Un papá bueno
Cuando nuestro hijo Xavier era más pequeño, los viajes de trabajo solían llevar a mi esposo lejos de casa. Aunque su padre lo llamaba con frecuencia, había algunas noches difíciles en que esas llamadas no lo consolaban. Para ayudarlo a aliviar la necesidad de estar con su papá, yo tomaba álbumes de fotos y le mostraba imágenes en las que ambos estaban juntos, y le preguntaba: «¿Te acuerdas de esto?». La cadena de recuerdos alentaba a mi hijo, quien decía a menudo: «Tengo un papá bueno».
Expresiones generosas de amor
En cada aniversario de boda, mi esposo me regala un enorme ramo de flores recién cortadas. Cuando perdió su trabajo durante una restructuración en la empresa, yo no esperaba que siguiera esta pródiga muestra de cariño. Pero, cuando cumplimos 19 años de casados, las coloridas flores me recibieron desde su lugar en la mesa de nuestro comedor. Como él valoraba esta tradición anual, ahorraba dinero todos los meses para asegurarse de tener suficiente para su demostración personal de afecto.
Te veo
Cuando Xavier tenía dos años, iba de un pasillo a otro por una pequeña zapatería. Escondido detrás de las cajas de zapatos, se reía cuando Alan, mi esposo, decía: «Te veooo».
Tal como lo anunciado
Durante unas vacaciones, mi esposo y yo nos anotamos para un paseo en balsa por el río. Vestida con sandalias, un vestido de verano y un amplio sombrero, me quejé al descubrir que, contrario a lo anunciado, el paseo incluía rápidos suaves. Gracias a Dios, íbamos con una pareja experimentada en aguas rápidas. Nos enseñaron lo esencial para remar, y prometieron llevarnos a salvo a nuestro destino. Agradecida por mi chaleco salvavidas, gritaba y me mantenía aferrada a la balsa hasta que llegamos a la ribera río abajo. Terminamos riéndonos, empapados, aunque el paseo no había correspondido con el anuncio.
El Padre perfecto
Parada en un abarrotado pasillo de una tienda, buscaba la tarjeta perfecta del Día del Padre. Aunque nos habíamos reconciliado después de años de distancia, nunca me había sentido cerca de mi papá.
Perseverar con paz
Mientras sigo confiando en Dios a través de mis luchas con el dolor crónico, aun las dificultades más simples pueden parecer un ataque feroz del enemigo. Problema uno me golpea por la derecha. Problema dos me ataca desde atrás. Problema tres me da un puñetazo en la nariz. En esos momentos, cuando me faltan las fuerzas y no encuentro alivio inmediato, correr y esconderme parece ser una buena idea. Pero, como el dolor no me permite escapar, cambiar las circunstancias ni ignorar mis emociones, estoy aprendiendo lentamente a descansar en Dios para que me sostenga.
Entrenamiento in situ
Cuando la maestra de mi hijo me pidió que sirviera de acompañante en el campamento de ciencia, vacilé. ¿Cómo podría ser un ejemplo cuando mi pasado estaba manchado de errores; cuando todavía luchaba, tropezaba y caía en antiguos hábitos malos? Dios me ayudó a amar y criar a mi hijo, pero, a menudo, dudaba de que me pudiera utilizar para servir a otros.
Solo con oración
Mi amiga me llamó una noche, tarde, durante su tratamiento contra el cáncer. Angustiada por su llanto descontrolado, pronto sumé mis propias lágrimas y una oración silenciosa: Señor, ¿qué puedo hacer?
Gloria al que hace crecer
Un día, noté una mancha inesperada de amarillo a la derecha de la rampa de entrada al garaje. Seis ramas de narcisos habían brotado entre dos piedras. Como yo no las había plantado, fertilizado ni regado, no imaginaba cómo y por qué habían crecido allí.
No nos vamos a romper
Por ser nativa de California y amante de todo lo soleado, no me gusta el frío. Pero sí me encantan las fotos donde hay nieve. Por eso, no pude evitar sonreír cuando una amiga que vive en una zona de frío me mandó una foto invernal de una planta junto a su ventana. La admiración se convirtió en tristeza cuando noté sus ramas deshojadas y dobladas por el peso de destellantes carámbanos.