El jardín de Dios
Un recordatorio de la belleza y la brevedad de la vida crece frente a mi casa. La primavera pasada, mi esposa plantó una enredadera de flor de luna, llamada así porque las flores redondas y grandes parecen una luna llena. Cada flor se abre por una noche y luego se seca con el sol de la mañana siguiente, para no florecer nunca más. Pero la planta es prolífica y cada atardecer presenta un renovado despliegue de flores. Nos encanta verla cuando vamos y venimos todos los días, preguntándonos que nueva belleza nos saludará cuando regresemos a casa.
Una esperanza que sostiene
«Sé que papá volverá a casa porque me envió flores». Esas fueron las palabras de mi hermana de siete años a nuestra mamá cuando papá estaba desaparecido en acción durante la guerra. Antes de que se fuera a su misión, encargó flores para el cumpleaños de mi hermana, y llegaron mientras él no volvía. Sin embargo, ella tenía razón: papá sí volvió, pero después de una situación angustiante en la batalla. Y décadas más tarde, ella conserva el jarrón como recordatorio de aferrarse siempre a la esperanza.
Mantenerse en contacto
Madeleine L’Engle se hizo el hábito de llamar a su madre una vez a la semana. Cuando su madre fue envejeciendo, la querida escritora espiritual la llamaba más a menudo, «para estar en contacto». De la misma manera, a Madeleine le gustaba que sus hijos la llamaran y mantuvieran esa conexión. Como escribió en su libro Walking on Water [Caminando sobre el agua]: «Es bueno que los hijos se mantengan en contacto. Es bueno que todos los que somos hijos nos mantengamos en contacto con nuestro Padre».
Moviendo la cola y la lengua
El periódico afirmaba que Pep había matado el gato de la esposa del gobernador… pero no era cierto. Lo único de lo que quizá había sido culpable era de masticar el sofá de la mansión del gobernante.
Acordarse de alabar
Cuando nuestra congregación construyó el primer edificio, la gente escribió palabras de agradecimiento en los montantes de las paredes y los pisos de concreto antes de que se completara el interior. Si quitas los paneles de los montantes, allí las encontrarás. Un versículo bíblico tras otro, escrito junto a oraciones de alabanza, como: «¡Eres tan bueno!». Los dejamos allí como testimonio a las futuras generaciones de que, independientemente de los desafíos, Dios ha sido bueno y nos ha cuidado.
Hermano Saulo
«Señor, por favor, envíame donde quieras pero no allí». Esta era mi oración de joven, antes de ir a otro país en un intercambio estudiantil. No sabía adónde iría, pero sí adónde no quería ir. No hablaba el idioma de ese país y mi mente estaba llena de prejuicios contra su gente y costumbres.
Quieto delante de Dios
La primera foto de una persona viva fue tomada por Louis Daguerre en 1838. Muestra una avenida vacía, excepto por esa persona, durante una tarde en París. Pero hay un aparente misterio en ella: la calle y las aceras deberían haber estado repletas de carros y transeúntes a esa hora del día, pero no se ve nada.
Riegos de ánimo
Cada primavera, un milagro se ha producido durante más de quince años. Después del invierno, el césped de nuestro patio delantero está marrón y polvoriento; a tal punto que los que pasan podrían pensar que ha muerto. Colorado tiene nieve en las montañas, pero el clima en las llanuras es seco, con advertencias de sequía durante los meses más cálidos. Pero todos los años, cerca del final de la primavera, conecto los aspersores; no con mucha agua, sino con un simple riego pequeño pero constante. Y a las dos semanas, lo que estaba seco y marrón se convierte en algo verde y exuberante.
Escucha a Dios
Hace tiempo, cuando conducía de la universidad a casa, el camino por el desierto parecía terriblemente aburrido. Como era largo y recto, más de una vez me encontré conduciendo más rápido de lo debido. Primero, una patrulla me hizo una advertencia. Luego, recibí una multa. Y después, fui citado por segunda vez por lo mismo.
Un babuino, una burra y yo
Jack sabía cómo encarrilar los trenes. En nueve años de trabajo, nunca se le escapó un cambio de vías cuando las locomotoras se acercaban a la estación, indicando con sus silbatos la dirección que debían tomar.