El año 2022 fue muy especial para mi esposa y yo. Ese año nació nuestra nieta Sophia, la única mujer entre ocho nietos. ¡Desde entonces, no dejamos de sonreír! Cuando nuestro hijo nos hace una videollamada, el entusiasmo aumenta aún más. Aunque mi esposa y yo estemos en diferentes habitaciones, las exclamaciones de gozo de ella revelan que está viendo a nuestra nieta. Ver a aquellos que amamos y que viven lejos está ahora a un solo clic de distancia.
Tomás es habitué del gimnasio, y es evidente. Tiene hombros anchos, músculos voluminosos y brazos casi del tamaño de mis muslos. Su estado físico me llevó a entablar una conversación espiritual con él. Le pregunté si su estado físico reflejaba de algún modo una relación saludable con Dios. Aunque no profundizó mucho, reconoció que tenía «a Dios en su vida». Hablamos lo suficiente como para que me mostrara una foto de él con unos 180 kilos de peso, fuera de forma y mala salud. Un cambio en su estilo de vida había obrado maravillas físicamente.
Durante mi caminata matinal, observé un vehículo detenido contramano en el camino. La conductora ignoraba el peligro que corrían ella y otros porque estaba dormida, aparentemente bajo la influencia del alcohol. Ante tal situación, tuve que actuar. Después de conseguir moverla al asiento del pasajero, para poder ubicarme en el del conductor, conduje hacia un lugar seguro.
El corazón humano es un órgano asombroso. Esta estación de bombeo del tamaño de un puño pesa entre 200 y 350 gramos. Diariamente, ¡late unas 100.000 veces y bombea 7.500 litros de sangre a través de alrededor de 100.000 kilómetros de arterias y venas! Con semejante tarea estratégica y carga de trabajo tan pesada, es comprensible que la salud cardíaca sea vital para el bienestar de todo el cuerpo. La ciencia médica nos alienta a procurar hábitos saludables porque la condición de nuestro corazón y la calidad de nuestra salud van de la mano.
La hermosa novia, tomada del brazo de su orgulloso padre, estaba lista para caminar hacia el altar, pero no antes de que entrara su sobrino de trece meses, el cual, en lugar de tener el habitual «anillo», llevaba una Biblia. Así, esta pareja de consagrados creyentes en Jesús quería testificar de su amor a las Escrituras. Casi sin distraerse, el niño se hizo paso hasta el frente de la iglesia. Lo ilustrativo fue que las marcas de sus dientes quedaron grabadas en la tapa de cuero de la Biblia. ¡Qué cuadro apropiado de los creyentes en Cristo que desean conocerlo: gustar y asimilar las Escrituras!
Tiene la espalda encorvada y camina con un bastón, pero sus seis décadas de pastoreo espiritual son prueba de que descansa en Dios, la fuente de su fortaleza. En 1993, al Reverendo William Barber le diagnosticaron una enfermedad que provoca la fusión de las vértebras. De una manera no muy sutil, le dijeron: «Barber, tal vez deba pensar en hacer otra cosa que no sea pastorear, porque la iglesia no va a querer [que un discapacitado] sea su pastor». Pero él superó ese comentario hiriente. Dios no solo lo ha utilizado como pastor, sino también como una voz poderosa y respetada para los desfavorecidos y marginados.
El nuevo amigo del pastor Bailey le contó su historia de abusos y adicción. Aunque era creyente en Jesús, debido a su exposición al abuso sexual y la pornografía a una edad temprana, lo invadía un problema mayor que él. Y en su desesperación, buscó ayuda.
A James Morris se lo describió como «un laico analfabeto pero afectuoso». Sin embargo, Dios lo utilizó para guiar a Augustus Toplady a la fe en Jesucristo. Toplady, el autor del inmortal himno Roca eterna, en el siglo xviii, describe lo que pensó al oír predicar a Morris: «Es extraño que yo […] fuera llevado cerca de Dios […] en medio de un puñado de Su pueblo reunido en un granero, y bajo el ministerio de alguien que apenas podía deletrear su nombre. Sin duda, es obra del Señor, y es maravilloso».
Un sábado por la mañana, durante un estudio bíblico, un padre estaba turbado porque su amada y descarriada hija había vuelto a la ciudad, pero estaba incómodo con ella en su casa por cómo se comportaba. Otra asistente no estaba bien porque una larga enfermedad y los años habían afectado su cuerpo, y numerosas visitas a varios médicos apenas la habían mejorado. Estaba desanimada. Por designio divino, el pasaje que estudiaron ese día fue Marcos 5. Y al terminar el estudio, la esperanza y el gozo eran palpables.
Un examen médico de rutina para el pequeño Calvin, de cuatro años de edad, reveló unas manchas inesperadas en su cuerpo. Durante la visita, le aplicaron inyecciones y cubrieron el lugar con una venda adhesiva. En casa, cuando llegó el momento de quitársela, lloriqueaba con miedo. Para consolarlo, su padre dijo: «Calvin, sabes que nunca haría nada para lastimarte». Quería que su hijo confiara en él más de lo que temía que le quitara la venda.