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Articles by Amy Boucher Pye

Ojos para ver

Genevieve tenía que ser los «ojos» de sus tres hijos, todos con cataratas congénitas. Dondequiera que los llevaba, en su aldea de la República de Benín, en África Occidental, sujetaba a uno de su espalda y sostenía el brazo y la mano de los otros dos, previendo peligros. En una cultura que considera que la ceguera es provocada por la brujería, Genevieve, desesperada, clamó a Dios por ayuda.

¡Jesucristo ha resucitado hoy!

Antes de que Charles Simeon asistiera a la universidad en Cambridge, Inglaterra, le encantaban los caballos y la ropa, y gastaba sumas enormes en su atuendo todos los años. Pero como la universidad requería que asistiera regularmente a la reunión de la Cena del Señor, comenzó a explorar sus creencias. Después de leer libros escritos por creyentes en Jesús, experimentó una dramática conversión un Domingo de Pascua. Despertándose temprano el 4 de abril de 1779, exclamó: «¡Jesucristo ha resucitado hoy! ¡Aleluya! ¡Aleluya!». Su fe fue creciendo mientras se dedicaba al estudio de la Biblia, la oración y la asistencia a las reuniones en la capilla.

Un nuevo mandamiento a amar

El Reino Unido tiene una tradición que comenzó allá por el siglo xiii, en la que los miembros de la familia real entregan regalos a los necesitados el día antes al Viernes Santo, llamado Jueves de Maundy [Maundy Thursday]. La práctica surge del significado de la palabra maundy, del latín mandatum, «mandamiento». El mandamiento que se conmemora es el nuevo que Jesús les dio a sus amigos la noche antes de morir: «Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (Juan 13:34).

Ama a tus enemigos

Al ver que la Guerra Civil Estadounidense despertaba muchos sentimientos amargos, Abraham Lincoln consideró apropiado decir unas palabras amables sobre los habitantes del Sur del país. Ante la pregunta de cómo podía hacer eso, él replicó: «Señora, ¿no destruyo a mis enemigos cuando los hago mis amigos?». Un siglo después, reflexionando en esas palabras, Martin Luther King Jr. comentó: «Este es el poder del amor redentor».

La Palabra de Dios que transforma

Cuando Kristin quiso comprar un libro especial para Xio-Hu, su esposo chino, lo único que pudo encontrar en su idioma fue una Biblia. Aunque ninguno creía en Cristo, esperaba que igualmente apreciara el regalo. Al verla por primera vez, él se enojó, pero finalmente la abrió. Mientras leía, las verdades de sus páginas lo persuadieron. Molesta ante este imprevisto, Kristin empezó a leer las Escrituras para refutar a Xio-Hu. La sorpresa fue suya cuando ella también creyó en Jesús al ser convencida por lo que leía.

Obrero de Dios

En un campamento de refugiados en Medio Oriente, cuando Reza recibió una Biblia, supo de Jesús y creyó en Él. Su primera oración en el nombre de Cristo fue: «Úsame como tu obrero». Más tarde, tras salir de ahí, Dios respondió su oración cuando, inesperadamente, consiguió trabajo en una agencia de asistencia y regresó al campamento para servir a las personas que conocía y amaba. Organizó clubes de deportes, clases de idioma y orientación legal: «todo lo que pudiera dar esperanza a la gente». Él considera que estos programas son una manera de servir a los demás y compartir la sabiduría y el amor de Dios.

Una cosa es necesaria

En un remoto lugar de la costa inglesa, lideré un retiro sobre el tema de María y Marta, las hermanas de Lázaro, que vivían en Betania y a quienes Jesús amaba (Juan 11:5). Inesperadamente, una tormenta de nieve nos impidió salir, y muchas de las participantes señalaron cómo el día extra juntas significó que pudiéramos practicar sentarnos a los pies de Jesús, como hizo María. Querían experimentar ese «solo una cosa es necesaria» (Lucas 10:42) que Jesús amorosamente le dijo a Marta que debía buscar: acercarse a Él y aprender.

El Dios de las sorpresas

El centro de convenciones se oscureció y miles de estudiantes universitarios inclinamos la cabeza mientras el orador nos guio en una oración de consagración. Cuando pidió que pasaran al frente los que se sintieran llamados a la obra misionera en el extranjero, vi que mi amiga Lynette se levantó, y sabía que estaba prometiendo servir en Filipinas. Pero yo no pasé. Viendo la necesidad en los Estados Unidos, quería compartir el amor de Dios en mi tierra natal. Pero una década después, formé mi hogar en Gran Bretaña, procurando servir a Dios entre las personas que Él me puso de vecinos. Mis ideas de cómo vivir mi vida cambiaron.

Liberación de la esclavitud

«¡Son como Moisés, sacándonos de la esclavitud!», exclamó Jamila. Ella y su familia trabajaban en un horno de ladrillos en Pakistán, y estaban agobiados por la exorbitante cantidad de dinero que le debían al dueño. Gran parte de lo que ganaban lo usaban solo para pagar los intereses. Pero cuando recibieron una donación de una organización sin fines de lucro que los libró de su deuda, sintieron un alivio tremendo. Jamila, que creía en Jesús, comparó lo sucedido con la liberación de la esclavitud que Dios les dio a Moisés y los israelitas.

Empapado por el Espíritu

El escritor Scot McKnight cuenta que, cuando estaba en la escuela secundaria, tuvo lo que llama una «experiencia de ser empapado por el Espíritu». En un campamento, el orador lo desafió a someterse al Espíritu para que Cristo fuera el Señor de su vida. Más tarde, se sentó bajo un árbol y oró: «Padre, perdona mis pecados». Y agrega que sucedió algo poderoso: «El Espíritu Santo entró en mi vida y me llenó. Desde ese momento, mi vida ha sido completamente diferente. No perfecta, sino diferente». De repente, tuvo deseos de leer la Biblia, orar, reunirse con otros creyentes y servir a Dios.