Escrito por Karen Kwek
Me pasó de nuevo: el fin de semana largo prometía un día más de descanso, pero después de ello, me arrastraba fuera de la cama y no disfrutaba el inicio de la semana de trabajo.
¿Había descansado? ¡Claro!, los días habían estado llenos de actividades extralaborales: caminar por el parque, pasar tiempo a solas, visitar a una tía, hacer mercado, cenar con amigos y ver Netflix por la noche. Entonces, ¿por qué seguía sintiéndome cansada después de todo?
¿Tú también, paradójicamente, sientes que necesitas descansar más luego de haberte tomado un tiempo libre para recargarte? ¿Por qué nuestros modernos estilos de vida suelen privarnos del verdadero descanso? Y, ¿cuál es la idea de descanso que la Biblia presenta? Después de haber buscado respuestas a mi dilema, aquí hay algunos recordatorios que se me ocurrieron:
Tendemos a pensar en el descanso como cualquier cosa que no tenga nada que ver con el trabajo: desde hacer nada, hasta disfrutar de nuestras aficiones favoritas. Sin embargo, la verdad es que, aunque nuestras actividades de ocio puedan ser un descanso del trabajo que solemos hacer; o estas podrían ser físicamente agotadoras en sí, o podríamos estar realizándolas de manera que nos deja física, mental o espiritualmente exhaustos en lugar de renovados.
Por ejemplo, por más que unas vacaciones en el extranjero sean un refrescante descanso del trabajo, viajar puede implicar sus propios tipos de estrés: desde contrarrestar el jet lag hasta lidiar con el choque cultural, contratiempos inesperados, jóvenes reclamando a niños, o un itinerario ajetreado.
Además, las opciones modernas de entretenimiento pueden dejar a nuestros cuerpos libres de impuestos, pero a nuestras mentes sobre estimuladas. Con las transmisiones de Internet, las noticias digitales, las redes sociales, los servicios de comercio electrónico y mucho más, todo fácilmente accesible; deslizamos, hacemos clic, tecleamos, arrastramos el dedo por la pantalla y damos «play» compulsivamente. Nos demos cuenta o no, la sobrecarga de información drena nuestra energía mental. Nuestro tiempo se consume, nuestras mentes se saturan de información y se vuelven vulnerables a los valores, tendencias y opiniones cambiantes del mundo.
2. Comprende el tipo de descanso al que Dios nos llama
En el Antiguo Testamento, Dios ordenó al pueblo de Israel guardar un «día de reposo». Era un día de descanso del trabajo, pero no era solo inactividad física, sino también un reposo para el Señor (Éxodo 20:10). Al reposar, los israelitas recordaban y celebraban que Dios los había rescatado de Egipto y que ellos pertenecían a Él. Efectivamente, el reposo era un recordatorio que Dios había apartado a su pueblo (Deuteronomio 5:15).
Además, los israelitas entendieron que estaban viajando a la tierra que Dios les había prometido, un «lugar de descanso», donde estarían a salvo de sus enemigos y podrían vivir con Dios (Deuteronomio 12:10). Cada día de reposo, dejaban el trabajo de lado, las actividades diarias que los sustentaban, para anhelar el prometido descanso y para confiar en la presente provisión de Dios.
Sin embargo, en el tiempo del Nuevo Testamento, los fariseos y los maestros de la ley habían malinterpretado la naturaleza del verdadero reposo. Ellos habían reducido el día de reposo a un sinnúmero de prohibiciones basadas en sus propios estándares de justicia, en vez de confiar en Dios.
No obstante, Jesús se presenta como el Señor del día de reposo y anuncia la llegada de «uno mayor que el templo» (Mateo 12:6-8). ¡Dios ahora habitaba en la carne con la humanidad!
Jesús, el Señor del reposo, nos llama a dejar de buscar el sentido en nuestra propia suficiencia o en falsos estándares de seguridad. En vez de ello, nos ofrece descanso para nuestras almas (Mateo 11:28-30). El verdadero descanso se trata de dónde ponemos nuestra confianza día a día. El verdadero descanso es nada menos que el eterno reposo de salvación.
Hebreos 4:3 aclara: «… los que hemos creído sí entramos en el reposo», el reposo del que Dios había hablado a Israel. Hoy, para nosotros, el camino al eterno reposo es creer que Jesús ha pagado por nuestros pecados en la cruz. Su carga es ligera porque Él la lleva toda, no hay nada en que podamos contribuir para nuestra salvación.
3. Busca cosas que nos nutran por dentro y por fuera
Como cristianos, probablemente todos lo sepamos, pero puede que no lo hayamos relacionado a cómo descansamos. Por ejemplo, ¿cuán seguido nuestro descanso se trata verdaderamente de recordar y confiar en el poder salvador y sustentador de Dios, y regocijarse en su presencia? ¿Cómo sería el reposo si fuésemos intencionales pasando tiempo con Dios?
Ahora, al reconsiderar mis propios días de descanso, no descartaría necesariamente viajes, ejercicio, amigos o Netflix. Disfrutamos de las cosas buenas con un corazón agradecido. Quizá evite el cansancio físico y mental al planear un tiempo de recuperación tras unas vacaciones aventureras, o al relajarme escuchando música ligera en vez revisar mis canales de YouTube favoritos antes de dormir.
Pero, más que eso, me gustaría renovarme con cosas que, de verdad, nutran mi alma y me anclen en la paz de Dios:
Leer y recordar la Palabra de Dios: «La ley del SEÑOR es perfecta; restaura el alma». (Salmo 19:7)
Hablar con Dios: «¡El Señor está cerca! Por nada estén afanosos; más bien, presenten sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús». (Filipenses 4:5-7)
Confesar pecados y pedir perdón: «Por tanto, arrepiéntanse y conviértanse para que sean borrados sus pecados; de modo que de la presencia del Señor vengan tiempos de refrigerio». (Hechos 3:19)
Adorar y agradecer a Dios: «Pero yo confío en tu misericordia; mi corazón se alegra en tu salvación». (Salmo 13:5-6)
Tener una comunidad que fortalezca tu fe: «Por tanto, hemos sido consolados. Pero mucho más que por nuestra consolación, nos gozamos por el gozo de Tito, porque su espíritu ha sido reanimado por todos ustedes». (2 Corintios 7:13)
A propósito, no es casualidad que la iglesia deba tratarse de todas estas cosas. ¡Quizá priorizamos nuestros encuentros semanales y nos encontramos verdadera y mutuamente renovados ahí!
4. Acuéstate a tiempo y duerme lo suficiente
Por último, aunque el descanso es más que lo físico, no es menos que eso. Somos almas con cuerpos, por lo que el cansancio físico o los problemas de salud pueden pasar factura a nuestro bienestar mental y espiritual. No quiero minimizar el papel de Satanás o del pecado cuando respondemos con falta de consideración o amor, pero no tener suficiente descanso físico da lugar a actitudes y comportamientos que no agradan a Dios, como el mal temperamento, la impaciencia, la toma apurada de decisiones, el egoísmo, etc.
Por ejemplo, los siguientes escenarios me demuestran que necesito extremadamente dormir más: cuando sigo despierta por pensamientos ansiosos, cuando deseo frenéticamente un día de cuarenta y ocho horas solo para terminar más cosas, cuando el estrés me hace propensa al enojo o a juicios apresurados, cuando me pongo gruñona si alguien me pregunta qué hora es…
En realidad, al final de una laboriosa jornada de trabajo, rehusarse a detenerse e ir a dormir puede revelar que, muy al fondo, no confiamos en que Dios está en control. Subconscientemente, podemos buscar seguridad en nuestras listas de cosas por hacer, o propósito en nuestra productividad, o descanso en nuestro entretenimiento, o sustento en un café. A largo plazo, ninguna de estas cosas nos dará el reposo que nuestros cuerpos y cerebros necesitan. El Dios que nos diseñó para días de veinticuatro horas sabe lo que hace, para que así podamos descansar seguros y despertar renovados el siguiente día.
Amigos, ¿qué cambiarán en su descanso? Les deseo momentos de sueños renovadores y placenteros. En las palabras del salmista: «En paz me acostaré y dormiré; porque solo tú, oh SEÑOR, me haces vivir seguro». (Salmo 4:8) (RVA-2015)
Publicado originalmente en YMI que forma parte de Ministerios Nuestro Pan Diario, en inglés. Traducido y republicado con permiso.