Guerra de los Pasteles
De todas las tonterías que han llevado a la guerra, ¿podría ser un pastel la peor de todas? En 1832, en medio de las tensiones entre Francia y México, un grupo de oficiales del ejército mexicano visitó una pastelería francesa en Ciudad de México y probó todos los productos del pastelero sin pagar. Aunque hubo otros agravantes, el resultado fue la primera guerra franco-mexicana, conocida como la Guerra de los Pasteles. Es triste lo que un momento de ira puede incitar.
Dios nunca nos pierde
En Estados Unidos, el Departamento de Transporte informó que, en 2021, las aerolíneas manejaron mal dos millones de maletas. Felizmente, muchas se retrasaron o perdieron por poco tiempo. Pero miles se perdieron para siempre. Con razón está surgiendo un mercado de GPS que se incorporan al equipaje y permiten rastrearlo cuando las aerolíneas ya no lo hacen. Todos tememos que los encargados no sean confiables para mantener un seguimiento de lo importante.
Reflejar la misericordia de Dios
En la Guerra de invierno contra Rusia, en 1939, un soldado finlandés yacía herido en el campo de batalla. Un soldado ruso pasó a su lado, apuntando con su rifle. El final del finlandés era seguro. Pero el ruso le dio un kit médico y siguió avanzando. Lo notable fue que, más tarde, el finlandés se encontró en una situación similar, pero con los roles invertidos: un soldado ruso yacía herido e indefenso. El finlandés le dio los suministros médicos y se fue.
Reconocer a Dios
Volé a la India, que nunca había visitado, y llegué al aeropuerto de Bengaluru después de la medianoche. A pesar de varios emails, no conocía a quien me iría a buscar ni dónde encontrarlo. Seguí a la multitud a buscar el equipaje y a la aduana, y salí a la noche calurosa y húmeda donde traté de detectar un par de ojos amigos entre el mar de rostros. Durante una hora, camine de un lado a otro, esperando que alguien me reconociera. Por fin, un hombre se acercó y preguntó: «¿Usted es Winn? Perdón. Pensé que lo reconocería. Usted seguía caminando por delante de mí, pero su aspecto no era como yo imaginaba».
Reconocer a Dios
Volé a la India, que nunca había visitado, y llegué al aeropuerto de Bengaluru después de la medianoche. A pesar de varios emails, no conocía a quien me iría a buscar ni dónde encontrarlo. Seguí a la multitud a buscar el equipaje y a la aduana, y salí a la noche calurosa y húmeda donde traté de detectar un par de ojos amigos entre el mar de rostros. Durante una hora, camine de un lado a otro, esperando que alguien me reconociera. Por fin, un hombre se acercó y preguntó: «¿Usted es Winn? Perdón. Pensé que lo reconocería. Usted seguía caminando por delante de mí, pero su aspecto no era como yo imaginaba».
La promesa de Dios más allá de las ruinas
Cuando el huracán Laura azotaba el Golfo de México en dirección a la costa estadounidense de Louisiana, las advertencias eran alarmantes. Un alguacil, ante vientos de 240 kilómetros por hora, emitió este mensaje impactante: «Por favor, evacúen. Pero si deciden quedarse y no podemos llegar adonde están, escriban su nombre, dirección, número de seguridad social y familiar cercano, y colóquenlo en una bolsita plástica en su bolsillo. Oramos para que no se llegue a esto». Los equipos de rescate sabían que, cuando Laura tocara tierra, lo único que podrían hacer sería ver el paso destructor de la tormenta.
Amor tan fuerte como la muerte
Si caminaras por el antiguo muro de ladrillos entre los cementerios protestante y católico en Roermond, Países Bajos, descubrirías una vista curiosa. A cada lado, empotradas en la pared, se levantan dos lápidas idénticas: una de un esposo protestante y la otra de su esposa católica. Las reglas culturales durante el siglo xix requerían que fueran sepultados en cementerios separados. Pero ellos no aceptaron ese destino. Las inusuales lápidas son lo suficientemente altas como para superar la división, de modo que, en la parte superior, hay apenas 30 a 50 centímetros de separación. Arriba de cada lápida, están esculpidas unas manos extendidas asidas entre sí. La pareja se negó a ser separada, aun en la muerte.
Tiempo bien aprovechado
El 14 de marzo de 2019, la NASA envió a la astronauta Christina Koch a la Estación Espacial Internacional. Koch no volvería a la tierra durante 328 días, lo que le otorgaría el récord femenino de mayor tiempo de vuelo en el espacio. Tenía miles de tareas diarias que cumplir y, hora tras hora, una línea roja se movía en la pantalla, mostrando constantemente si cumplía con lo programado. No había un instante que perder.
Comida para el hambriento
Durante años, el Cuerno de África ha sufrido sequías brutales que devastaron cultivos, mataron ganado y pusieron en peligro a millones. Entre los más vulnerables —como las personas del campamento de refugiados Kahuma, en Kenia—, es aún más tremendo. Una madre joven llevó ante los funcionarios del campamento a su bebé que sufría de una grave desnutrición que había dejado «su cabello y su piel […] secos y quebradizos». No sonreía ni comía. Su cuerpito se estaba apagando. Felizmente, por la intervención inmediata de especialistas, se construyó una estructura para suplir las necesidades consideradas de vida o muerte.
Una vida disciplinada en Dios
En junio de 2016, la reina Isabel cumplió 90 años. Desde su carruaje, la monarca saludaba a la multitud, mientras pasaba delante de largas filas de soldados vestidos de rojo y perfectamente atentos. Era un día caluroso en Inglaterra, y los guardias estaban vestidos con sus tradicionales pantalones negros, chaquetas abotonadas hasta el cuello y grandes sombreros de piel de oso. Mientras los soldados estaban parados firmes bajo el sol, un guardia comenzó a desmayarse. De manera asombrosa, mantuvo su estricto control y simplemente cayó hacia adelante, con el cuerpo derecho como una tabla y su cara contra el piso de arena. Allí estaba; de algún modo todavía en posición de firme.