Escrito por Andrew Laird, Australia
A ninguno de nosotros nos gusta ser criticados, y es muy fácil ponerse a la defensiva cuando recibimos algún comentario que está muy lejos de ser negativo. En lugar de escuchar lo que la otra persona tiene que decir, puede que atinemos inmediatamente a argumentar por qué hicimos las cosas de cierto modo.
Es probable que el corazón del problema sea un problema del corazón: el cómo nos vemos en relación a nuestro trabajo. Cuando basamos nuestro valor en nuestros logros, el éxito o el fracaso de nuestro trabajo se convierte en la medida de nuestro éxito o fracaso como personas.
Desde luego, esto nos hace reacios a las críticas, que luego pueden parecer ataques personales. Para evitar esto, tomemos en cuenta estas dos cosas de modo que recibamos comentarios adecuadamente.
Nuestra identidad es lo que Dios Padre dice de Dios Hijo y de todos aquellos que están en Él, que somos hijos amados y aceptados, independientemente de nuestro trabajo (Mateo 3:17; Colosenses 3:1, 3, 12).
Esta identidad es independiente de nuestros logros y fracasos simplemente porque se nos es dada, es una identidad que recibimos por fe.
Hacer una pausa y recordarnos esta verdad todos los días ayuda mucho, especialmente cuando estamos a punto de recibir opiniones o críticas de nuestro trabajo. Internalizar esta verdad nos ayuda a recordar que lo que los demás digan, sea bueno o malo, no definirá quienes somos. Esto nos permite recibir comentarios abiertamente sin sentirnos atacados.
Recordar el crecimiento potencial como resultado puede hacer nuestros corazones susceptibles a escuchar comentarios duros, pero útiles, especialmente los que vienen de aquellos que nos aman y se preocupan por nosotros (Proverbios 27:6; 27:9, 17).
Esto no significa que estaremos de acuerdo automáticamente con cada crítica que recibamos, sino que prestemos atención amable y humildemente para identificar lo verdadero y ver cómo podemos mejorar y crecer.
¿Y qué pasa cuando nos toca dar una crítica o comentario a alguien?
Nuevamente, nuestra identidad en Cristo nos ayuda. Reconocer que nuestro valor es algo que nos fue dado nos hace humildes. No tenemos nada de qué alardear.
Recordar que somos pecadores salvados por gracia nos mueve a mostrar gracia a los demás y a hacerlo con una postura humilde.
Aquí te damos tres pasos para hacer comentarios humildes y llenos de gracia:
Puede que no nos equivoquemos al ver que alguien ha cometido errores genuinos o que tiene un punto débil que necesita ser señalado. Sin embargo, una postura llena de gracia dará pase a comenzar con una pregunta en vez de una acusación, por ejemplo: «Creo que este podría ser el caso, pero ¿tú qué opinas?»
Esto es muy útil por muchas razones. En primer lugar, demuestra humildad ¡porque reconocemos que nuestra crítica o comentario podría estar equivocado! En segundo lugar, porque permite a la persona darse cuenta de su error o debilidad de a pocos, así no se sentirá atacada.
Al aprender a preguntar delicadamente, actuamos como Dios actúa al corregirnos: con paciencia. Dios es tan amable y gentil cuando disciplina a sus hijos, nosotros, que puede tomar años en cambiarnos a través de su Espíritu (Romanos 2:4; 1 Timoteo 1:16; 2 Pedro 3:9, 15).
Si nuestro Padre perfecto es tan amable al corregirnos, cuánto más nosotros, como seres humanos imperfectos, necesitamos tomar esta perspectiva al hacer comentarios.
Habiendo comenzado con una pregunta, necesitamos escuchar la respuesta y responder apropiadamente (Proverbios 10:19, 18:2; Santiago 1:19).
Una manera de demostrar que estás escuchando es repetir con tus propias palabras lo que te dijeron, esto asegura que comprendiste correctamente.
Si la persona admite que es algo de lo que son conscientes, quizá no necesites decir más para resaltar el error y, en su lugar, puedas darles salidas constructivas.
O si es algo que ellos no sabían que necesitaban oír, puede que necesites explicar un poco más a detalle el problema. Dales la oportunidad de hacer preguntas y aclarar, e incluso discrepar contigo; al final, puede que no estés viendo el panorama completo.
Si, después de todo, simplemente ignoran tu crítica, está bien. Recuerda que no es tu trabajo forzarlos a aceptarla. Esa no es una perspectiva humilde ni llena de gracia.
En vez de ello, quédate satisfecho con haber mostrado preocupación y dado tu crítica. La respuesta queda en sus manos.
Solemos esperar que nuestro comentario o crítica produzca instantáneamente un cambio de opinión o comportamiento; sin embargo, el cambio suele ser lento y gradual. ¿Cuántas veces has ignorado comentarios al momento de recibirlo, para luego pensar en ello y darte cuenta que tenían razón? Lo mismo pasa aquí: quién sabe a qué conclusiones llegará la persona en las siguientes horas, días o semanas.
Después de todo, rendimos a Dios los resultados porque confiamos que es soberano. Podemos dejar el resultado en las manos de Dios, sabiendo que hemos cumplido con nuestra responsabilidad de hacer un comentario lleno de gracia.
Sea que estemos recibiendo o haciendo comentarios, nadie puede negar lo desafiante (y quizá incómodo) que puede ser. Pero, cuando recordamos que nuestra identidad está antes que nada en Cristo, aprender a hacer y recibir bien los comentarios nos permite crecer como Él, en gracia y humildad.
Andrew trabaja en Australia para el City Bible Forum y es el gerente nacional del programa Life@Work, que ayuda a cristianos a enlazar su fe con su trabajo cotidiano. Además, es autor de dos libros sobre el trabajo, incluyendo Bajo Presión: Cómo el evangelio nos ayuda a lidiar con la presión laboral. Ha sido decano del Instituto de Mercado del Ridley College, y también tiene experiencia en periodismo radial. Vive en Melbourne y está casado con Carly, con quien tiene tres pequeños niños.
Publicado originalmente en YMI que forma parte de Ministerios Nuestro Pan Diario, en inglés. Traducido y republicado con permiso.