De oración y estrellas
Lara y David querían desesperadamente tener un bebé, pero el médico les dijo que no podían. Ella le confesó a una amiga: «Estoy teniendo conversaciones muy sinceras con Dios». Pero después de una de esas «charlas» con Dios, la pareja habló con su pastor, quien les habló sobre el ministerio de adopción de la iglesia. Al año siguiente, fueron bendecidos con un bebé adoptivo.
En Dios confiamos
Al comienzo de la Guerra de la Independencia de Estados Unidos, se lanzó una expedición contra los británicos en Quebec. Al pasar por Newburyport, en Massachusetts, visitaron la tumba del famoso evangelista George Whitefield. Abrieron el féretro y le sacaron el collar y los puños clericales, y los cortaron y repartieron, creyendo erróneamente que eso podría ayudarlos a triunfar.
Orar sin prisa
Alice Kaholusuna relata sobre la costumbre de los hawaianos de sentarse fuera de sus templos un largo tiempo para prepararse para entrar. Incluso después de entrar, se arrastran hasta el altar para orar. Luego, se vuelven a sentar afuera otro largo período para «alentarle vida» a sus plegarias. Cuando unos misioneros llegaron a la isla, a veces los hawaianos consideraban que oraban raro: se ponían de pie, expresaban unas pocas frases, las llamaban «oración», decían amén y listo. Las describían como «sin aliento».
Pasar tiempo con Dios
El río de la vida es la obra maestra de Norman Maclean sobre dos muchachos que crecieron en Montana con su padre, un pastor presbiteriano. Los domingos por la mañana, Norman y su hermano Pablo iban a la iglesia, donde escuchaban predicar a su padre. A la tardecita, había otra reunión y el padre volvía a predicar. Pero entre ambos servicios, caminaban juntos por las colinas y arroyos, «mientras él se relajaba entre las reuniones». Era un alejamiento intencional de parte de su padre «para restaurar su alma y volver a estar rebosante para el sermón de la noche».
El reino de Dios
Mi madre se ha dedicado a muchas cosas durante su vida, pero una que ha mantenido constantemente es su deseo de ver que se les hable de Jesús a los niños. Las pocas veces que vi que mostraba públicamente su disgusto fue cuando alguien intentó recortar el presupuesto para el ministerio entre los niños, para usarlo en lo que consideraban gastos más serios. «Me tomé un verano cuando estaba embarazada de tu hermano, pero después nunca falté», me dijo. Apliqué una poco de matemática familiar y me di cuenta de que mi mamá había estado trabajando con los niños de la iglesia durante 55 años.
Dios de justicia
Tal vez la vaca de la Sra. O´Leary fue la «vaca expiatoria» más grande de la historia. La culparon del gran incendio de Chicago en 1871, el cual dejó sin casa a una tercera parte de sus habitantes. Impulsado por fuertes vientos, el fuego arrasó durante tres días las estructuras de madera y se llevó la vida de casi 300 personas.
¿Indigno o digno?
Helen Roseveare, una médica misionera inglesa en Congo, África, fue apresada por los subversivos durante la Rebelión de simba en 1964. Golpeada y abusada por sus captores, sufrió terriblemente. Días después, clamaba en su interior: ¡Qué indigno lo que me pasa! ¿Vale le pena?
Camina, no corras
La veía todos los días al amanecer, al llevar a mis hijos a la escuela. Era nuestra atleta de marcha rápida. Equipada con unos enormes auriculares y coloridas medias hasta la rodilla, caminaba al costado del camino, con movimientos alternados de brazos y piernas, siempre con un pie en contacto con el suelo. El deporte es diferente a correr o trotar. Implica un control intencional que frena la tendencia natural del cuerpo a correr. Aunque no parezca, requiere tanta energía, concentración y poder como correr. Pero todo bajo control.
Suelo duro y misericordia tierna
Cuando James tenía seis años de edad, su hermano mayor, David, murió trágicamente en un accidente. En los años que siguieron, James se esforzó al máximo por consolar a su madre, Margaret. Décadas más tarde, en la imaginación fértil de James Barrie, esa misma idea florecería como inspiración para crear un personaje muy querido que nunca crecía: Peter Pan. Al igual que una flor que empuja para salir a través del pavimento, algo bueno emergió del suelo duro de un dolor inimaginable.
Servir al más pequeño
Esteban fue campeón estatal de carreras en la escuela, y asistió a una prestigiosa universidad con una beca académica completa. Ahora vive en una de las ciudades más grandes de Estados Unidos y, en el campo de la ingeniería química, es sumamente respetado. Pero si le preguntaras cuál es su mayor logro, no mencionaría ninguna de estas cosas. Te contaría sobre sus viajes regulares a Nicaragua para ver cómo están los niños y los maestros del programa de tutoría que él ayudó a establecer en una de las zonas más pobres del país. Además, te diría cuánto ha enriquecido su vida este servicio.