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Articles by James Banks

Crecer en conocimiento

«¡Vas a ser estudiante de intercambio!». Con 17 años, me emocioné al escuchar que había sido aprobado para estudiar en Alemania. Pero eso fue solo tres meses antes de partir, y nunca había tomado clases de alemán.

La última palabra

Se llamaba Saralyn, y era la chica que me gustaba en la escuela. No sé si ella se daba cuenta de lo que yo sentía, pero sospecho que sí. Después de graduarnos, le perdí el rastro. Nuestras vidas fueron en diferente dirección, como suele suceder.

Inalterable

Hace poco, mi esposa y yo viajamos a Santa Bárbara, California —la ciudad donde nos conocimos y enamoramos hace 35 años— para asistir a nuestra reunión de exalumnos. Planeamos visitar varios lugares donde pasamos algunos de los mejores momentos juntos, pero cuando llegamos a nuestro restaurante mejicano favorito, nos encontramos con una tienda de artículos de construcción. Solo quedaba en la pared una gastada placa de hierro en conmemoración de las cuatro décadas de servicio a la comunidad de aquel restaurante.

Una razón para cantar

Para un hombre que vive según códigos, por así decir, me pareció un gran fracaso. ¿Qué podía hacer? Y bueno, me quedé dormido. Nuestros hijos tienen un horario establecido para volver a casa cuando salen de noche. Son chicos buenos, pero yo acostumbro esperar hasta que escucho que abren la puerta de casa. Quiero saber que llegaron bien. No tengo que hacerlo, pero lo hago porque quiero. Pero una noche, me desperté con mi hija diciéndome sonriente: «Papá, llegué bien. Deberías irte a la cama». A pesar de nuestras mejores intenciones, a veces, los padres se duermen en sus puestos. Fue muy humillante, pero también muy humano.

Sorprendido por la sabiduría

«Parece que cuanto más vieja me vuelvo yo, más sabio te vuelves tú. A veces, cuando le hablo a mi hijo, ¡es como si oyera que tus palabras salen de mi boca!».

Jesús disfrazado

Hace poco, mi hijo participó en un «simulacro de personas sin hogar»: pasó tres días y dos noches viviendo en las calles y durmiendo al aire libre en un clima helado. Sin comida, dinero ni refugio, dependía de la bondad de extraños para suplir sus necesidades básicas. Un día, lo único que comió fue un sándwich que le compró un hombre cuando lo oyó pedir pan en un restaurante.

Algo de qué jactarse

¿Qué significa ser real? Esta es la gran pregunta que responde el libro para niños titulado El conejo de terciopelo. Cuenta la historia de juguetes en una guardería y la travesía de un conejo de peluche para volverse real al permitir que un niño lo ame. Entre los juguetes, está el viejo y sabio Caballo de tela, quien «había visto llegar una larga sucesión de juguetes mecánicos que se jactaban y fanfarroneaban, y que uno a uno se rompían […] y desaparecían». Su aspecto era impresionante, pero al final, su jactancia no servía de nada cuando se trataba de brindar amor.

Salir de la trampa

La dionea atrapamoscas se descubrió en una zona de humedales arenosos cerca de nuestra casa, en Carolina del Norte. Es fascinante observar estas plantas porque son carnívoras. Liberan un néctar perfumado y dulce que forma trampas con aspecto de flores. Cuando un insecto se posa en ellas, se disparan unos sensores del borde exterior, la trampa se cierra en menos de un segundo y atrapa a la víctima. Al cerrarse, segrega enzimas que consumen la presa, dándole a la planta los nutrientes que no obtienen del terreno arenoso.

Practicar lo que predicamos

El pastor y escritor Eugene Peterson tuvo la oportunidad de escuchar una disertación de Paul Tournier, un físico y altamente respetado consejero pastoral suizo, a quien admiraba mucho por su enfoque sobre la sanidad. Mientras escuchaba, quedó impresionado porque sintió que Tournier practicaba lo que hablaba y hablaba de lo que practicaba. Peterson usó esta palabra para describir su experiencia: «Coherencia. Es la mejor palabra que se me ocurre».

Sinceridad absoluta

El día de mi nieto de tres años empezó muy mal. No encontraba su camisa favorita. Los zapatos que quería ponerse le daban mucho calor. Protestó, se enojó con su abuela, hasta que finalmente, se sentó a llorar.