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Articles by Xochitl Dixon

Cómputo de confianza

Antes de que mi esposo y yo recibiéramos a Cristo, pensamos seriamente en divorciarnos. Pero, después de comprometernos a amar a Dios y obedecerle, renovamos nuestro compromiso mutuo. Buscamos consejo sabio y le pedimos a Dios que nos transformara individualmente y como pareja. El Señor sigue ayudándonos y enseñándonos a amarlo y confiar en Él —y entre nosotros— independientemente de lo que pase.

¡Tenemos el poder!

El ruido fuerte me alarmó. Al reconocer el sonido, corrí hacia la cocina. Accidentalmente, había encendido la cafetera vacía. La desenchufé y tomé el mango del recipiente. Después, palpé el fondo para asegurarme de que no estuviera demasiado caliente para apoyarlo sobre la mesada, y la suave superficie me quemó los dedos, dejando ampollas en mi piel.

Agridulce

Cuando nuestro hijito mordió por primera vez un gajo de limón, frunció la nariz y sacó la lengua. «Puaj», dijo, por lo amargo. Me sonreí y quise tomar el trozo de fruta, con la intención de tirarlo a la basura.

«¡No!—gritó mientras se alejaba corriendo—. Más puaj». Fruncía los labios cada vez que mordía y saltaba el jugo. Finalmente, me dio la piel…

¡Tenemos un rey!

Después de atacar a mi esposo con palabras hirientes cuando algo no salió como yo quería, desdeñé la autoridad del Espíritu Santo al recordarme versículos bíblicos que revelaban mi actitud pecaminosa. ¿Valía la pena dañar mi matrimonio o desobedecer a Dios con tal de satisfacer mi orgullo testarudo? Para nada. Pero, para cuando pedí perdón al Señor y a mi esposo, ya se había generado una secuela de heridas; el resultado de ignorar consejos sabios y de vivir como se me antojaba.

Adoración invalorable

Adoro y sirvo al Señor escribiendo; más aun ahora, cuando los problemas de salud reducen mi movilidad. Por eso, cuando un conocido dijo que lo que yo escribía no servía, me desanimé y dudé del valor de mis pequeñas ofrendas a Dios.

Fruto desbordante

Durante la primavera y el verano, admiro los frutos que crecen en el patio de mi vecino. Hay ramas salpicadas de ciruelas, uvas y naranjas que cuelgan a nuestro alcance.

No más culpa

Cuando era adolescente, invité a una amiga a mirar una tienda de souvenirs cerca de mi casa. Pero ella me horrorizó al meterme un puñado de broches para el cabello en el bolsillo y sacarme del negocio sin pagar. La culpa me carcomió durante una semana, hasta que acudí a mi mamá y le confesé todo entre lágrimas.

Reflejar el amor de Dios

Tuve el privilegio de servir cuidando a mi mamá en un centro de tratamiento para el cáncer. Aun en sus peores días, ella leía la Escritura y oraba por los demás.

Destruir lo que divide

Se aproximaba una fecha de entrega, y una discusión que había tenido con mi esposo me daba vueltas por la cabeza. Me quedé mirando el cursor parpadeante, mientras pensaba: Él también estuvo equivocado, Señor.

Empaparnos de la Palabra

Cuando nuestro hijo Xavier era pequeño, visitamos el acuario de la bahía de Monterey. Al entrar, señalé una escultura colgante. «Miren. Una ballena jorobada».