Dinero. Hablando de forma práctica, lo necesitamos para vivir. Lo usamos para conseguir comida, ropa… para adquirir un lugar para vivir. Hasta cierto punto, influye en casi todas las decisiones que tomamos todos los días. ¿Cómo pueden los cristianos evitar que algo que está en todas partes se convierta en una presencia idolatrada y malsana en sus vidas?

¡Echemos un vistazo a cinco garantías para no amar el dinero, sino usarlo como una herramienta para servir a Dios!

1. Comienza por contentarte 

¿Alguna vez has deseado tener más dinero para poder tener un apartamento más grande, ropa más bonita o un automóvil más elegante?

En 1 Timoteo 6: 6-10, Pablo advierte contra la peligrosa tentación de querer enriquecerse, de perseguir más y más lo que es valioso solo en esta vida temporal. Dice que es una trampa, y nos dice cómo evitarla: buscando ser piadosos y estando contentos con lo que tenemos.

Aprendamos a contentarnos dando gracias a Dios por el tiempo, el dinero y los talentos que ya tenemos. A medida que buscamos formas creativas de usar nuestros recursos actuales, aprendemos a abordar el dinero con una mente centrada en el Reino que será menos probable que caiga presa del hambre insaciable por más.

2. Recuerda de quién es

“¿Cuanto dinero ganas?” La forma en que hablamos sobre el dinero muestra cuán ansiosos estamos por hacerlo nuestro. Pero las Escrituras nos dicen que todo lo que existe en realidad le pertenece a Dios (Salmo 50:10-12), incluidos nosotros y el dinero que administramos.

Si bien puede ser tentador sentir que hemos ganado el dinero que tenemos, recordemos que Dios es quien diseñó las facultades mentales que usamos para crecer, aprender, estudiar y trabajar. Él es el Creador de todas las cosas, y todo lo que tenemos proviene de Él y es para Sus propósitos.

Una vez que ajustemos nuestra perspectiva, seremos menos propensos a aferrarnos al dinero con tanta fuerza, cada vez con mayor predisposición para usarlo para los propósitos de Dios y no para los nuestros.

3. No confíes en el dinero

¿Alguna vez pensaste que el dinero te provee? Ya sea que tengamos hambre, aburrimiento, frío o curiosidad, el dinero generalmente nos ayuda a obtener lo que queremos. Pero sabemos con certeza que Dios es en realidad nuestro sustentador y ayudador, no el dinero (Salmo 54:4).

Podemos practicar confiar en Dios para que nos ayude acudiendo a Él primero cuando tenemos necesidades. La próxima vez que surja una necesidad, en lugar de acudir de inmediato a nuestras cuentas bancarias, primero preguntémosle a Dios cuál es su plan de provisión.

Podríamos sorprendernos al descubrir que Dios a menudo satisface nuestras necesidades a través de amigos, regalos inesperados o una oferta espontánea de ayuda. A medida que nos deleitemos en su provisión creativa y generosa, nuestra confianza se trasladará cada vez más a nuestro fiel sustentador.

4. Practica dar en obediencia

¿Alguna vez te sentiste llamado a apoyar una determinada causa, pero la descartaste porque ya estás ofrendando en otro lado?

Si bien muchos de nosotros podemos asignar una cierta cantidad de nuestros ingresos o riquezas a ofrendar, diezmar y hacer donaciones, a veces Dios nos llama a dar más allá de eso. Cuando nos sintamos guiados a dar, pasemos tiempo en oración y luego obedezcamos, confiando en que Dios cuidará de todas nuestras necesidades (Lucas 12:24).

¿Hay alguna necesidad en la iglesia o en algún otro lugar que esté tocando tu corazón? Al desafiarnos a nosotros mismos a dar obedientemente, incluso si es incómodo, nos esforzamos por confiar en la provisión de Dios y recordamos que somos simplemente mayordomos del dinero, que solo lo retenemos por un corto tiempo y lo usamos como Dios nos lo pida.

5. Ora por las decisiones financieras

¿Alguna vez te preocupas por hacer un montón de cosas buenas solo para darte cuenta de que en realidad no has consultado con Dios acerca de ninguno de los planes que has elaborado? Hay muchas maneras en que podemos administrar fielmente nuestro dinero para los propósitos de Dios y usarlo para mostrar nuestro amor por Él. ¿Cómo podemos saber para qué quiere que lo usemos si no preguntamos?

A medida que crecemos en esta vida y continuamos tomando decisiones financieras, encomendemos todo lo que hacemos al Señor (Proverbios 16:1-3). Cuando lo hagamos, Él establecerá fielmente buenos planes para que andemos en ellos.

Cuando nos volvemos humildemente a Dios, Él nos guía con toda la sabiduría y  entendimiento para vivir vidas en las que solo Él es nuestro maestro, proveedor, sustentador y guía. A lo largo del camino, comenzaremos a ver que aunque el dinero conlleva el riesgo de conducir a la codicia y a las búsquedas mundanas vacías, cuando se entrega a Dios, en realidad es una herramienta poderosa para hacer inversiones eternas en esta vida que continuarán dando dividendos para siempre.

 

Publicado originalmente en YMI que forma parte de Ministerios Nuestro Pan Diario, en inglés. Traducido y republicado con permiso.