… ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!… – MATEO 21:9

 

Lectura bíblica para hoy: Salmo 94:16-23

 

Alguien escribió lo siguiente acerca de Jesús: «Él, que es el Pan de vida, empezó su ministerio con hambre. Él, que es el Agua viva, terminó su ministerio con sed. Cristo padeció hambre como ser humano, pero alimentó a los hambrientos como Dios. Se cansó, pero es nuestro descanso. Pagó tributos, pero es el Rey. Lo llamaron diablo, pero echó fuera demonios. Oró, pero escucha la oración. Lloró, y es quien seca nuestras lágrimas. Fue vendido por treinta piezas de plata, pero redime a los pecadores. Fue llevado como oveja al matadero, pero es el buen Pastor. Dio su vida, y al morir, destruyó la muerte».

Durante su vida terrenal, Jesús fue un hombre de impresionantes contrastes, reflejando tanto su genuina humanidad como así también su deidad plena. Aquel primer Domingo de Ramos, uno hubiera esperado que Jesús, el Rey, entrara en Jerusalén montado en un brioso corcel. Sin embargo, en lugar de eso, escogió un humilde asno. Antes de poder venir a reinar como Rey, tenía que
venir a morir como Salvador.

Es de esperar que se encuentren tales contrastes en la vida de Aquel que fue plenamente Dios y plenamente hombre. Jesús, el Señor soberano del universo, se hizo hombre para morir por nosotros, pero, un día, regresará como Rey de reyes.

El humilde carpintero de Nazaret fue el poderoso arquitecto del universo