ti? Y él dijo: Señor, que recobre la vista. Jesús entonces le dijo: Recibe la vista, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios» (LUCAS 18:38-42).

A veces, los demás nos desprecian, no nos hacen caso, no quieren que molestemos ¡No importa! ¡Tenemos que luchar por nuestra vida! No escuches lo que otros dicen cuando dejan entrever que tu vida no tiene sentido ¡No es cierto! Es más, tampoco escuches las “voces” que a veces oímos como si estuvieran dentro de nosotros, diciéndonos que nada tiene sentido y que es mejor abandonar y quitarnos la vida. ¡No lo hagas! Puede que para algunos incluso eso esté de “moda” y otros te digan (a veces, nosotros mismos lo pensamos) que si hacemos algo fatal vamos a ser recordados siempre ¡No es así! ¡No tiene ningún sentido! La única manera de ser recordados es abrazando la vida y comprendiendo tanto nuestro valor como el de los demás. Cuando desde fuera o desde dentro comiences a “escuchar” ese tipo de palabras ¡Olvídalas! Si me permites un consejo, acércate a Jesús como hizo aquel ciego, porque Él si puede transformar nuestra vida y ayudarnos a vencer las circunstancias que nos rodean. Puede que aquel ciego le “estorbara” a algunos, y quizás a veces, nosotros también nos sentimos así, pero Jesús siempre “se detiene” para restaurar nuestra vida, porque para Él sí somos importantes. No escuches ningún tipo de voces que te lleven a la desesperación ¡vengan de dónde vengan! Sé valiente para rechazarlas: cuando nos acercamos a Dios, entonces somos realmente nosotros mismos y comprendemos el valor que tenemos.

 

Las decisiones que toman otras personas no son nuestra responsabilidad.

Hay algo que siempre me impresiona, y es la cantidad de personas que viven angustiadas por las decisiones que otros han tomado. Se sienten responsables de lo que hacen sus padres, sus hijos, sus hermanos, sus parejas, sus amigos. A veces llegan a vivir desesperados por lo que otros están haciendo y la tristeza llena sus vidas, simplemente porque alguien muy cercano está viviendo una vida equivocada. ¡No podemos dejarnos llevar! Nosotros podemos ayudar a quienes amamos, pero de ninguna manera podemos gobernar la vida de otras personas ni llevar las consecuencias de sus decisiones. No podemos desesperarnos por lo que otros han hecho o están a punto de hacer.

¡La vida es mucho más importante!

Algunas personas se desesperan porque alguien que aman ha hecho tal o cual cosa, y de repente, viene sobre ellos el dolor de la culpabilidad. Es cierto que nuestras acciones influyen en los demás, pero no solucionamos nada cargándonos de responsabilidad y dolor, mientras la otra persona, quizás ni siquiera se preocupa por lo que sentimos. Tu vida tiene mucho más valor del que imaginas, no puedes llevar la carga de las decisiones de otros. ¡Cada persona es libre! No caigas en la desesperación, aunque alguien a quién amas lo haya hecho. ¡En algún momento, alguien tiene que romper la cadena de las malas decisiones!

A veces cuando algún familiar se quita la vida, queda en la familia el dolor permanente de no haber hecho todo lo posible. ¡Tenemos que luchar contra ese dolor! Una decisión fatal no va a eliminar la anterior, debemos ser valientes para poner fin al sufrimiento de una manera radical: venciendo con la vida; ofreciendo a todos la posibilidad de seguir disfrutando de todos los días que Dios nos regala, a pesar de que el pasado haya sido cruel.