Enfrenta tu tormenta
El 3 de abril de 1968, una feroz tormenta azotó Memphis, Tennessee. Agotado y sintiéndose enfermo, el reverendo Martin Luther King Jr. no había planeado dar su discurso en apoyo a los trabajadores de la salud en una iglesia, pero una sorpresiva llamada telefónica le informó que una gran multitud había enfrentado la tormenta para ir a escucharlo. Entonces fue y dio lo que algunos consideran su mejor discurso: «He estado en la cima de la montaña».
Nos oye desde el cielo
Con 18 meses de vida, Marcos nunca había oído la voz de su madre. Los médicos le colocaron su primer audífono, y su mamá le preguntó: «¿Puedes oírme?». El niño levantó los ojos. «¡Hola, bebé!», agregó ella. Un Marcos sonriente le respondió con suaves balbuceos. Entre lágrimas, Laura sabía que había presenciado un milagro, porque lo había dado a luz prematuramente después de que un ladrón le disparara tres veces al asaltar su casa. Con menos de medio kilo de peso al nacer, Marcos había pasado 158 días en terapia intensiva, sin esperanzas de que sobreviviera, y menos aún, de que oyera.
Mejor que el oro
Cuando el buscador de oro John Walker fue a California durante la Gran Fiebre del Oro en Estados Unidos, escribió a modo de advertencia: «Es la lotería más grande que alguien se pueda imaginar […]. No le recomiendo a nadie que venga».
Recordado en oración
En la gran iglesia africana, el pastor cayó de rodillas, orando a Dios. «¡Acuérdate de nosotros!». Mientras el pastor imploraba, la congregación respondía: «¡Acuérdate, Señor!». Al mirar este momento por YouTube, me sorprendió encontrarme derramando lágrimas también. Me recordó momentos de la infancia en los que oí a nuestro pastor hacer la misma súplica a Dios.
Nuestra verdadera identidad
En la pequeña tienda de su pueblo, el hombre escogió primero una caja de pesca, y luego la llenó de anzuelos, corchos, líneas y plomos. Por último, agregó carnada viva, una caña nueva y un carrete. «¿Ya pescó antes?», preguntó el dueño de la tienda. El hombre le dijo que no. «Mejor agregue esto», le advirtió el dueño. Un kit de primeros auxilios. El hombre aceptó y pagó, y partió hacia un día en que no pescó nada… excepto cortes en los dedos por los anzuelos.
No estás solo
«¡Qué bueno verte!»; «¡Cuánto me alegra que estés aquí!». Los saludos eran afectuosos. Los miembros de un ministerio nacional se reunieron en línea antes de su programa vespertino. Al ser yo la oradora, observaba en silencio mientras otros se unían a la videollamada. Como soy introvertida y no conocía a nadie, me sentía ajena al grupo. Entonces, de repente, se abrió una pantalla y allí estaba mi pastor. Luego, otra, y una vieja amiga de la iglesia se conectó. Al verlos, ya no me sentí sola. Al parecer, Dios había enviado apoyo.
Un tiempo para hablar
Durante 30 años, una mujer afroamericana trabajó para un gran ministerio global. Sin embargo, cuando procuraba hablar con sus colegas sobre la injusticia racial, nadie decía nada. Por fin, en 2020, cuando los debates sobre el racismo se extendieron por el mundo, sus amigos del ministerio «comenzaron a hablar abiertamente». Con sentimientos encontrados, estaba agradecida de que comenzaran los debates, pero se preguntaba por qué les había llevado tanto tiempo a sus colegas hablar.
Mueve tu cerca
El vicario del pueblo no podía dormir. En plena Segunda Guerra Mundial, le había dicho a un grupo de soldados norteamericanos que no podían enterrar a su camarada fallecido en el cementerio cercado que estaba junto a su iglesia. Entonces, los hombres enterraron a su amado amigo fuera de la cerca.
A la mañana siguiente, los soldados no podían encontrar la tumba.…
De la sabiduría al gozo
El teléfono sonó y lo atendí sin demora. Era el miembro más antiguo de nuestra familia de la iglesia, una mujer enérgica y trabajadora que tenía casi cien años. Como estaba dándole los toques finales a su último libro, me hizo algunas preguntas sobre redacción. Sin embargo, al rato empecé a hacerle a ella preguntas sobre la vida, el trabajo, el amor y la familia. Siempre disfruto de sus historias y consejos maravillosos, todos sazonados con gozo verdadero.
Confiar en la Biblia
Billy Graham, el conocido evangelista estadounidense, describió una vez su lucha por aceptar la Biblia como algo completamente cierto. Una noche, mientras caminaba a la luz de la luna en un centro de retiro, cayó de rodillas y puso su Biblia sobre el tocón de un árbol, y tan solo pudo «tartamudear» una oración: «¡Oh, Dios! Hay tantas cosas en este libro que no entiendo».