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Articles by Elisa Morgan

La diestra de Dios

Mientras ayudaba a mi anciano perro Wilson a salir al césped, solté sin querer la correa de Coach, el más joven. Cuando me incliné para volver a tomarla, Coach salió disparando, arrancando la correa de mi mano y retorciéndome el dedo anular en el proceso. Caí al césped y grité del dolor.

Un glosario del dolor

Después de que Hugh y DeeDee entregaron su único hijo al cielo, no sabían cómo llamarse. No hay una palabra específica en español para describir a los padres que pierden a un hijo. Una esposa sin su esposo es una viuda. Un esposo sin su esposa es un viudo. Un niño que no tiene padres es un huérfano. Un padre cuyo hijo ha muerto es un agujero de dolor indefinido.

¿Dios está escuchando?

Cuando serví en el equipo de asistencia a la congregación de mi iglesia, una de las tareas era orar por las peticiones que dejaban escritas en el banco durante las reuniones: la salud de una tía, las finanzas de una pareja, que un nieto encontrara a Dios. Raras veces oía sobre los resultados de esas oraciones, ya que los pedidos eran anónimos y no tenía manera de saber cómo había respondido Dios. Confieso que a veces me preguntaba: ¿Él realmente escucha? ¿Sucede algo como resultado de mis oraciones?

Descansar bien

El reloj marcaba la 1:55. Cargada por una conversación por mensaje de texto tarde en la noche, no podía dormir. Me levanté y fui en silencio al sofá. Busqué en Google «qué hacer para dormirse», pero terminé encontrando qué no hacer: no tomar una siesta, no beber cafeína ni trabajar hasta tarde. Después, encontré el consejo de evitar el «tiempo en pantalla» hasta tarde. Ups. Ahí me había equivocado. En cuanto al buen descanso, hay listas de qué no hacer.

La sabiduría que necesitamos

Elena abrió el buzón y vio un paquete con la dirección de su querida amiga. Pocos días antes, le había contado sobre una lucha relacional. Con curiosidad, lo abrió y encontró un colorido collar de yute con cuentas, acompañado de una tarjeta con el eslogan de una compañía —«Dilo en código Morse»— y la traducción del sabio mensaje escondido en el collar: «Busca los caminos de Dios». Elena sonrió mientras se lo ponía en el cuello.

Nuestro Padre nos cuida

¡Paf! Levanté la vista y estiré la oreja hacia el lugar del ruido. Al ver una mancha en el vidrio de la ventana, miré hacia fuera y descubrí que un pájaro había caído al piso. Me rompió el corazón, y tuve deseos de ayudar a ese ser frágil y cubierto de plumas que aún vivía.

Hizo lo que pudo

Colocó el paquete de mantecados junto a la caja, seguido de una tarjeta de cumpleaños y varias bolsas de patatas fritas. Tenía el cabello revuelto, y le caía sobre su frente exhausta. Su hijita gritaba por atención. La cajera mencionó el total, y la decepción de la mamá se le vio en la cara. «Ay, creo que tendré que quitar algunas cosas. Y son para su cumpleaños», dijo suspirando y mirando con tristeza a su pequeña.

El glaseado de la fe

Mi nieto y yo habíamos salido a buscar un atuendo especial para la vuelta a la escuela. Ya entraba a preescolar, y yo estaba decidida a avivar su alegría y su entusiasmo. Acababa de ver una taza con la inscripción: «Las abuelas son mamás con mucho glaseado». ¡El glaseado equivale a diversión y alegría!

Cartas afectuosas

Hace décadas, el Dr. Jerry Motto descubrió el poder de una «carta afectuosa»: enviar una sencilla carta que expresa afecto e interés a expacientes que habían intentado suicidarse disminuye la reincidencia a la mitad. Hace poco, proveedores de servicios de salud redescubrieron este poder al enviar textos, tarjetas e incluso memes por redes sociales para tratamientos de seguimiento a personas deprimidas.

Profundidades del amor

Dylan McCoy, de tres años de edad, acababa de aprender a nadar cuando cayó a través de una chapa deteriorada que tapaba un pozo de 12 metros de profundidad en el patio de su abuelo. Dylan se las arregló para mantenerse a flote hasta que su padre bajó a rescatarlo. Los bomberos llevaron sogas para sacar al niño, pero el padre estaba tan desesperado por su hijo que ya había bajado por las piedras resbaladizas, para asegurarse de que estuviera bien.