Impulsado a orar
«Hace años, me sentí impulsada a orar por ti seguido, y me pregunto por qué». Ese mensaje de una vieja amiga estaba en una nota que ella había guardado en su Biblia: «Ora por James; por su mente, sus pensamientos y sus palabras». Junto a mi nombre, había tres fechas.
Miré las fechas y quedé pasmado. Le escribí para preguntarle…
Dar cada vez más
«¡Te traje un regalo!», gritó entusiasmado mi nieto de dos años, mientras presionaba una caja contra mis manos. «Lo eligió él solo», dijo sonriendo mi esposa.
No te olvides del Dador
Fue justo antes de la Navidad, y sus hijos tenían un problema respecto a ser agradecidos. Ella sabía lo fácil que es caer en esta clase de mentalidad, pero también sabía que quería algo mejor para el corazón de sus hijos. Entonces, colocó lazos rojos en los interruptores de las luces, las puertas de la despensa y la refrigeradora, la máquina lavadora y secadora, y los grifos de agua. En cada lazo, escribió a mano: «Es fácil pasar por alto algunos de los regalos que Dios nos da, por eso coloqué un moño en ellos. Él es tan bueno con nuestra familia. No olvidemos de quién vienen los regalos».
La posesión exclusiva de Dios
Imagina un salón enorme. Sentado en el trono hay un gran rey, rodeado de toda clase de asistentes, cada uno comportándose correctamente. Ahora imagina una caja a los pies del rey. De vez en cuando, el rey mete su mano en ella y toca su contenido. ¿Qué hay en la caja? Joyas, oro y piedras preciosas que son sus preferidas. La caja contiene las posesiones exclusivas del rey; una colección que lo alegra mucho. ¿Puedes imaginarte esto?
Círculos de alerta
Las gacelas africanas forman instintivamente «círculos de alerta» mientras descansan en la sabana. Se agrupan, con cada animal mirando hacia afuera y en una dirección levemente distinta. Esto les permite escanear el horizonte los 360 grados y avisar sobre posibles peligros u oportunidades.
El lugar más seguro
Cuando el huracán Florence se acercaba devastador a Wilmington, Carolina del Norte, mi hija se preparó para dejar su casa. Había aguardado hasta último momento, esperando que la tormenta se desviara, pero ya estaba seleccionando urgentemente qué papeles importantes, fotos y pertenencias se llevaría. «No pensé que sería tan difícil partir —me dijo después—, pero en ese momento, no sabía si encontraría algo cuando volviera».
Tener una vida tranquila
«¿Qué quieres ser cuando seas grande?». Todos escuchamos esta pregunta cuando éramos niños, o incluso siendo ya adultos. La pregunta surge de la curiosidad, y la respuesta que suele oírse indica una ambición. Mi respuesta cambió con los años: vaquero, chofer de autobús, soldado, médico… Sin embargo, no recuerdo que alguien sugiriera o que yo considerara seriamente poder llegar a tener «una vida tranquila».
Vale la pena esperar
En la estación de trenes Shibuya, en Tokio, hay una estatua de un perro akita llamado Hachiko. Se lo recuerda por una fidelidad inusual hacia su dueño, un profesor universitario que viajaba diariamente a su trabajo desde allí. El perro lo acompañaba por la mañana y volvía para encontrarse con él todas las tardes cuando llegaba el tren.
Confía en tu armadura
Cuando era joven, solía sentirme inseguro cuando asistía a talleres de escritura. Miraba a mi alrededor y veía salas llenas de gigantes: personas con capacitación formal y años de experiencia. Y yo, nada. Pero lo que sí tenía era un oído formado por el lenguaje, el tono y la cadencia de la versión inglesa del Rey Jaime de la Biblia. Era como mi armadura —por así decirlo—, a la cual estaba acostumbrado. Permitir que ella influyera en mi estilo de escritura y en mis palabras se convirtió en un gozo para mí y en esperanza para los demás.
El largo alcance del amor
Mary Lee es un tiburón blanco de 1,80 metros de largo y casi 1.600 kilogramos de peso al que los oceanógrafos le colocaron una identificación en 2012 y que se desplazaba por la costa este de los Estados Unidos. Cuando salía a la superficie, el transmisor colocado en su aleta dorsal era captado por un satélite. Durante cinco años, desde investigadores a surfistas podían ver en línea todos sus movimientos. Se pudo seguir su rastro durante unos 65.000 kilómetros, hasta que un día, la señal se detuvo; probablemente, porque la batería del transmisor se gastó.