… vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. – LUCAS 23:55
Lectura bíblica para hoy: Lucas 23:53–24:12
Hace años, mi hija menor y yo caminábamos por una tienda unas semanas antes del Domingo de Resurrección. «Mira todo esto —dijo ella—. No hay nada más que dulces y adornos de Pascua. Apuesto a que no hay ni una sola tumba en venta en la tienda».
Pensé que era interesante que mencionara una tumba y no una cruz o un lirio como símbolo de la Pascua. Tal vez mi hija haya dado con algo que yo suelo pasar por alto en mi prisa por celebrar la resurrección. Jesús fue colocado en una tumba, y en la mente de los más cercanos a Él, allí era donde permanecería.
En Lucas 23 y 24, nota cuántas veces se mencionan el cuerpo de Jesús y la tumba. En aquella primera mañana de Domingo de Resurrección, las mujeres llegaron a ese lugar a ungir con especias un cadáver para sepultarlo adecuadamente. En la profunda
tristeza de aquel terrible fin, quedaron pasmadas ante una noticia
que parecía demasiado increíble para ser verdad: «No está aquí,
sino que ha resucitado…» (Lucas 24:6).
Nuestras tristezas y sueños destrozados, que parecen tan definitivos, han sido cambiados para siempre por la tumba vacía de Jesús. Y es esta tumba vacía que proclama la victoria que Cristo obtuvo sobre el pecado y la muerte, y la esperanza viva que tenemos en Él.
El gran acontecimiento de la resurrección es solo parte de la historia. Su pleno significado se revela cuando hacemos una pausa por primera vez ante esa tumba.
La tumba vacía de Cristo garantiza nuestra victoria sobre la muerte.