Mantener la calma y seguir
«Mantén la calma y llama a mamá», «mantén la calma y pon el agua a hervir», «mantén la calma y avanza a paso firme». Estos dichos se originaron en la frase «mantén la calma y sigue adelante», que apareció por primera vez en Gran Bretaña en 1939, al comenzar la Segunda Guerra Mundial. Los oficiales británicos la imprimieron en carteles para quitar el pánico y el desánimo de la gente durante esa época.
Perspectiva final
En el transcurso de un año, la lucrativa empresa de publicidad de Richard LeMieux quebró. Poco después, este hombre perdió su riqueza y se deprimió. Con el tiempo, empezó a beber en exceso y su familia lo abandonó. En el peor momento de su vida, estaba en la calle, destruido y sin nada. No obstante, fue entonces cuando buscó a Dios; y, más tarde, escribió un libro sobre lo que había aprendido.
Blanco como la nieve
Un día, estaba llevando a mi hijo a casa desde la escuela, cuando comenzó a nevar. Los copos caían sin parar y con rapidez. Al rato, nos detuvimos, encerrados por el tráfico, y desde nuestro vehículo, observamos una transformación. Pedazos oscuros de terreno se volvían blancos. La nieve suavizaba el duro perfil de los edificios; recubría los autos que nos rodeaban, y se acumulaba en todos los árboles a la vista.
¿De quién es el mérito?
Chris Langan tiene un coeficiente intelectual superior al de Albert Einstein. Moustafa Ismail tiene bíceps de casi 80 centímetros de diámetro y puede levantar 270 kilos. Se estima que Bill Gates tiene miles de millones de dólares. Los que tienen habilidades o posesiones extraordinarias pueden verse tentados a valorarse más de lo que deberían. Pero no hace falta ser increíblemente inteligentes, fuertes o adinerados para querer atribuirnos el mérito de nuestros logros. Cualquier hazaña, grande o pequeña, genera la pregunta: ¿De quién es el mérito?
Unirse a la familia
Lisa y Charles Godbold adoptaron a Maurice Griffin cuando tenía 32 años, después que este había vivido bajo su custodia temporal durante 20 años. Aunque Maurice ya era adulto y vivía solo, la adopción había sido siempre el anhelo de la familia. Cuando se volvieron a reunir y se oficializó la adopción, comentó: «Este es probablemente el momento más feliz de mi vida […]. Soy feliz de estar en mi hogar».
Tomates gratis
Mientras ponía las bolsas con alimentos en la cajuela de mi automóvil, miré de reojo el vehículo de al lado. Sobre el asiento trasero, vi canastos llenos de tomates bien colorados, brillantes y grandes… con mejor aspecto que todos los que había visto en el supermercado. Segundos después, cuando apareció la dueña del auto, exclamé: «¡Qué tomates hermosos!». A lo que ella respondió: «Tuve una buena cosecha este año. ¿Le gustaría llevar algunos?». Sorprendida ante su disposición para compartir, los acepté gustosa. Me regaló varios tomates para que llevara a casa, ¡y sin duda, el sabor era tan bueno como su aspecto!
Vínculo con la vida
A los 16 años de edad, Morris Frank (1908-1980) ya había perdido la vista en ambos ojos. Varios años después, viajó a Suiza, donde conoció a Buddy, el perro que lo incentivaría a participar en la escuela de perros guía Seeing Eye [Ojo que ve].
Vestido para engañar
Mientras escalaba unas montañas, un cazador divisó un carnero que no se parecía al resto del rebaño. Al acercarse para verlo, se dio cuenta de que el extraño animal era un hombre disfrazado. Cuando las autoridades lo contactaron para averiguación, declaró que su disfraz era un traje de pintor cubierto de lana, y que estaba probándolo para salir de cacería.
Amor verdadero
Durante el ensayo de la ceremonia de bodas de mi hermano, mi esposo tomó una foto de los novios mientras se miraban delante del pastor. Más tarde, nos dimos cuenta de que el flash de la cámara había iluminado una cruz de metal en el fondo, la cual aparecía como una imagen resplandeciente encima de la pareja.
Dios oye
Después de haber leído varios libros para niños con mi hija, le dije que iba a leer durante un rato uno para adultos, y que después, volveríamos a ver otras historias juntas. Abrí mi libro y empecé a leer en silencio. Poco después, ella me miró extrañada y observó: «Mami, me parece que no estás leyendo de verdad». Supuso que, como no hablaba, no estaba procesando las palabras.