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Articles by Marion Stroud

Para esto, tengo a Jesús


Es raro que haya una época sin problemas en nuestra vida; pero, a veces, es aterrador cuando aparecen de repente.


De tal manera amó Dios…


El 28 de julio de 2014 se cumplieron cien años del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Muchos medios de comunicación británicos recordaron con debates y documentales el inicio de aquel doloroso conflicto. Incluso un programa de televisión que se basa en una tienda de Londres incluyó un episodio ambientado en 1914, el cual mostraba a empleados jóvenes que se presentaban como voluntarios en el ejército. Al observar estos ejemplos de sacrificio personal, se me hizo un nudo en la garganta. Eran tan jóvenes, tan decididos, y con tan pocas posibilidades de volver de los horrores de las trincheras.


¿Quién es mi prójimo?


A María le encantaba la reunión grupal a mitad de semana en la iglesia, donde ella y varios amigos se encontraban para orar, adorar y debatir temas relacionados con el mensaje de la semana anterior. Ese día iban a hablar sobre la diferencia entre «ir» a la iglesia y «ser» la iglesia en un mundo herido. Estaba ansiosa por ver a sus amigos y charlar con entusiasmo.


Como yo quiero


Dos niños jugaban a un complicado juego de palos y cuerdas. Al rato, el más grande miró al amigo y dijo enojado: «Lo estás haciendo mal. Es mi juego y lo vamos a jugar como yo quiero. ¡No puedes jugar más!». El deseo de hacer las cosas a nuestro modo comienza desde pequeños.


Caminar sobre el agua


Cuando estaba aprendiendo a navegar, tenía que caminar por una plataforma flotante bastante inestable para llegar hasta los botes en los que nos enseñaban. Detestaba hacerlo. Mi equilibrio no es muy bueno, y tenía terror de caer al agua mientras intentaba subir al bote. Estuve a punto de abandonar, pero el instructor me dijo: «Mírame fijo. Yo estoy acá. Si resbalas, yo te sostendré». Hice lo que me dijo y, ahora, ¡soy la orgullosa poseedora de un certificado de navegación básica!


Atascado en el lodo


¡Estábamos totalmente atascados! Mientras ponía unas flores en la tumba de mis padres, mi esposo apartó el auto para dejar pasar a otro. Había llovido durante semanas y el área para estacionar estaba inundada. Cuando quisimos irnos, descubrimos que el coche estaba atascado. Las ruedas giraban en el fango y se hundían cada vez más.


Enfrentar lo imposible


En 2008, los precios de los inmuebles caían en el Reino Unido. No obstante, dos semanas después de que mi esposo y yo pusiéramos en venta la casa donde habíamos vivido 40 años, un comprador ofreció un buen precio y aceptamos. Entonces, los constructores empezaron a trabajar en la casa que yo había heredado, la cual sería nuestro nuevo hogar. Pero, unos días antes de concretar la venta, el comprador se echó atrás. Quedamos devastados. Ahora teníamos dos propiedades: una cuyo valor caía; la otra, casi en ruinas, y a la que no podíamos vender ni mudarnos. Hasta que encontráramos un nuevo comprador, no podíamos pagarle al constructor. Fue una situación imposible.


El reloj perfecto

De vez en cuando, visito a dos ancianas. Una no tiene preocupaciones económicas, está bien físicamente y vive en su propia casa. Sin embargo, siempre encuentra algo negativo para decir. La otra sufre de artritis y está bastante olvidadiza. Vive con sencillez y tiene un cuaderno donde anota todo, para no olvidar sus compromisos. No obstante, lo primero que escuchan todos los que visitan su pequeño apartamento es: «¡Dios es tan bueno conmigo!». Al alcanzarle su cuaderno de recordatorios que le regalé en mi última visita, noté que, el día anterior, había escrito: «¡Mañana salgo a almorzar! ¡Qué maravilloso! Otro día feliz».

Tráiganme al muchacho

«No creo en Dios y no voy a ir», dijo Marcos.

Vale la pena

«No puedo —dijo Roberto, mientras arrojaba desesperado su lápiz. —¡Es demasiado difícil!». Leer y escribir le parecía algo imposible a nuestro hijo de nueve años, disléxico. Al fin, nos dieron una solución, pero fue difícil. Todas las noches, teníamos que hacerlo practicar lectura y escritura durante 20 minutos… sin excepción. A veces, no teníamos ganas de hacerlo, y otras, creíamos que él no progresaría nunca. De todos modos, nos habíamos propuesto lograr que su edad cronológica coincidiera con la que correspondía a saber leer, así que seguimos luchando.