Valorar cada momento
Las agujas detenidas de un reloj pulsera en los archivos de la Universidad de Carolina del Norte narran una historia tremenda: señalan el momento exacto en que su dueño, Elisha Mitchell, murió al caer de una cascada en los Apalaches el 27 de junio de 1857.
Marcas testigo
«¿Ve eso?». El relojero iluminó una marca delgada y pequeña grabada dentro del antiguo reloj del abuelo, en el que estaba trabajando en casa. «Es probable que otro relojero haya puesto esa marca hace casi un siglo —dijo—. Se llama “marca testigo”, y me ayuda a saber cómo ajustar el mecanismo».
Revelación y tranquilidad
En 2019, las revelaciones de género de bebés fueron increíbles. En julio, un video mostraba un auto emitiendo humo azul para indicar: «¡Es un varón!». En septiembre, un avión fumigador arrojó cientos de litros de agua rosa para anunciar: «¡Es una niña!». Pero hubo otra «revelación» que mostró cosas importantes sobre el mundo en el que crecerán esos niños. El sitio YouVersion reveló que el versículo bíblico más compartido y destacado del año en su página web y en la aplicación móvil fue Filipenses 4:6: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias».
Alentados en Dios
En 1925, Langston Hughes, un aspirante a escritor que trabajaba de ayudante de camarero en un hotel, se enteró de que un poeta al que admiraba, Vachel Lindsey, se hospedaba allí. Tímidamente, le pasó algunas de sus poesías, las cuales Lindsey elogió con entusiasmo en una lectura pública. Ese aliento hizo que Hughes recibiera una beca universitaria, abriéndole camino a su propia carrera exitosa como escritor.
Descansar en Dios
Harriet Tubman no podía leer ni escribir. De adolescente, un cruel dueño de esclavos le produjo una lesión en la cabeza, lo que le generó convulsiones y pérdida temporal de la conciencia por el resto de su vida. Pero cuando escapó de la esclavitud, Dios la utilizó para rescatar a otros 300 esclavos.
La voz del Padre
El padre de mi amigo murió hace poco. Cuando se enfermó, se deterioró rápidamente, y en cuestión de días, falleció. Mi amigo y su papá siempre habían tenido una relación muy estrecha, pero todavía quedaban muchas preguntas por hacer, respuestas por buscar y conversaciones por tener. Tantas cosas sin haberse dicho, y ahora su padre ya no estaba. Mi amigo es consejero profesional: conoce los vaivenes del dolor y cómo ayudar a otros a atravesar esas aguas turbulentas. Aun así, me dijo: «A veces, simplemente necesito oír la voz de mi papá, esa confirmación de su amor. Siempre significó todo para mí».
Oraciones sin respuesta
¿Ya llegamos? / Todavía no. / ¿Ya llegamos? / Todavía no. Este fue el juego de ida y vuelta que mantuvimos en el primer viaje de 16 horas de regreso a casa cuando nuestros hijos eran pequeños. Los dos más grandes no dejaban de jugarlo, y si yo hubiese tenido un dólar por cada vez que preguntaban, la pila sería enorme. Estaban obsesionados con esa pregunta, pero yo (el conductor) no dejaba de preguntarme lo mismo: ¿Ya llegamos? Y la respuesta era: Todavía no, pero pronto.
Dar en vida
Un exitoso empresario multimillonario pasó las últimas décadas de su vida haciendo todo lo posible para repartir su fortuna. Donó dinero a varias causas, como llevar paz a Irlanda del Norte y modernizar el sistema de salud en Vietnam. Y poco antes de su muerte, gastó 350.000.000 de dólares para convertir la isla Roosevelt, en la ciudad de Nueva York, en un polo tecnológico. Dijo: «Creo firmemente en dar en vida. Veo pocas razones para posponer dar […]. Además, es mucho más divertido dar mientras vives que hacerlo cuando estás muerto». Dar mientras vives… ¡qué actitud asombrosa!
El mayor regalo de amor
Mi hijo Geoff salía de una tienda cuando vio un andador abandonado. Espero que nadie necesite ayuda adentro, pensó. Miró detrás del edificio y encontró a un vagabundo inconsciente sobre el pavimento. Lo levantó y le preguntó si estaba bien. «Estoy tratando de emborracharme hasta morir —le respondió—. Una tormenta rompió mi carpa y perdí todo. No quiero vivir más».
Cuando el amor nunca termina
«Cada vez que mi abuelo me llevaba a la playa —recuerda Sandra—, se sacaba el reloj y lo guardaba. Un día, le pregunté por qué lo hacía. Él sonrió y contestó: “Porque quiero que sepas cuánto me importa estar contigo. Solo quiero disfrutar de ti y dejar que el tiempo pase”».