Andar en la luz de Cristo
Cuando mis dos sobrinas eran más pequeñas, me convencían de participar en un juego después de la cena. Apagaban todas las luces, y nos movíamos a tientas en la oscuridad, agarradas unas a otras y riendo. Les gustaba asustarse decidiendo caminar en la oscuridad, pero sabiendo que podían encender la luz en cualquier momento.
Las casualidades no existen
El barrio de Dante en Manila solía inundarse. Cuando llovía, el pequeño llegaba a la escuela cruzando un puente improvisado que había colocado un vecino. «El Sr. Tomas ayudó a la comunidad a moverse —dijo Dante—. Me guiaba por el puente, protegiéndome de la lluvia».
La fortaleza de Dios
La muerte de su esposo inició un período de transición para Nora. Se hizo cargo de su negocio de ferretería y cuidó sola de sus tres hijos. «Sé fuerte», le decían a menudo sus amigos. Pero ¿qué significa eso? —pensaba ella—. ¿Que debo cumplir sin falta con mis responsabilidades?
Jesús se extiende a todos
Leticia, que limpiaba oficinas, era conocida por caminar rápido… muy rápido. Así podía evitar fácilmente a las personas. Herida por la pobreza y acostumbrada a la resignación, pasaba junto a los demás cubriéndose parte del rostro con una mano. Dijo que su vergüenza por no ser «como la gente normal, hermosa, educada» era sumamente profunda. Cuando una mujer en el trabajo le extendió muestras de amistad, Leticia comenzó a sanar.
Miedos infundados
«Te amo. Nunca te dejaré». Julia guardó el mensaje de su esposo para poder leerlo cuando tuviera miedo. Una niñez problemática la había dejado con temor de que sus seres amados la abandonaran. Por eso, solía pedirle a su esposo que la tranquilizara y esperaba ansiosa que regresara a casa.
Sustentados por Dios
Con mi familia, trajimos a mi papá a vivir a casa. Una enfermedad degenerativa requería que estuviera las 24 horas en cama y con una sonda nasogástrica, así que estábamos adaptándonos a las nuevas rutinas médicas. Yo también estaba planificando un procedimiento gástrico para mi mamá y lidiando con los exigentes clientes en mi trabajo. Abrumada, un día busqué privacidad en el baño y clamé a Dios: Ayúdame, Padre. Por favor, dame fuerzas para atravesar los días que vienen.
Cristo, nuestra prioridad
«¿Podemos invitarlo a ser el orador principal en nuestra conferencia nacional de liderazgo de iglesias?», decía la invitación de la renombrada organización. Después de leerla, José respondió: «Por favor, permítanme orar primero». Más tarde, cuando rechazó el ofrecimiento, le dijo a un amigo: «Sabía que Dios me estaba llamando a un trabajo editorial en un proyecto misionero, y ese compromiso me quitaría tiempo y energía. Dije que no para poder hacer lo que Dios quiere que haga».
Dios sabe qué es mejor
Ansiosa por un problema de salud de mi sobrina adolescente, me alivió oír sobre un remedio natural prometedor. Pero mi hermana temía que tuviera efectos secundarios. Quise discutir, pero me contuve. Por más preocupada que estuviera por mi sobrina, tenía que respetar la autoridad de su mamá.
El amor de Dios nunca se agota
Cuando su padre, enfermo y anciano, se mudó a vivir con ella, Josie se sintió abrumada por las necesidades diarias para cuidarlo. Los medicamentos eran caros, y las tareas de atenderlo y ser sabia para tomar decisiones, aparte de su otro trabajo «a tiempo completo», la estaban agotando. Se preguntó cómo podría seguir reuniendo y repartiendo fuerzas, sabiduría y amor.
El amor de Dios nunca se agota
Cuando su padre, enfermo y anciano, se mudó a vivir con ella, Josie se sintió abrumada por las necesidades diarias para cuidarlo. Los medicamentos eran caros, y las tareas de atenderlo y ser sabia para tomar decisiones, aparte de su otro trabajo «a tiempo completo», la estaban agotando. Se preguntó cómo podría seguir reuniendo y repartiendo fuerzas, sabiduría y amor.