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Articles by Katara Patton

Una gratitud humilde

Un Día de Acción de Gracias, llamé a casa para saludar a mis padres. Mientras hablábamos, le pregunté a mi madre por qué cosa estaba más agradecida. Ella exclamó: «Porque mis tres hijos saben cómo invocar el nombre del Señor». Para mi madre, que siempre había enfatizado la importancia de la educación, había algo más valioso que el que a sus hijos les fuera bien en la escuela y se cuidaran solos.

Trabajar juntos en Cristo

«No importa dónde estés ni lo que estés pasando; utiliza lo que tienes y aprovéchalo al máximo», dijo la joven en una entrevista televisiva. Sus palabras me impulsaron a escuchar con atención la historia completa. Era una de seis hermanas, anteriormente sin hogar, que se esforzaron para alcanzar su objetivo común: obtener títulos de enfermería. Cuando se emitió la historia, las seis estaban completando el programa en una universidad local.

Dejar las ansiedades

Me acerqué al mostrador de la aerolínea para registrarme con el número de confirmación guardado en mi teléfono celular. ¡Pero mi teléfono había desaparecido! Lo había dejado en el auto que me había trasladado. Entonces, ¿cómo haría para contactarme con el conductor?

El camino de Dios a casa

Mientras bajaba hacia el estacionamiento, me invadió la ansiedad. Ya había estado en ese mismo lugar y me había perdido. Pero ahora, cuando empecé a caminar hacia la puerta cercana al ascensor, una sensación de calma llenó mi corazón. ¡Conocía el camino! Atravesé la puerta y encontré el conjunto de ascensores que buscaba.

Dios provee

Mi querida amiga Sally quería organizar una fiesta de cumpleaños para una de sus amigas. Sabía que había estado pasando por un momento difícil y deseaba ayudarla a levantar el ánimo. Pero Sally no tenía trabajo ni dinero extra para comprar comida para una linda fiesta. Entonces, miró en su refrigeradora y alacenas para ver qué tenía, y luego preparó una bonita mesa con varios artículos que tenía guardados en su casa.

La última noche de la abuela

Los sábados por la noche, mi abuela tenía una rutina: antes de acostarse, preparaba toda la ropa, incluidos los zapatos, que planeaba vestir para la iglesia a la mañana siguiente. Siempre iba al primer servicio, y quería estar lista para levantarse y salir sin ningún retraso. Un sábado por la noche, fue repentinamente hospitalizada. Poco después, Jesús la llamó y falleció. Cuando mi abuelo volvió a casa, encontró su ropa ya lista. Ella se había estado preparando, tanto para ir a la iglesia como para encontrarse con su Dios.

Las oraciones de una abuela

Durante una reunión familiar hace años, mi madre compartió unas palabras que había escrito. Honró a su abuela, una mujer que yo no había conocido pero de la que había oído hablar a menudo. Ella recordaba cómo Mama Susan se levantaba «antes del amanecer» y oraba por su familia. Qué recuerdo especial impactó la vida de mi madre; uno al que me aferro todavía hoy, aunque nunca conocí a mi bisabuela.

Una mano ayudadora

A principios del siglo xx, las leyes restringían que los negros y los inmigrantes en Estados Unidos rentaran o compraran propiedades en Coronado, California. Un negro llamado Gus Thompson (nacido en esclavitud) había comprado anteriormente a esa ley un terreno y construido una casa de huéspedes. En 1939, la rentó a una familia asiática, y finalmente les vendió la propiedad. Cerca de 85 años después, tras la venta del lugar, algunos miembros de esa familia están donando sus ganancias para ayudar a alumnos universitarios negros. Y están trabajando para ponerle el nombre de Gus y su esposa, Emma, a un centro en la Universidad Estatal de San Diego.

Hospitalidad en Jesús

Durante el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, la famosa cocinera de Nueva Orleans, Leah Chase, preparó comida para quienes marchaban por la igualdad de derechos para todos. Dijo: «Luchaban por algo y no sabían lo que iban a encontrar cuando salieran. Pero cuando estaban aquí, sabían que yo les daría de comer. Eso es lo que podía hacer por ellos».

No se ofende fácilmente

Cuando entré a mi iglesia después de varios meses de cuarentena, me entusiasmó ver miembros que no había visto durante un tiempo. Me di cuenta de que algunos, en especial los ancianos, no volverían por cuestiones de seguridad, y otros porque, lamentablemente, habían fallecido. Por eso, me emocioné al ver entrar a una pareja mayor que solía sentarse detrás de mí. Los saludé, y el hombre me devolvió el saludo, mientras su esposa me miraba fijo sin siquiera sonreír. Me dolió y me pregunté por qué.