Comunión celestial
Cuando Eagle, el módulo lunar de Apolo 11, aterrizó en el Mar de la Tranquilidad de la luna en 1969, el astronauta Buzz Aldrin, que había recibido permiso para llevar pan y vino para tomar la Santa Cena, fue el primero en consumir alimentos en la luna, después de leer un pasaje de la Escritura. Más adelante, escribió: «En la gravedad de la luna, seis veces menor a la de la Tierra, el vino fue elevándose con lentitud y gracia por el costado de la copa». Mientras Aldrin disfrutaba de esta comunión celestial, sus acciones proclamaron su convicción en el sacrificio de Cristo en la cruz y la garantía de su segunda venida.
La provisión de Dios
Berni, de tres años, y su mamá iban a la iglesia todas las semanas para ayudar a descargar comestibles del camión del ministerio de comidas. Cuando el niño escuchó que su madre contaba que el camión se había averiado, dijo: «Uy, no. ¿Cómo repartirán la comida?». La madre le explicó que la iglesia tendría que juntar dinero para comprar un camión nuevo. Berni sonrió, y saliendo del cuarto, dijo: «Yo tengo dinero», y volvió con un recipiente de plástico lleno de monedas; poco más de 38 dólares. Aunque no tenía mucho, Dios combinó su ofrenda con las de otros para conseguir un nuevo camión frigorífico.
Arcoíris de esperanza
Durante unas vacaciones, otra batalla contra el dolor crónico me forzó a pasar los primeros días recuperándome en una habitación. Mi humor se volvió tan oscuro como el cielo. Cuando por fin me aventuré a salir para disfrutar de un paseo con mi esposo, las nubes grises bloqueaban bastante el paisaje, pero aun así, tomamos fotos de las ensombrecidas montañas y el borroso horizonte.
La esperanza atraviesa las tormentas
A principios de 2021, varios cazadores de tormentas grabaron videos y tomaron fotos de un arcoíris junto a un tornado en Texas. En un video, largos tallos de trigo se doblaban ante el poder del viento. Un arcoíris brillante atravesaba el cielo gris, en dirección al torbellino. En otro video, aparecían personas de pie junto al camino, observando que el símbolo de la esperanza se mantenía firme junto a la oscura nube con forma de embudo.
Siempre digno de compartir
Después de aceptar a Cristo, le compartí el evangelio a mi madre. En lugar de tomar una decisión por Él, como yo esperaba, dejó de hablarme por un año. Oraba por ella y la llamaba todas las semanas. El Espíritu Santo me consoló y siguió obrando en mi corazón mientras ella me trataba así. Cuando por fin respondió mi llamada, me comprometí a amarla y compartir la verdad de Dios siempre que tuviera la oportunidad. Meses después, dijo que yo había cambiado. Casi un año después, recibió a Jesús como su Salvador, y nuestra relación se profundizó.
Vale la pena
Después de que una amiga cortó sin explicación nuestra amistad, volví a mi antiguo hábito de mantener a distancia a la gente. Mientras procesaba mi dolor, tomé un ejemplar de Los cuatro amores, de C. S. Lewis, donde hace una poderosa observación de que el amor implica vulnerabilidad. Afirma que «no hay inversión segura» cuando alguien se arriesga a amar. Sugiere que amar «algo [llevará a que] tu corazón se retuerza y posiblemente se rompa». Leer esas palabras cambiaron mi manera de leer el relato de la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de su resurrección (Juan 21:1-14), y tras la negación de Pedro, no solo una sino tres veces (18:15-27).
El gran amor de Dios
Cuando una amiga me pidió que les hablara a unas adolescentes en un taller sobre la pureza, me negué. A esa edad, yo había luchado con eso y llevé durante décadas marcas provocadas por mi inmoralidad. Después de casarme y perder a nuestro primer bebé durante el embarazo, pensé que Dios me estaba castigando por aquellos pecados. Cuando entregué mi vida al Señor, a los 30 años, confesaba repetidamente mis pecados y me arrepentía. La culpa y la vergüenza me consumían. ¿Cómo podía compartir de la gracia de Dios si ni siquiera yo podía experimentar plenamente su gran amor por mí? Gracias a Dios, con el tiempo, Él eliminó las mentiras que me encadenaban a mi pasado. Por su gracia, por fin recibí el perdón que me había estado ofreciendo todo el tiempo.
¿Dónde está Dios?
En los libros de Martin Handford ¿Dónde está Wally?, una serie con entretenimientos para niños que apareció por primera vez en 1987, el escurridizo personaje viste camisa y sombrero a rayas rojas y blancas, pantalones vaqueros, botas marrones y gafas. Handford ha escondido hábilmente a Wally en ilustraciones llenas de gente en diversos lugares del mundo. No siempre es fácil verlo, pero el creador promete a los lectores que siempre lo podrán encontrar. Aunque buscar a Dios no es como buscar a Wally en un libro, nuestro Creador promete que podremos encontrarlo también.
Somos uno
En una pequeña comunidad agrícola, las noticias viajan rápido. Varios años después de que el banco vendiera la granja que la familia de David había poseído por décadas, se enteró de que la propiedad se pondría a la venta. Después de ahorrar con mucho sacrificio, David llegó a la subasta, donde había casi 200 granjeros locales. ¿Podría ofrecer lo suficiente? Hizo la primera oferta, respirando profundo mientras el subastador llamaba a ofrecer más. La multitud se mantuvo en silencio hasta que se oyó el golpe del martillo. Los demás granjeros pusieron la necesidad de David y su familia por encima de su propio progreso económico.
Amar dondequiera que vayas
Durante unas vacaciones, me senté en el muelle, mientras leía la Biblia y miraba a mi esposo pescando. Un joven se acercó y le sugirió que usara una carnada diferente. Me miró de reojo, y moviéndose inquieto dijo: «Estuve preso». Señaló mi Biblia y suspiró: «¿Piensa que a Dios realmente le interesan personas como yo?». Abrí en Mateo 25 y leí en voz alta donde Jesús hablaba de que sus seguidores visitaban a los presos.