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Articles by Leslie Koh

Cuando Dios dice que no

Cuando ingresé al servicio militar a los 18 años —como sucede con todos los jóvenes en Singapur—, oré desesperadamente para que me asignaran un destino fácil: tal vez como empleado o chofer. Al no ser muy fuerte, esperaba salvarme del rigor del entrenamiento de combate. Pero una noche, mientras leía mi Biblia, me impactó un versículo: «Bástate mi gracia» (2 Corintios 12:9).

El amor de una madre

Cuando los padres de Susi se divorciaron, ella era menor, y la lucha legal por su custodia hizo que tuviera que estar un tiempo en un hogar para niños. Acosada por niños más grandes, se sentía sola y abandonada. Su madre la visitaba solo una vez al mes, y casi no veía a su padre. Sin embargo, años después, su madre le confesó que como las reglas del hogar impedían que la visitara más seguido, se paraba del otro lado de la cerca todos los días, con la esperanza de verla. «A veces —dijo—, te miraba mientras jugabas en el patio, solo para saber que estuvieras bien».

¡No dejen de construir!

Cuando surgió la oportunidad de ascender en el trabajo, Simón sintió que Dios se la estaba dando. Después de orar y buscar consejo, aceptó. Todo funcionaba bien, y su jefe lo respaldaba en todo. Pero las cosas empezaron a andar mal, ya que algunos colegas se molestaron por el ascenso y se negaban a colaborar. Entonces, empezó a preguntarse si debía abandonar.

Siempre aceptado

Después de luchar durante varios años para seguir en un nivel de estudios exigente, Angelina fue finalmente transferida de una escuela primaria de élite a una «normal». En el ámbito intensamente competitivo de la educación en Singapur, donde el estar en una «buena» escuela puede mejorar la perspectiva futura de una persona, muchos considerarían ese cambio un fracaso.

Preguntar a Dios primero

Durante los primeros tiempos de nuestro matrimonio, luchaba para descubrir cuáles eran las preferencias de mi esposa. ¿Quería una cena tranquila en casa o ir a un restaurante elegante? ¿Estaba bien que saliera con mis amigos o ella esperaba que dedicara el fin de semana para estar con ella? Una vez, en lugar de adivinar y decidir antes, le pregunté: «¿Qué quieres hacer?».

El gozo de dar

Era una semana deprimente. Me sentía aletargada y apática, pero no me daba cuenta del motivo. Cerca del fin de la semana, me enteré de que una tía mía tenía insuficiencia renal. Sabía que debía ir a visitarla, pero, para ser sincera, no tenía ganas. De todos modos, fui y almorzamos, charlamos y oramos juntas. Una hora después, salí de su casa, sintiéndome más animada por primera vez en días. Centrar mi mente en otra persona, en lugar de en mí misma, había mejorado mi estado de ánimo.

Juego limpio

Cuando el corredor de Singapur, Ashley Liew, se encontró a la cabeza del pelotón durante una maratón en los Juegos del Sudoeste Asiático, supo que algo andaba mal. De inmediato, se dio cuenta de que los corredores de adelante habían tomado una curva equivocada, y ahora venían detrás. Ashley podría haber sacado ventaja de ese error, pero una fuerte sensación de integridad deportiva le dijo que no sería una victoria genuina. Él quería ganar por ser el más rápido, no porque los otros se habían equivocado. Fiel a sus convicciones, redujo la velocidad para permitir que lo pasaran.

Una promesa doble

Desde que tuvo cáncer hace varios años, Ruth no ha podido comer, beber ni tragar bien. También ha perdido gran parte de su fuerza física; y numerosas cirugías y tratamientos la han dejado solo una sombra de lo que solía ser.

Perdido, pero hallado

Cuando nos enteramos de que mi suegra se había perdido mientras iba de compras con una pariente, mi esposa y yo nos desesperamos. Sufría de pérdida de memoria y de confusión, y no se sabía qué podría hacer. ¿Se quedaría por la zona o subiría a un autobús, pensando que la traería a casa? Los peores escenarios resonaban en nuestra mente cuando empezamos a buscarla, y clamábamos a Dios: «Por favor, encuéntrala».

Amar a todos

Asisto a una iglesia ubicada en un campo grande y abierto; algo raro en la isla de Singapur, que mide apenas 40 kilómetros de largo por casi 25 de ancho. Hace un tiempo, personas extranjeras que trabajan en mi país empezaron a hacer pícnics los domingos en el terreno de la iglesia.