La sabiduría que necesitamos
En su extraordinario libro La gran gripe, John M. Barry relata la historia de la epidemia de gripe de 1918. Allí revela cómo los funcionarios de salud, en lugar de ser sorprendidos con la guardia baja, previeron un brote masivo. Temían que la Primera Guerra Mundial, con cientos de miles de soldados hacinados en las trincheras y cruzando las fronteras, desatara nuevos virus. Pero saber esto no sirvió para detener la devastación. Líderes poderosos se lanzaron a la violencia. Y los epidemiólogos estiman que cincuenta millones de personas murieron por la epidemia, sumadas a las más de veinte millones muertas por la matanza en la guerra.
Restauración hermosa
En su maravilloso libro Art + Faith: A Theology of Making [Arte + fe: Una teología de la elaboración], el renombrado artista Makoto Fujimura describe la antigua técnica japonesa del kintsugi, en el cual el artista toma trozos de cerámica rotos y los une con laca mezclada con oro. Explica que el kintsugi no solo «repara» una vasija rota, sino que la hace aún más bella que el original. Este arte se volvió muy valioso y deseado después de su implementación, hace siglos, cuando la copa favorita de un jefe militar fue destruida y luego reparada de manera hermosa.
Historia épica de Dios
La tapa de la revista Life del 12 de julio de 1968 mostraba una foto horrorosa de niños desnutridos en Biafra. Un joven, consternado, le llevó un ejemplar a un pastor y preguntó: «¿Dios sabe esto?». El pastor respondió: «Sé que no entiendes, pero sí, Dios lo sabe». El muchacho se fue, diciendo que no le interesaba un Dios así.
Jesús, nuestro hermano
Bridger Walker tenía solo seis años cuando un perro amenazador arremetió contra su hermana menor. Instintivamente, saltó frente a ella para protegerla del feroz ataque. Después de recibir asistencia y 90 puntos en la cara, Bridger explicó: «Si alguien tenía que morir, pensé que debía ser yo». Felizmente, los cirujanos plásticos ayudaron a curar su cara. Pero su amor fraternal, demostrado en fotos recientes abrazando a su hermana, sigue tan intenso como siempre.
Los poderosos y los débiles
El equipo de fútbol americano de la Universidad de Iowa tiene una tradición conmovedora. El Hospital de Niños Stead Family se encuentra al lado de su estadio, y el piso superior tiene ventanales desde donde se ve el campo de juego. Cuando hay partidos, los niños enfermos y sus familiares observan desde allí, y al final del primer cuarto, entrenadores, deportistas y miles de aficionados miran hacia el hospital y saludan. En esos instantes, los ojos de los niños se iluminan. Es conmovedor ver que todos hacen una pausa y muestran su interés por ellos.
Oración y transformación
En 1982, el pastor Christian Führer comenzó reuniones de oración en la iglesia St. Nicholas en Leipzig. Durante años, un grupo pequeño se reunió para pedirle paz a Dios en medio de la violencia mundial y el opresivo régimen de Alemania Oriental. Aunque las autoridades comunistas vigilaban de cerca a las iglesias, eso no les preocupó hasta que la asistencia aumentó, al punto de convertirse en reuniones masivas fuera del edificio. El 9 de octubre de 1989, 70.000 personas se reunieron y protestaron pacíficamente. Unos 6.000 policías estaban listos para actuar ante cualquier provocación, pero la multitud se mantuvo tranquila. Los historiadores consideran que ese día fue un punto de inflexión. Un mes más tarde, cayó el muro de Berlín. Todo comenzó con una reunión de oración.
La memoria infalible de Dios
Un hombre tenía más de 400 millones de dólares en bitcoins, pero no podía disponer ni de un centavo. Perdió la contraseña del módulo que almacenaba sus fondos, y después de diez intentos, el dispositivo se autodestruiría. Una fortuna perdida para siempre. Durante una década, el hombre había agonizado tratando desesperadamente de recordar aquella contraseña. Intentó ocho veces, y las ocho veces falló. En 2021, lamentó tener solo dos oportunidades más antes de que todo se hiciera humo.
Lo que solo el Espíritu puede hacer
Durante una entrevista al teólogo Jürgen Moltmann respecto a un libro sobre el Espíritu Santo, un periodista le preguntó: «¿Cómo se puede activar al Espíritu Santo? ¿Se puede tomar alguna píldora? ¿Acaso las empresas farmacéuticas [entregan el Espíritu]?». Moltmann se mostró asombrado. Sacudió la cabeza, sonrió y respondió: «¿Qué puedo hacer? No hagas nada. Espera en el Espíritu, y el Espíritu se manifestará».
¿Quién soy?
En 1859, Joshua Abraham Norton se declaró emperador de los Estados Unidos. Había hecho (y perdido) su fortuna con el comercio marítimo en San Francisco, pero quería una nueva identidad: el primer emperador de Estados Unidos. Cuando el periódico San Francisco Evening Bulletin publicó el anuncio del «emperador» Norton, la mayoría de los lectores se rieron. Norton imprimió su propia moneda y usaba uniformes militares diseñados por sastres locales. Alguien dijo que «parecía todo un rey». Pero, por supuesto, no lo era. No podemos inventar quiénes somos.
En casa con Jesús
Hace años, trajimos a casa de un refugio de animales un gato negro adulto llamado Juno. Yo solo quería ayuda para reducir la población de ratones, pero el resto de la familia quería una mascota. El refugio nos dio instrucciones rigurosas sobre cómo establecer una rutina alimentaria durante la primera semana para que Juno aprendiera que nuestra casa era su hogar; el lugar al que pertenecía y donde siempre tendría alimento y protección. De este modo, aunque Juno vagara, al final siempre volvería a casa.